En los últimos años, el baloncesto ha vuelto a ser protagonista en la gran pantalla, pero a diferencia de en décadas anteriores, no solo Estados Unidos se ha animado a realizar películas relacionadas con el mundo de la canasta, son varios los países que han dado un paso al frente y decidido apostar por este deporte, cosechando un grandísimo éxito de crítica y público.
Antes de meternos de lleno en los títulos anteriormente señalados, vamos a hacer referencia a una película que ha pasado sin pena ni gloria por la el firmamento cinematográfico. Hablamos de Thunderstruck (2012) –Quiero ser un Thunder–, queriendo aprovechar el filón de Kevin Durant, la estrella de la NBA protagoniza este título en el que intercambia sus habilidades con un joven aficionado al baloncesto, convirtiéndose en jugador vulgar. Una película con un argumento sencillo y ya utilizado en el que se intenta explotar la figura de KD.
En 2014, se estrenó 1000 to 1: «The Cory Weissman story» –El reto de Cory–, que narra la historia de superación de Cory Weissman, un jugador con gran proyección que durante su etapa en el instituto consiguió anotar 1000 puntos. En su primer año en la universidad, sufrió un derrame cerebral que le dejó completamente paralizado el lado izquierdo de su cuerpo. Gracias a su fuerza de voluntad y a la ayuda de sus familiares y amigos, fue capaz de, en el último partido de su etapa universitaria, volver a vestirse de corto y saltar a la cancha para anotar un tiro libre. De ahí el título de la película, haciendo referencia a su anotación desde el instituto a la universidad.
En plena Guerra Fría, Estados Unidos y la URSS disputaban la final de los Juegos Olímpicos de Munich 1972. Un encuentro que trascendía más allá de la cancha y que tuvo un desenlace impresionante y polémico. En 2017, se estrenó Going Vertical –Tres segundos– en la que se rememoraba dicho campeonato, centrándose en los últimos tres segundos de partido, que cambiaron la historia. La acogida fue tan brutal en Rusia que se ha convertido en la película más taquillera de la historia, logrando que los ciudadanos se identifiquen con esos triunfos deportivos y tratando de lavar la imagen de un país que, tras su escándalo por dopaje, no atravesaba su mejor momento.
Los mejores días de Stephon Marbury en la NBA ya habían pasado, antes de retirarse decidió probar suerte en China, firmando un supercontrato y siendo una de las primeras estrellas en decidir dar el salto a la CBA. El tiempo le dio la razón y acabó convirtiéndose en todo un ídolo de masas, logrando tres títulos con los Beijing Ducks, pero su popularidad fue más allá de lo deportivo, se le dio la llave de la ciudad de Pekín, le pusieron una estatua y un museo, participó en el musical Yo soy Stephon Marbury y consiguió la tarjeta verde de residencia permanente en China, algo que solo logran menos de un 1% de los extranjeros que viven en el país. Para reflejar toda su carrera, centrándose en su etapa asiática, en 2017, se estrenó My other home, un título chino-estadounidense en el que participan otras dos exestrellas NBA como son Baron Davis y Allen Iverson. Parece que la vida de Marbury da para mucho que más que una película. Por eso, en 2019, se presentó el documental biográfico A kid from Coney Island, producido por Kevin Durant y en el que se repasa la vida de este base de Brooklyn que tuvo una trayectoria llena de idas y venidas hasta que encontró su sitio en China, repasando sus inicios y su etapa en la NBA mediante entrevistas a familiares, periodistas, compañeros y rivales como Ray Allen o Chauncey Billups.
En España se apostó, en 2018, por hacer una película distinta en la que el baloncesto sirve de terapia y unión para un equipo formado por personas con discapacidad intelectual. Campeones cuenta la historia de un entrenador profesional que es condenado a prestar servicios a la comunidad, siendo asignado para dirigir a este grupo, que acabará sorprendiéndole y quitándole sus prejuicios. Una película que llega al público gracias a su realismo y cercanía, dándole un punto de humor para normalizar y visibilizar a este colectivo, pero sin caer en la ternura y la compasión, mostrando su vida diaria, en la que no falta el deporte, en este caso, el baloncesto, como elemento inclusivo, que les sirve también para adquirir una serie de valores –compañerismo, superación, entrega, disciplina…– que luego puedan desarrollar en su día a día. Una película muy recomendable.
Si antes hablábamos de películas que buscan inmortalizar los éxitos cosechados en el pasado, en este caso, nos vamos a centrar en un título de 2018, Chacun pour tous –Todos a una– que describe el episodio más oscuro y vergonzoso del deporte español, el fraude del equipo paralímpico español de baloncesto que consiguió la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Sidney, con solo dos jugadores con discapacidad intelectual. En Campeones se hace referencia a este hecho a través del personaje de Román, inspirado en Ramón Torres, uno de los dos componentes del equipo con discapacidad real. Han tenido que ser los franceses, cuya selección es la protagonista ficticia de la película, los que hayan dado visibilidad a este acontecimiento tan bochornoso y lo han hecho desde la comedía, pero sin dejar de dar visibilidad a la discapacidad y a sus problemas cotidianos, por ejemplo a la hora de relacionarse. Todos a una refleja la ambición de ganar de cualquier manera, dejando los valores a un lado y pasando por encima de las personas.
Ese mismo año, Netflix produjo Amateur, en la que un joven jugador de un pequeño instituto da muestras de su calidad, demostrando unas cualidades que podían hacerle llegar muy lejos, impulsado por la fama adquirida a través de las redes sociales, pero que tiene que convivir con la presión de unos padres que quieren sacar provecho de su prometedor futuro, sin dejar a un lado, las presiones a la hora de reclutar por parte de las universidades y el poder de las marcas, capaces de condicionar la carrera de cualquier jugador. Una historia que, en mi opinión, se queda a medias, ya que aborda muchos temas interesantes y de actualidad, pero sin profundizar lo suficiente en ellos.
En 2019, Steven Soderbergh, ganador del Óscar por Traffic, dirigió High Flying Bird, una película distinta, no solo porque está rodada completamente usando solo iPhones, sino porque da una visión distinta del baloncesto, sin escenas de cancha y a través de la mirada de un agente. La trama transcurre tras un cierre patronal de la NBA, durante el cual, uno de los jóvenes jugadores a los que representa ve cortada su progresión y para evitarlo, es capaz de todo, usando sus artimañas para sacar beneficio y hacer negocio. Otra forma de conocer el mundo de la canasta y todo lo que le rodea desde un punto de vista bastante desconocido.
Por último, hace tan solo unos meses, se estrenó The way back, una película protagonizada por Ben Affleck, que interpreta a una antigua estrella de instituto, que tenía un futuro prometedor, pero que por diferentes circunstancias se fue alejando del baloncesto, perdiendo su oportunidad. Años más tarde, como si de una película autobiográfica de Affleck se tratase, el protagonista está sumido en una crisis vital, adicto al alcohol y separado de su mujer, le llega la oportunidad de entrenar a un equipo de instituto venido a menos, la buena dinámica de juego y resultados le sirven para ir enderezando un poco su vida.
Por Víctor Escandón Prada
Periodista deportivo y entrenador superior de baloncesto
Gabinete técnico JGBasket
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