Asentado en el Estudiantes y en la selección española, Carlos Jiménez se había convertido en una pieza clave en ambos equipos, empezando a especializarse más en el trabajo defensivo y dejando un poco de lado la faceta anotadora. Su aportación y sacrificio en el campo no se veía muchas veces reflejado en las estadísticas. Eso nunca le importó, porque quien sí le valoraba eran sus compañeros y entrenadores, que consideraban a Jiménez como el líder de los intangibles.
El esfuerzo empezaba a tener su recompensa y en la temporada 98/99 vivió dos situaciones que le marcarían como jugador. Tras una brillante trayectoria en la Copa Korac se plantaron en la final, por aquel entonces todavía a doble partido, ante el F.C. Barcelona. Llegaban al partido con bastantes bajas, en especial la de Chandler Thompson, pero los colegiales se subieron sobreponer y, con una espectacular segunda mitad (54-35), en la que le dieron la vuelta al marcador del Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid, lograron imponerse por 93-77. Jiménez aportó nueve puntos y una buena defensa sobre Gurovic a la gran actuación de su equipo en conjunto.
La renta que, a priori, podría parecer suficiente para afrontar el partido en el Palau, no sirvió a los estudiantiles para subir a su casillero el primer título continental de su historia, ya que los azulgranas no dieron ninguna opción y vencieron por 97 a 70. La falta de experiencia del equipo, les hizo venirse abajo en los momentos claves y al descanso veían como los barcelonistas le habían dado la vuelta a la final (43-22). El diez de Estudiantes, que anotó diez puntos, estuvo, al igual que su equipo, desaparecido durante la primera mitad y hasta el comienzo de la segunda no anotó su primera canasta.
Después de esta amarga experiencia llegaba el Europeo de Francia. Tras una primera fase muy irregular en la que los españoles estuvieron a un paso de la eliminación y se metieron como cuarto clasificado. Llegaron los cruces y fueron superando eliminatorias hasta plantarse en la final ante Italia, que se llevó el oro, pero Carlos Jiménez conseguía la que sería la primera de sus seis medallas con la selección.
La temporada siguiente llegaría su único título con la camiseta de Estudiantes, la Copa del Rey, en la que tras eliminar al Tau y al Caja San Fernando, venció en la final al Pamesa Valencia por 73-63. No fue el mejor partido del alero estudiantil, ya que sólo jugó seis minutos y no pudo anotar ningún punto. Además, venía de no jugar ni un solo minuto en las semifinales, pero un jugador como él, siempre comprometido con el equipo, disfrutó como el que más del triunfo y del gran juego desplegado por sus compañeros. Ese mismo año volverían a encontrarse con los valencianos en el playoff de cuartos de final a los que se impusieron por 3-0. En semifinales se encontraron con el Real Madrid y tras una serie muy disputada, los blancos ganaron en el quinto partido por un punto.
Llegaba la hora de los primeros Juegos Olímpicos para Jiménez, Sidney era el destino. Las esperanzas estaban puestas en la selección española, después de la plata del Europeo, pero no se pudieron cumplir y con solo una victoria en la primera fase ante Angola, se quedaron fueran de los cruces, concluyendo en novena posición.
Era hora de pasar página, tras la decepción de los Juegos, y pensar en su equipo. A nivel individual la temporada fue muy buena para el diez estudiantil, que se reafirmó como un gran defensor al conseguir batir sus registros en cuanto a rebotes (256) y recuperaciones de balón (79) en los treinta y siete partidos que disputó, incluidos los de la primera ronda de playoff en la que cayeron derrotados ante el Tau por 3-1.
Jiménez se había convertido en un asiduo de la selección española y ese verano disputaría su segundo Europeo en Turquía. Esta vez no pudieron lograr acceder a la final, pero superaron a Alemania en la lucha por el bronce, consiguiendo así un nuevo metal para su palmarés.
Si por algo ha destacado la carrera del alero de Estudiantes es por su regularidad, podía estar más o menos acertado, pero siempre cumplía y hacía sus números. De ahí el apodo de “suma y sigue”, que le puso Andrés Montes. Tras una campaña (2001/02) en la que consiguieron sacarse la espinita de los playoff de dos años atrás, eliminando en cuartos de final al Real Madrid con factor cancha en contra, el Unicaja se interpuso en su camino para alcanzar la final.
Otro verano más, sin tiempo casi para descansar, llegaba una competición internacional. Esta vez, el Mundial en Indianápolis. Tras vencer en la primera fase a Yugoslavia, a la postre campeona del mundo, pasó como líder invicto al siguiente grupo, en el que solo Puerto Rico les consiguió vencer. En el cruce de cuartos, un espectacular Nowitzki les dejó fuera de la lucha por las medallas. La selección española supo reponerse y acabó de nuevo quinta, tras superar en el último partido a Estados Unidos, al que era la segunda vez que derrotaban en partido oficial –la anterior fue en Cali en 1982– , la primera desde que participan jugadores NBA. Jiménez, que anotó cuatro puntos, realizó un gran defensa a Reggie Miller.
Después del éxito alcanzado en Indianápolis daba comienzo una nueva temporada. La mejor a nivel estadístico de las dieciocho que ha disputado el alero de Estudiantes, sobre todo en ataque, firmando una media en la liga regular, en los treinta y tres partidos que jugó, de 12,5 puntos y 18,4 de valoración. Pero sus números no fueron suficientes para que su equipo llegase por fin a la ansiada final de la ACB y volvieron a caer en semifinales, esta vez ante el Barcelona.
Su gran temporada se vería culminada con la medalla de plata en el Europeo de Suecia. Después de derrotar por dos puntos en la semifinal a Italia, la Lituania de Jasikevicius les dejaba sin el oro. Era el adiós de Alberto Herreros como capitán, se abría así una nueva etapa en la selección española.
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Por Víctor Escandón Prada
Entrenador superior baloncesto
Gabinete comunicación JGBasket