La charla post partido: esa que se da justo después de que se da la mano a los compañeros árbitros etc. y suele tener como escenario el vestuario.¿Es realmente necesaria? ¿Vale para algo? ¿Podríamos afirmar que no nos equivocamos con nuestras declaraciones? ¿Están en condiciones los jugadores de recibir estímulos y sobre todo de reaccionar como se espera?¿ Somos realmente personas capacitadas para dar en el clavo?
En primer lugar una de las virtudes del entrenador experto consiste en saber cuándo romper la excepción. Hay muchos argumentos para no darla, pero rara vez, quizá haya que decir algo puntual, alguna frase concreta, un mensaje claro…en ningún caso convertir la charla en una terapia.
Es cierto que detectamos que hay jugadores que pueden irse con una percepción del partido equivocada (por ejemplo, aquel jugador que ha perdido veinte pases pero que nosotros los entrenadores sabemos que no tiene por qué ser grave y el precio a pagar para que se convierta en un buen pasador es ese; quizá el jugador no sepa que esto está ocurriendo o no tenga la sensación de avanzar sino más bien de lo contrario), pero normalmente, este tipo de reacción o sensación no sana justo después de la charla, sino que se repite, a pesar de haberle explicado todo, partido tras partido. Aquí se genera un problema de comunicación, confianza, aclaración de objetivos, o cualquier otra razón, por lo que la charla no solo es insuficiente sino que puede agravar el problema.
Cuando termina un partido generalmente no es momento de analizar. Los jugadores tienen el cuerpo y la mente «caliente» y sobre todo cerrada y agotada. No están aptos para recibir mensajes ni mucho menos para ahondar en dicho mensaje, tanto si hay euforia como estrés o decepción. La charla pierde fuelle y valor.
Por eso, si se quiere que la charla tenga valor debería hacerse después de pasado un tiempo: quizá esa misma noche si estás en un torneo o campeonato, cuando ya no hay adrenalina y todo está más calmado; o bien en el entrenamiento siguiente, donde además podemos utilizar el mismo entrenamiento para apoyarnos con la charla (hacer ejercicios divertidos, con ritmo, reforzar aquello que los jugadores hacen bien, o entrenar aquello que hacen mal si el partido lo hemos ganado y la confianza es desmesurada, etc). En resumen, cuando el jugador está capacitado para escuchar, analizar y comprender.
Por otro lado: ¿es bueno que el jugador se vaya a casa y se coma la cabeza mientras cena, mientras está acostado ,durante el día siguiente? En muchos casos se podría afirmar que la auto exigencia es un valor que pocos jugadores tienen y que no debemos mitigar, así como la capacidad de pensar, valorar, replantear etc. Cierto que a muchos esta situación les genera estrés, pero como dijimos anteriormente, la charla post partido no se puede utilizar ni equiparar a un tratamiento psicológico.
Y ¿qué decir del entrenador? ¿Somos todos como Terminator sin nervios o sentimientos? ¿Estamos realmente controlando todo sin que nos afecte emocionalmente nada de lo que ocurre? El entrenador también ha tenido poco tiempo de analizar y pensar sobre el partido, sobre la evolución y sobre los resultados futuros, además de que debe cuidar mucho qué va a salir de su boca tanto después de un partido ganado (euforia) como después de uno perdido (impotencia, decepción, ¿ira?) Somos vulnerables a lo que pueda ocurrir y al resultado de un partido, con la diferencia que se nos ha otorgado un poder que puede que bajo los efectos de la derrota o de la victoria lo mal usemos: el poder de que nuestra opinión y nuestras palabras importan, tienen mucho valor y calan en el jugador mucho más de lo que creemos (o queremos!)
En resumen, no me parece grave tanto el contenido de la charla (que ya seria otra cuestión a analizar) sino el momento donde más influencia pueda tener hacia el receptor o mejor la pueda exponer como entrenador el emisor, que en la mayoría de los casos NO es después de un partido.
Juanki Rivero. Entrenador Superior de Baloncesto en C.B. San Agustín, Madrid.