Simpáticos, extrovertidos, de sonrisa permanente. Jugones, la delicia de la grada, la taquicardia de los entrenadores. Equilibristas en el alambre. Prestidigitadores de ensueño. Magos de alta escuela. Capaces de no dar una a derechas y despertar un signo de admiración con un pase que vale la entrada.

Se viene a pensar que los Globetrotters vienen de Estados Unidos, son altos y negros. Nada, no se lo crean, no es cierto. Se mueven en guagua. Son blancos, delgados, hablan de usted, brotaron en las Islas Afortunadas y son dos, uno canarión y otro chicharrero.
Uno es del “Cuéntame”, vivió la época Yeyé y la Movida, el otro deslumbra en el siglo XXI, en la era de las redes sociales.

Simpáticos, extrovertidos, de sonrisa permanente. Jugones, la delicia de la grada, la taquicardia de los entrenadores. Equilibristas en el alambre. Prestidigitadores de ensueño. Magos de alta escuela. Capaces de no dar una a derechas y despertar un signo de admiración con un pase que vale la entrada. Son dos genios. Esta es la historia de Carmelo Cabrera y Sergio “el Chacho” Rodríguez.

Si se quiere esta película tiene dos versiones, la original, Chicago años 20, interpretada por un grupo de negros que en sus inicios amenizaban los descansos de una conocida sala de baile, y la doblada al castellano por dos actores de primerísima línea, dos magos de la escena, que ha llegado hasta la actualidad.
Los Harlem Globetrotters
Allá por 1926 Abe Saperstein reunió a un grupo de cinco jugadores de raza negra para animar los intermedios de la sala Savoy. Eran los tiempos del jazz y los gansters y el preludio a la Ley Seca y la Gran Depresión con el Crack del 29. Como los dueños del club los pusieron de patitas en la calle por considerar el espectáculo poco lucrativo, Abe, creador, manager y entrenador del espectáculo, decidió echarse a la carretera en un autobús destartalado y recorrer los estados colindantes en busca de rivales. El primer partido de la gira, ya bajo el nombre actual, se celebró en Hinckley (Illinois) en 1927 ante 300 espectadores y recaudaron 75 dólares.

Desde entonces han paseado sus uniformes rojo, azul y blanco, sus estrellas, su balón tricolor y su show entre baloncestístico y circense por todo el mundo. Más de mil ciudades han sido testigos de sus espectaculares canastas, malabarismos y gags. Tras la Segunda Guerra, llegaron a ser campeones oficiosos del mundo en dos ocasiones, ganando en la prórroga a los Chicago Bruins y a los Minneapolis Lakers, campeones de la entonces recién estrenada NBA, por 61-59, en Chicago ante 20.000 espectadores. En su partido contra los Celtics, éstos decidieron retirarse a falta de 30 segundos con empate en el marcador. Se impusieron recurrentemente en los 50 a los All American, los mejores jugadores universitarios estadounidenses. Durante tres años jugó para ellos el mítico Wilt Chamberlain, que posteriormente se haría legendario en la NBA, donde todavía hoy pervive inalcanzable su marca de 100 puntos en un encuentro. En Berlín, en su célebre estadio olímpico, batieron el record de asistencia de espectadores a un partido, con más de 75.000 personas, entre las que se encontraba Jesse Owens, que luego dio la vuelta de honor al recinto junto a ellos. Traspasaron el Telón de Acero, en plena Guerra Fría; en Moscú en el 59 ante Kruschev, disputaron diez partidos con las entradas agotadas. Cuatro Papás han presenciado sus malabarismos y escenarios tan variopintos como el portaviones Enterprise o las plazas de toros hispanas han acogido sus encestes. A lo largo de estos años han cautivado a millones de niños y mayores y como rezaba uno de sus eslóganes: “los trotamundos negros de Harlem hacen con el balón cualquier cosa, salvo comérselo”.

Carmelo Cabrera
Nuestro personaje vino al mundo el día de Reyes (qué regalo) de 1950 en Las Palmas de Gran Canaria. Muy pronto se despertó su pasión por el deporte, pero fue un cura (Dios lo tenga en su gloria) muy aficionado al baloncesto el culpable de que el pequeño se decantara por la canasta en lugar de por el fútbol. Vivía al lado del colegio, así que le dejó la llave del centro para que practicara siempre que quisiera. Como otros tantos niños (entre ellos el mítico Miguel Ángel Aranzabal, fundador en Madrid del pub Rebote y entrenador histórico del Canoe) dio sus primeros botes en el Claret de la capital grancanaria.

