Un bote, otro bote, cambio entre las piernas, finta de penetración, cambio entre las piernas hacia atrás y triple en la cara de Tomic en el último segundo de posesión. ¡Vaya clase! Como un guión de una película universitaria estadounidense, Raúl López decidió el partido para su equipo frente al Barça, dando la primera victoria de la temporada al Bilbao.

Estos tiros no son fruto de la casualidad. Hace dos temporadas, el base catalán ya dio el triunfo a su equipo en la Euroliga ante el Montepaschi Siena con una canasta sobre la bocina. Curtido a base de lesiones y desilusiones, a sus 33 años, López ha recuperado la sonrisa y su buen juego. Talento al servicio del equipo, muchos han considerado al jugador catalán un ejemplo de base puro, con una gran visión de juego que ha hecho disfrutar a todos los aficionados que han tenido el lujo de verle, incluso en Utah dejó su huella.

Al igual que ha sucedido en el caso de otros jugadores como Sabonis, la pregunta parece lógica cuando se habla de lesiones importantes: ¿qué hubiera sucedido si…? A Raúl nunca le ha preocupado eso y siempre ha tratado de recuperar y readaptar su juego, volcándose en entrenar día a día.

Después de deslumbrar en las categorías inferiores del Joventut fichó por el Real Madrid, convirtiéndose en uno de los fichajes más caros de la historia (1.8 millones de euros). Capitán de la selección española junior campeona del mundo, es el fiel reflejo de la mejor generación de jugadores que ha tenido este país. Su talento no pasó desapercibido para los ojeadores NBA y Utah lo eligió en el puesto 24 del draft, refrendando su elección con una gran primera temporada en el conjunto blanco.

Todo marchaba sobre ruedas hasta que una inoportuna rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha le apartó de las canchas seis meses. Superado el mal trago volvió a jugar y el Mundial de Indianápolis llamaba a sus puertas. En un partido de preparación ante Rusia, la mala suerte se cruzaba de nuevo en su camino y el ligamento volvía a romperse.

Un año de sequía antes de poder cumplir su sueño de debutar en la NBA. Ya no era el mismo, en su primera temporada en Utah, el miedo atenazaba su juego y muchos le daban por sentenciado, más aún cuando, en su segundo año en la liga norteamericana, se lesionaba otra vez de gravedad, en esta ocasión en la rodilla izquierda. Parecía el final de una carrera marcada por las lesiones, pero cuando el talento se tiene a raudales, nunca se puede dar a nadie por muerto.

Decidió volver a España para reencontrarse como jugador y, tras una temporada en el Akasvayu, comenzó su segundo periplo en el Real Madrid. Su gran rendimiento le permitió volver a la selección española de la mano de Aíto García Reneses, algo que no sucedía desde el fatídico día de su lesión, para disputar los Juegos Olímpicos de Pekín. Se colgó la medalla de plata y al verano siguiente, tras lograr el oro en el Europeo, decidió hacer las maletas y cruzarse toda Europa para recalar en el Khimki con Sergio Scariolo.

Sabedor de que aún le quedaba mucho baloncesto por delante, fichó por el Bilbao y demostró su valía, dirigiendo al equipo con maestría en su debut en la Euroliga. Se ha convertido en un veterano, pero da gusto verle jugar y hacer jugar a sus compañeros. Es un líder tanto dentro como fuera de la cancha.

 

Por Víctor Escandón Prada
Entrenador superior baloncesto y periodista deportivo
Analista Liga Endesa para JGBasket

 

ACB Photo/ A. Arrizabalaga

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