Hay ocasiones en las que las derrotas duelen más de la cuenta. Todos los clubes y colegios dirán que la victoria no es lo más importante, que lo que importa es formar personas y jugadores y también enseñarles a competir, pero, en el fondo, todos sabemos que las victorias son una parte esencial del juego y aunque no se les quiera dar mucha trascendencia, la tienen, porque a medida que los jugadores van creciendo, le dan un gran valor al resultado y si las derrotas llegan de seguido, pueden generar desmotivación.

Me han preguntado en más de una ocasión cómo afrontaría el primer entrenamiento de la semana tras una dura derrota. Lo primero que hay que explicar es qué entiendo por ello, porque ¿perder de cuarenta contra un equipo, a priori, superior es una dura derrota? El resultado no es el único factor para considerar si una derrota es dura o no, muchas veces nos puede salir un mal partido o que, simplemente, el rival sea superior, ganándonos claramente. A lo largo del año nos podemos enfrentar a equipos mejores, que nos ganen bien, pero hay que tener claro que una temporada es muy larga y un mal resultado no puede variar nuestra planificación, igual que no lo tendría que hacer una victoria cómoda porque, ¿si ganamos fácil, damos descanso a nuestros jugadores el siguiente entrenamiento?

Por lo tanto, hay que darle el mismo valor a las derrotas, independientemente de la diferencia en el marcador. Otra cosa es la categoría en la que estemos jugando y, por supuesto, la edad de nuestros jugadores. En minibasket, el objetivo es que los jugadores vayan creciendo y formándose, aunque está claro que siempre tiene que haber un campeón, no es aconsejable presionar a los jugadores con los resultados.

Otra cosa, por ejemplo, es que entrenemos un equipo cadete en preferente y se esté jugando meterse en playoff. Si perdemos, hay que valorar esa derrota, hablándolo con los jugadores, pero siendo realistas y analizándolo, desde una perspectiva objetiva, sabiendo si ese era nuestro objetivo a principio de la temporada o si habíamos realizado una gran campaña, peleando hasta el final.

Lo que sí tengo claro es que los jugadores son los primeros que son conscientes de que han perdido y a nadie le gusta, por eso hacer sangre con ello al siguiente entrenamiento, no es lo más productivo. Y mucho menos, castigarles, porque entonces nosotros estamos dándole un valor a la derrota que no es el que le queremos inculcarles. Si hay que hacer algo es tratar de animarles para que superen el mal momento y tratar de hacerles ver los errores que han cometido para evitar que se puedan volver a repetir, aunque evitando darles una larguísima charla que les haga perder la esencia de lo realmente importante, seguir creciendo como equipo.

En definitiva, las derrotas tienen que ser una parte del aprendizaje. Muchas veces, vemos a jugadores frustrados porque no están acostumbrados a perder ni saben perder. Por eso, la labor del entrenador es que los jugadores sepan afrontar las diferentes situaciones, independientemente del resultado.

 

Por Víctor Escandón Prada
Periodista deportivo y entrenador superior de baloncesto
Gabinete comunicación JGBasket

 

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