Veinte temporadas en la NBA, seis anillos de campeón, seis MVP de la temporada regular, dos MVP de las finales, rookie del año, máximo anotador de la historia (38.387 puntos) y tres veces campeón de la NCAA. Estas son las cifras de Kareem Abdul-Jabbar a lo largo de su carrera profesional. Uno de los mejores jugadores de la historia tuvo, además, una vida muy interesante y peculiar, que podemos conocer a través de su biografía en español, Pasos de Gigante. Su traductor, Vicente Llamas, nos da las claves de una vida llena de éxitos y, también, fracasos.

– Con 13 años tuvo la suerte de ser apadrinado por Wilt Chamberlain.

– Siendo joven ya tenía una estatura tremenda, lo que le permitía moverse por unos círculos muy concretos. Así conoció a Chamberlain, que le acogió bajo su ala. Más allá del dinero y la influencia social, lo que, verdaderamente, le llamaba la atención de él era su espectacular biblioteca y la colección de discos de jazz. Con el paso de los años, Kareem era ajeno a la vida de lujo que llevaba Chamberlain y eso, les fue distanciando. Su enfrentamiento en la cancha demostró la inteligencia de Kareem, que superó con facilidad al maestro, coronándose como el mejor pívot de la NBA y produciendo un desencuentro total entre ambos.

– Para un chico de Harlem, ¿no sería fácil cruzar el país para estudiar en UCLA?

– En un principio no quería ir, ya que su opción era Michigan, donde creía que se sentiría más integrado social e intelectualmente. Fue un poco por azar y allí tuvo la suerte de tener como entrenador a una leyenda como John Wooden, que le hizo sentirse importante y formar parte de un colectivo. Le convenció para que no sólo anotase sino que también asistiese. Eso le sirvió para que, a lo largo de su carrera, no fuese egoísta y pensase siempre en el equipo. Su capacidad de superación no tenía límites, era un auténtico “machaca” del baloncesto. De ahí que decidiese cambiar, al enterarse que tenía que escribir un trabajo por semana, Filología Inglesa por Historia.

– Siempre quiso jugar en Nueva York, pero fue imposible.

– Lo intentó varias veces, pero unas veces porque no había hueco y otras porque no había dinero, nunca pudo jugar allí. Tras ser elegido número uno del draft dudó entre ir a Milwaukee o jugar en los Nets, de la ABA. Para evitar conflictos y desgastes, les propuso que le realizasen una única oferta y aceptaría la mejor. Los Bucks fueron los elegidos, pero los Nets decidieron hacerle una contraoferta que supera la de Milwaukke. Ahí, Kareem demostró sus principios y su manera de entender la justicia. Quería jugar en Nueva York, pero ya había dado su palabra y eso era lo más importante para él.

– Wilt Chamberlain, Pat Ewing, Robert Parish, Karl Malone, Bill Walton, Hakeem Olajuwon… se enfrentó a los mejores pívots de la historia y salió vencedor.

– Tuvo una carrera larguísima y exitosa en la NBA, convirtiéndose en uno de los mejores de la historia, gracias a su inteligencia. Entendió como nadie el juego colectivo e individual, llegando a crear movimientos y lanzamientos (Sky Hook). Pudo jugar veinte temporadas en la NBA porque, además de entrenar, cuidaba muchísimo la alimentación y el descanso. En la cancha, aportaba mucho más de lo que dicen sus cifras al dar sentido al juego. Creo que en la NBA actual seguiría siendo dominante, ya que, con su inteligencia, sabría adaptarse a las circunstancias sin necesidad de cambiar su estilo de juego.

Siempre llevó el número 33, en honor a Mel Triplett, su jugador favorito de los New York Gigants de fútbol americano.

– Leyendo la biografía, da la sensación de que Kareem es un poco llorón, quejándose del trato recibido y de una persecución contra él.

– Si se lee sin entonación, sin el contexto, puede dar esa impresión, pero para nada se le consideraba llorón. Se quejaba porque tenía un sentido de la justicia muy especial y así lo reclamaba. No le importaba que le aplaudiesen menos o que le criticasen, no se callaba nada y daba sus opiniones sin temor a represalias.

– Nunca tuvo una buena relación con la prensa.

– No necesitaba estar en boca de todos continuamente, él se dedicaba a jugar y ya está. Su carácter introvertido hacía que no le gustasen muchos los periodistas, sobre todo, porque creía que lo único que querían era buscarle las cosquillas y aprovechar cualquier pretexto para criticarle. Le daba mucha rabia que alabasen a sus rivales cuando tenía un mal partido. La verdad es que los periodistas no se encontraban cómodos con él, ni él con ellos.

– Tampoco hizo muchos amigos entre sus compañeros.

– No pretendía buscar una persona afín en el vestuario. Tenía, fuera del baloncesto, muchísimas inquietudes: musicales, religiosas, literarias… Y el entorno deportivo no parece el sitio más idóneo para encontrar gente que compartiese sus gustos. Además, era serio, introvertido y, aparentemente, no se le veía disfrutar jugando al baloncesto. En los Lakers tuvo la suerte de coincidir con Magic, consiguiendo relajarse y disfrutar un poco más. Cuando anotó el único triple de su carrera se le vio sonreír y abrazarse con Magic, algo impensable años antes. Aún así, con su trabajo, se ganó el respeto y el cariño de compañeros y aficionados.

 

Por Víctor Escandón Prada
Periodista deportivo y entrenador superior de baloncesto
Gabinete comunicación JGBasket

 

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