No tuvo espejos, modelos a los que imitar. La tele no empezó a dar partidos hasta la temporada 63-64 y a Canarias sólo llegaban los de Copa de Europa del Madrid y con un retardo de quince días. Su estilo fue único, peculiar. Fue un autodidacta. Hacía el baloncesto que le salía de dentro.

Ya jugando en el Metropole, en el revuelto año 68 de la primavera parisina, el conflicto de Vietnam o el asesinato de Martin Luther King, recibe la llamada del Madrid, de Pedro Ferrándiz. Melo se cree que es una coña y lo cuelga. Como sigue sin creerlo, su interlocutor le da el número del club para que llame él y tras una nueva comunicación se queda sin palabras. Empieza a entrenar a diario con el junior de Manolo Villafranca, en agosto juega el Europeo de la categoría en Vigo y a los tres meses de fichar por el club blanco se incorporaría al primer equipo donde permanece once exitosas temporadas. Su llegada coincidió con otro mito en el puesto de base, Vicente Ramos. Ganó diez Ligas, seis Copas, dos Copas de Europa (en las que fue principal protagonista) y tres Copas del Mundo.

De su etapa blanca todavía hoy se recuerdan tres partidos memorables.

En la edición de la Copa de Europa de 1974, el Madrid se presentaba en la final de Nantes sin el legendario Emiliano Rodríguez, que se había retirado un año antes, pero con el impronunciable Walter Szczerbiak como fino sustituto. El partido estuvo a punto de no disputarse, pues en el país vecino se habían decretado tres días de luto tras el fallecimiento de su ex presidente George Pompidou. El rival, el histórico Ignis de Varese que disputó diez finales seguidas de la competición para ganar cinco, era el claro favorito. Con 16-26 en contra Ferrándiz da entrada a Cabrera, que impulsivo comete dos personales en 20 segundos al intentar robarle el balón a Ossola, pero cambia el ritmo del partido y acerca al Madrid en el descanso, 34-39. En la segunda parte los blancos remontan y seis puntos seguidos de Carmelo (terminaría con 16) ponen el marcador a 72-68. Ante la presión italiana, Cabrera comete dos faltas de ataque y con 78-74 queda eliminado. Cuando Vicente Ramos se está despojando del chándal, Ferrándiz sorprende y saca a un imberbe Corbalán de 18 años, que a la postre resulta decisivo con cuatro libres para la victoria 84-82.

Tras caer en las finales del 75 en Amberes y del 76 en Ginebra ante los varesinos, el Madrid alcanza una nueva final en el 78 en Munich ante el mismo rival. En esa ocasión Juan Corbalán no anda fino y con 22-28 entra Melo para revolucionar el partido y ajustar el marcador al intermedio, 40-41. Prada, que sustituye al lesionado Coughran, seca a Morse, Cabrera se harta de asistir a las dos metralletas blancas, Walter y Brabender, y Rullán domina la zona para imponerse 75-67. Los jugadores alzan en hombros con el trofeo a un Vicente Ramos de paisano que había quedado fuera del acta y los espectadores aúpan a Lolo Sainz y Clifford Luyk. Recojo algunas de las frases de la prensa alemana al día siguiente: “En los segundos finales la cancha era una fiesta con Cabrera como el torero en triunfo” “Baloncesto para soñar y al final lágrimas españolas de felicidad en torno a un mago del balón que se llama Cabrera”.

De sus 6 Copas del Generalísimo cobró papel principal en la del año 70 en el recién inaugurado Palacio de Deportes de León. Sus 25 puntos resultaron capitales para derrotar al Joventut por 102 a 90.

Fue internacional en 102 ocasiones con la selección española y se colgó la medalla de plata europea de Barcelona 73.

