El pasado viernes 26 de septiembre, gracias a los “Debates de Baloncesto San Agustín”, tuve la oportunidad de asistir a la conferencia “Los renglones torcidos de la pasión por entrenar” por Jota Cuspinera, un profesional con dilatada experiencia en el mundo del baloncesto y del entrenamiento. José Ramón “Jota” Cuspinera es entrenador de baloncesto desde hace más de veinte años, formando jugadores en las categorías inferiores de Estudiantes y entrenando también al máximo nivel durante este período (entrenador del equipo de EBA de Estudiantes, entrenador ayudante de Estudiantes en ACB, seleccionador nacional sub 16 y sub 18, entrenador ayudante de Pepu Hernández en la selección nacional absoluta en el Europeo de Madrid 2007 y finalmente entrenador ayudante de Pablo Laso en el Real Madrid).

Jota exponía, en este debate, alguna de los obstáculos o “renglones torcidos” que se había ido encontrando a lo largo de su carrera como entrenador.

Su primer “renglón torcido”: las emociones que sentía en las derrotas eran mucho más intensas y duraderas que aquellas producidas por las victorias, es decir, se centraba mucho más en el “fracaso” que podía suponer una derrota que en el éxito que a menudo suponía ganar. Esto estaba generado por un sentimiento de “haberse acostumbrado a ganar”, y lo explicaba así: “generalmente siempre he estado en equipos en los que he ganado muchos más partidos de los que he perdido, pero también he perdido más títulos de los que he ganado. Es como aquellos padres que felicitan a su hijo tras haberse graduado o haber sacado un nueve, pero no refuerzan sus ánimos cuando el hijo es capaz de aprobar un examen sorpresa o conseguir otras “victorias parciales”. Sin embargo, en el largo plazo, recuerdo mucho más los éxitos que las derrotas. Supongo que es un mecanismo de mi cerebro que me corrige el otro defecto, el de centrarme más en las derrotas.

“Para mí, entrenar es una pasión. Y como pasión, se supone que debería divertirme, hacerme feliz. ¿Entonces, por qué me influyen más las derrotas? ¿Realmente estoy siendo feliz? Jota planteaba otro “renglón” de la siguiente manera: “un entrenador se debe a sus jugadores, y los jugadores, sobre todo en categorías de formación, con una edad temprana, juegan para divertirse. ¿Tenemos en cuenta esto? Soy consciente de que muchas veces, al entrenar, me he sentido como un ajedrecista, simplemente moviendo fichas sobre un tablero. Cuando me he sentido de esta manera, tratando a los jugadores como piezas, no he sido feliz entrenando. Hay que preguntarse si los jugadores son felices, y ¿por qué no?, preguntárselo a ellos también. No tiene sentido que yo sea feliz entrenando si aquellos a los que entreno no lo son. Yo me debo a mis jugadores.”

Jota enlazaba esta cuestión con la ciencia, afirmando que “la dopamina es la hormona que generamos cuando estamos felices, y su efecto secundario activa los centros de aprendizaje del cerebro, pudiendo causar un aumento de hasta en 40% en la capacidad de aprendizaje de una persona en ese momento de la felicidad. Esto quiere decir que cuando somos felices, aprendemos con más facilidad. No podría ser más fácil. Si mis jugadores están contentos, yo consigo que aprendan aquello que quiero, y por tanto consigo que mejoren, uno de mis principales objetivos.

Otro asunto que se trató fue el trabajo en equipo. En la opinión de Jota Cuspinera, “el trabajo en equipo es como un cuerpo en el que yo soy una mano, otro es un brazo, etc, de manera que todos trabajamos como un solo cuerpo sin que ninguna parte predomine sobre otra. Es curioso cómo, desde el primer día, le dejamos claro a los niños que lo importante es el trabajo en equipo. Sin embargo, a menudo somos nosotros los que no sabemos trabajar en equipo. Es importante conocer la diferencia entre trabajo en equipo y trabajo en grupo. En ambos casos, la asignación de tareas y la toma de decisiones son fundamentales, pero en el trabajo en grupo raramente se pide opinión a aquellos a quienes se ha encargado la tarea. Y me siento identificado desde ambos lados. Primero, a menudo me han asignado tareas sin preguntarme, que he tenido que hacerlas resignándome. Por otro lado, yo también he tomado decisiones sin preguntar a las personas a quienes las influían estas decisiones. La comunicación es clave, e influimos con el ejemplo. Einstein dijo que “el ejemplo no es la mejor manera de influir en otras personas; es la única.”

Cuspinera retomó el asunto de la psicología y el cerebro humano, reflejando cómo siempre quiere más, y no tiene suficiente con los objetivos alcanzados. “Una de las explicaciones que me di sobre la cuestión de ser influido más por las derrotas que por las victorias fue que no disfrutaba lo suficiente del proceso. En la película “El guerrero pacífico”, se dice que “el viaje aporta la felicidad, no el destino”. Nos obsesionamos tanto con ponernos metas e intentar conseguirlas que no sacamos provecho del proceso de consecución de estos objetivos. Y una vez cumplido ese objetivo, inmediatamente nos ponemos otro, hasta que lo conseguimos, y así sucesivamente. Es por esto que cada vez necesitamos una dosis mayor de éxito para disfrutarlo, al igual que ocurre con el efecto adictivo de las drogas. Se realizó un experimento en el que dejaban a niños solos delante de una golosina durante unos 15 minutos, prometiéndoles que, si no se comían la golosina, después les sería dado un plato entero de golosinas. Esta prueba demostró que los niños, generalmente, eran capaces de sacrificarse para luego obtener una mayor recompensa. Las personas que son capaces de sacrificar el placer instantáneo por una gloria mayor a largo plazo, son más exitosas. “

“¿Qué queremos ver de nuestros jugadores, lo bueno o lo malo? Está claro, lo bueno. Entonces, ¿por qué nos empeñamos en ver lo malo? Si queremos ver lo malo, lo conseguiremos. Nuestro cerebro se programará para ver todo lo malo de ese jugador, y nos dará la razón. Lo complicado es hacer el proceso inverso, el de ver lo bueno de cada jugador y cada persona, y reforzar aquello que hace bien. Queremos mejorar los defectos del jugador, pero recordémosle también todo aquello que hace bien, y animémosle a potenciarlo y a ayudar al equipo con esa buena característica.”

Jota es un gran aficionado a la informática, y realizaba el siguiente símil: “en informática existe una cosa llamada “la parálisis por el análisis”, y constata que un programador, si se estanca en el análisis concienzudo de su futuro programa, no progresa y no mejora su creación. Puede suceder lo mismo con nuestros jugadores. Si les prohibimos hacer algo o analizamos constantemente sus problemas o defectos, podemos estar frenando su progreso. Queremos jugadores que anden durante el fracaso y progresen para superarlo, y se progresa avanzando.”

 

Por Javier Romero. (Twitter @_javier_romero).

Jota Cuspinera, en los Debates de Baloncesto San Agustín

Publicada el: 27 septiembre 2014 13:00 pm

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