Tras abandonar el Real (pedía paso un emergente José Luis Llorente en el Tempus), fue a parar a Valladolid, donde en sólo dos años el dúo Nate Davis-Cabrera enganchó de por vida a una generación. Así el entrenador Paco García o el periodista Antoni Daimiel, entonces niños, recuerdan con nostalgia el día que con 27 abajo al descanso, el gran Nate, que se había roto el escafoides en el partido anterior, se fue a cambiar para jugar la segunda parte y remontar.

Manel Comas intentó ficharlo para el Joventut, pero en los enfrentamientos de la temporada Melo se las había tiesas con Gonzalo Sagi-Vela y prefirió evitar conflictosy dar la oportunidad al joven Montero. Así que emigró a Tenerife, donde tras siete temporadas (las dos últimas en A-1) abandonó el basket. Lo último que hizo el artista en una cancha fue tirarse un gancho desde nueve metros.

Con independencia de los títulos, que fueron muchos, Melo fue un jugador irrepetible, con un dominio de balón, un dribling seco y una visión de pase hasta entonces desconocida. Conducía el contraataque de manera vertiginosa y a su gama de fintas unía un tiro temible, lo que le hacía un jugador casi indefendible. Y no se confundan, al servicio del espectáculo (fue multitud de ocasiones máximo asistente de la Liga) y del equipo. Competitivo al máximo, disfrutaba en las canchas con los ambientes más hostiles, el Palau, Badalona o Magariños, donde se encaraba con la Demencia que le cantaba aquello de “Cabrera, niño pera”.

Ídolo de quinceañeras, rememora que Antonio Díaz Miguel entraba sin avisar en las habitaciones de los jugadores, buscando chicas detrás de las cortinas. Las calcetineras, que decía Melo.

De carácter muy extrovertido, como buen canario se convirtió en un experto en pasar cosas por la aduana, desde los típicos cartones de tabaco, hasta tres televisores por delante de las narices de los guardias con la mejor de sus sonrisas, o a idear un misterioso sistema para llamar gratis por teléfono a España en Munich desde las cabinas de teléfono de la capital bávara que trajo en jaque a toda la expedición.

Su hijo Carmelo fue un notable jugador, muy físico y gran defensor, en categoría EBA, al que yo entrené en el Colegio Joyfe, con mi amigo Alfonso Casas, por un par de años.

Sergio Rodríguez
Al Chacho se le recuerda siempre con un balón entre las manos. Sus padres, muy aficionados al baloncesto, a la NBA, y a los Celtics de Larry Bird, le metieron el gusanillo en el cuerpo desde chico. Con dos años ya tenía delante una minúscula canasta, así que creció entre videos, camisetas y pelotas de basket. A los 9 años comenzó a jugar en el Colegio La Salle de Tenerife y con el tiempo empezó a acudir a las competiciones de selecciones autonómicas con la canaria. En la final del torneo cadete le metió 31 puntos a Cataluña, que no sirvieron para llevarse la victoria.

Su nombre empezó a circular por los mentideros baloncestísticos y el Madrid y el Joventut se interesaron por sus servicios. En verano fue convocado por la Federación Española para una primera concentración a cargo de Josep Bordas. A su regreso, tenía encima de la mesa la beca del novedoso Centro Siglo XXI de Getxo. La decisión para un adolescente de 14 años y su entorno no fue tan difícil como pueda parecer. Al chaval le entusiasmó el proyecto de basket y a sus padres, maestros de escuela, les terminó de convencer la sólida propuesta educativa. La experiencia fue magnífica en todos los sentidos y de allí salieron los hermanos Urtasun, Fran Vázquez o Saúl Blanco. Lo que peor llevaba era el frío de Bilbao. Siempre que regresaba a Tenerife de vacaciones lo primero que hacía era llamar a sus amigos para echar una pachanga en las canchas callejeras de La Obra, El Ancla o Las Indias. Allí jugaba hasta que el sol se ponía.

Sergio se asomó al mundo en el Torneo Junior de Menorca, donde causó sensación junto al australiano Brad Newley o a Rudy Fernández. En la Semana Santa siguiente acudió a la concentración con la selección junior, pero el dinero público dejó de fluir y se cerró la Siglo XXI. Málaga y Barcelona ofrecían mucha pasta, pero primó su crecimiento deportivo y se decantó por Estudiantes. Nacho Azofra estaba en los últimos años de su carrera, podía ser un gran maestro para Sergio (y de hecho lo fue, pues el chaval absorbía todas las enseñanzas del veterano) y podría encontrar un hueco más accesible en la élite. Pero le costó adaptarse a Madrid; la residencia de Estudiantes estaba a una hora en metro del Ramiro y el chico volvía a casa para comer. Total que se tiraba todos los días cuatro horas en metro para acudir a los entrenos y para alguien acostumbrado a caerse de la cama y tener la cancha al lado, se le hizo difícil, por lo que en Navidades se fue a compartir un piso y el año siguiente se estableció en el Parque de las Avenidas. Simultaneaba el equipo EBA con el Junior.

En enero del 2004 disputó el Torneo de Hospitalet Junior posiblemente de más nivel de la historia. Arrasó el reconocido instituto Oak Hill de Virginia, con los ahora estrellas NBA Josh Smith y Rajon Rondo (le metió 55 puntos al Estu), y sobresalieron Antelo en el Madrid, Marc Fernández y Fontet en el Barsa, y El Chacho y Carlos Suárez en el Estudiantes.

En marzo Sergio acudió en San Antonio al Nike Hoop Summit, que junta a los mejores jugadores juniors del mundo. Entre los americanos, llamaban la atención Dwight Howard, Sebastian Telfair, Josh Smith o Al Jefferson; por los europeos, dirigidos por Sandro Gamba, Leni Roko Ukic, Johan Petro o Nemanja Aleksandrov. Anotó 5 puntos en 14 minutos y regresó alucinado tras presenciar algunos partidos NBA.

En abril alcanza el bronce en Manheim con la selección y en el último número de mes Gigantes lo sitúa en su portada y al club no le gusta un pelo, pues creen que es demasiada presión mediática para Sergio y que se puede descentrar y perder por el camino. Quique Peinado, quien le bautizó como el “Spanish Chocolate”, hace un primer reportaje (de los muchos informes y entrevistas que le hará a lo largo de los años) excelente, en el que su técnico, Carlos Sergio, y el director en la Siglo XXI, Txus Rojo, ponen por las nubes su creatividad y capacidad de trabajo, pero confronta esas opiniones con la más dura y exigente del entrenador superior Enrique Fernández, que sitúa un margen de mejora importante en su vertiente defensiva, en la facilidad para perder balones y en su dirección de juego.

En el Campeonato de España Junior prevalece el poder interior de Fontet y Rey en el Barsa sobre la magia del canario (28 puntos y asistencias). Juega el último minuto del partido de Final de la Liga ACB en el Palau ante el Barsa y anota una bandeja de costa a costa ante Femerling.

Y llega el Europeo Junior de Zaragoza… En el partido de presentación ante Lituania Sergio deja loco al pabellón en una primera parte primorosa para terminar el choque con 23 puntos y 11 asistencias. Se gana también a Israel y Grecia, pero las derrotas ante Bulgaria y Turquía suponen una cura de humildad. A partir de cuartos los partidos los retransmite Teledeporte. Ante Rusia es la primera vez que lo veo jugar y alucino, 29 puntos y 7 asistencias de todos los colores; en semifinales, se pasan por la piedra a la Italia de Belinelli, con 17 puntos y 8 asistencias del Chacho; y en una final sublime, victoria 89-71 ante la Turquía de Akyol, Erden, Savas o Demirel, con 20 puntos y 11 asistencias del tinerfeño. Su entrenador Txus Vidorreta ha dado rienda suelta a su base y éste le ha respondido con espectacularidad y pragmatismo. Es el MVP del torneo y entra en el quinteto ideal junto a su compañero Carlos Suárez. Sus estadísticas son estratosféricas, en 32,6 minutos, 19 puntos, 8,5 asistencias, 4,6 rebotes, 50% en triples y unas preocupantes 6,3 pérdidas, pero el halo de chispa, belleza y plasticidad que han dejado sus asistencias sin mirar, sus dos caños y sus espectaculares 1 contra 1 o sus triples quedan para siempre en la historia.

A su vuelta renueva por cuatro años con Estudiantes con una clausula de salida hacia la NBA relativamente baja de medio millón de euros y se incorpora a la primera plantilla colegial con gran impacto. Su jugada de playground rebasando a Grimau y luego a Fucka y a Trías llena los finales de los telediarios. Contra el Madrid en casa en temporada regular, se sale con 13 puntos y cuatro asistencias. Firma por Adidas un gran contrato, eliminan al Barsa en cuartos, para caer ante el Madrid en semis en la Liga de Herreros y es nombrado mejor debutante del año. Como premio acude al Europeo Sub 20 donde la derrota frente a Israel aleja a España de las medallas y es convocado por Pesquera para la absoluta en el Europeo de Belgrado, limitando su presencia a los últimos tres minutos en la lucha del bronce ante Francia.

Su fulgurante trayectoria continúa en su segunda temporada en el Estu. Su extraordinaria aportación no impide la eliminación en cuartos ante el Unicaja. Se va de viaje a Estados Unidos con su agente José Ortiz, para hacer los workouts (entrenamientos privados) con las franquicias NBA. El viaje es agotador, en 10 días prueba para seis equipos y hace 36.000 kilómetros, pero la sensación que ha dejado y la que le ha quedado a él ha sido excelente. Es elegido en el puesto 27 del draft por los Suns e inmediatamente es traspasado a Portland. En España algunas voces se alzan en contra de la precocidad con la que algunos europeos se marchan a la NBA, pero es el sueño de Sergio y se siente preparado.

El verano le lleva al Mundial de Japón con la selección. Hace un encuentro fantástico con tres triples, 14 puntos en 15 minutos en semifinales y España le remonta el partido a Argentina. Campeones del Mundo sin Gasol lesionado para el último partido con una defensa de libro ante Grecia. A su vuelta el Estu le homenajea y su hermano Javier, un escolta de gran mano, que juega en los equipos inferiores del club, le entrega una camiseta conmemorativa.

En septiembre emigra a Portland y queda cautivado con la estructura (Boeing propio) y las magníficas instalaciones de los Blazers, con un pabellón de baloncesto de entrenamiento espectacular en Tualatin, a disposición de los jugadores las 24 horas del día, con máquinas especiales de tiro. Sintoniza inmediatamente con la grada, pero no termina de cuadrar al entrenador, Nate McMillan. Su trayectoria en la Liga fue una montaña rusa, sin llegar a consolidarse. Pasaba de no jugar o hacerlo de manera testimonial a ofrecer destellos de su gran clase en cuanto le daban continuidad, 23 puntos y 10 asistencias ante los Nuggets de Iverson en su mejor partido de su primer año en la franquicia.

Regresa a la selección para el Europeo de Madrid. Se vuelve con la plata a casa tras la derrota ante Rusia, envuelto en un mar de dudas. Ni ha creado ni repartido juego. Tres puntos en todo el torneo con un rol marginal.

En las dos siguientes campañas en el Estado de Oregon más de lo mismo. Partes de la temporada con buenos partidos para desaparecer de la rotación al cabo del tiempo sin demasiadas justificaciones. Tras la tercera es traspasado a Sacramento. Con los Kings establece su record de anotación con 24 puntos y 6 asistencias ante los Hornets, y en febrero ficha por los Knicks de D´Antoni, donde se gana los minutos y la confianza del entrenador como base titular en el Madison y desarrolla su mejor juego.

Pone fin a sus cuatro años al otro del charco y ficha por el Madrid. Sufre en la época de Messina y no recobra sensaciones hasta la primavera de este año, en la que parecía estar más fuera que dentro del club, de la mano de Pablo Laso. Sus playoffs le conducen a la renovación y a los Juegos de Londres, donde recupera nivel y status y se trae la plata.

Ajeno a dudas y miedos, para alegría de todos ha recuperado la sonrisa y está desarrollando su basket arriesgado, singular, diferente y espectacular, incluso ha ganado en actitud defensiva, sin la cual no podía competir. Laso le exige como al que más, pero trata potenciar todas sus virtudes, que son muchas. Probablemente no hay en Europa un base de su nivel de creatividad y de su visión de pase.

Sólo una cosa Sergio, salvando a Itu, ¿a cuántos cracks has visto con barba en este deporte? Como diría mi abuela, quítalela que vas hecho un Adán (es broma, eh).

 

Por Juan Pablo Bravo / @juanpabravo
Colaborador JGBasket
www.contraataquede11.com

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