El tiempo da y quita razones y veinte años es plazo más que suficiente para analizar la trayectoria de un profesional. La historia de Zeljko Obradovic da mucho de sí, tanto como el guión de una buena película en Hollywood. Tiene éxito, muchas horas de trabajo y una pizca de suerte.
Transcurridas dos décadas la opinión generalizada le sitúa como el mejor entrenador del baloncesto europeo actual, pero tirando de hemeroteca el serbio podría echarse unas risas con las críticas que sobre su trabajo se han vertido.
Como de todo hay, trataré de ser lo más riguroso posible con los hechos e ir dando una visión subjetiva (lo más objetiva posible) del personaje.
De la cancha al banquillo
Jugador de nivel, base titular del Partizán, obtuvo con Yugoslavia la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Seúl 88 ante el resucitado Sabonis y la de oro en el Mundial de Argentina 90 con uno de los mejores equipos que se recuerdan. Correcto, sobrio, ordenado, mandón, gran conocedor del juego, era el base que todo entrenador querría como su prolongación en la cancha.
Algo de esto debió ver en él su paisano e ídolo Dragan Kikanovic, también nacido en Cacak, cuando le ofreció en junio del 91 el puesto de primer entrenador del Partizán. Estando convocado con la selección yugoslava preparando el Eurobasket de Roma aceptó la propuesta y abandonó la concentración. Cuenta que su mujer le tomó por loco y se tiró una semana sin hablarle. Entre bromas explica que decidió colgar las botas y que la gente se cuestionara por qué lo hacía antes de que le preguntaran cuándo se retiraba. Tenía 31 años.
Así, de la mano de su maestro Asa Nikolic empezó su periplo por los banquillos. Llegó a confesar que los tres primeros meses apenas podía dormir, con algunas dudas que acechaban en su cabeza “si vas a entrenar y un jugador te pregunta algo y no tienes la respuesta adecuada, tienes un problema”. Todo era un reto: entrenar al equipo de su vida, a unos jugadores muy jóvenes que habían sido sus compañeros hasta hacía unos meses y en el que sus dos estrellas emergentes, Djordjevic y Danilovic, no se hablaban; jugar en el exilio fuenlabreño la primera fase de la máxima competición continental; pasar el cruce de cuartos con el factor cancha en contra nada menos que ante la Knorr de Bolonia y presentarse en la Final Four de Estambul como víctima propiciatoria de la todopoderosa Philips de Milán. “Quién piensa eso es que no nos conoce” lanzó el serbio. Y así se deshizo en semifinales de los italianos y en la final del Joventut de Badalona con el tiro perfecto, el triple de Sasha Djordjevic en el último segundo. “La clave del éxito, el trabajo en defensa”, sentenció Zeljko con una filosofía que le ha acompañado durante toda su carrera. Cuenta que el maestro Ivkovic le felicitó al terminar el partido y le dijo que ganaría muchas cosas más. Premonitorio.
Toda Europa vino a buscarlo, pero las prisas no son buenas consejeras y aunque la ONU prohibió la participación de los equipos serbios en competiciones internacionales, Zelkjo decidió continuar su formación en Belgrado. Hablaba cinco horas diarias con el gran Nikolic. “Nunca se cansaba de explicarme cosas. Nunca me cansaba de oírle”.
¿La flor en el culo?
En junio de 1993 recaló en el Joventut para intentar devolverle lo que a orillas del Bósforo le había quitado. Su arranque en Badalona no fue sencillo. Se armó cierto revuelo por un tiempo muerto pedido con el partido ganado que irritó sobremanera al gran Manel Comas (muchísimo ánimo sheriff) y el equipo tardó en coger la filosofía del balcánico, pero su primera disección nada más aterrizar fue la correcta “Creo que un aspecto que podemos mejorar es el de la defensa”. Convirtió a un equipo de talento, con gran cantidad de recursos en ataque, excelente juego exterior y gran contraataque, pero irregular y de moral quebradiza en Campeón de la Euroliga, aunque fuera menos vistoso. En la llamada Final Four del pánico por los atentados que por esos días asolaban Israel, con Tel Aviv prácticamente en estado de sitio, la Penya remontaba al Barsa la primera semifinal a base de triples. A la conclusión, Aito reconoció públicamente (los grandes también fallan) que se había equivocado manteniendo la zona durante tanto tiempo en la segunda parte. La final ante el Olympiakos estaba servida y en la previa Zelkjo no se escondió y proclamó saber cómo derrotar a los griegos. “A Fassoulas y Tarpley no les gusta defender fuera de la zona así que debíamos aprovechar el buen tiro de Ferrán y Thompson, con el inconveniente de que dejábamos al equipo sin rebote ofensivo. Por eso era importante el trabajo de Villacampa y Smith en sus entradas”, diría luego confirmando sus grandes dotes de estratega. A minuto y medio del final 4 abajo, Villacampa acercó a la Penya con un triple y Corney Thompson dio la victoria a 15 segundos con otro. Algunos se escudaron en el pírrico resultado 59-57 y en la “suerte” del serbio para restar mérito al triunfo, pero Obradovic, que no hace suyo el espíritu de Coubertain “de participar nada, hay que ganar”, se cargó de razones “el tiro de Djordjevic en Estambul fue un lanzamiento normal que practicó antes miles de veces. La gente habla también del de Thompson, pero no de que Olympiakos no metió ninguna canasta en los últimos siete minutos. ¿Eso es suerte?”. Se le trajo para hacer campeón a un club con 67 años de historia y eso hizo.
Su paso por la Casa Blanca
Concluida la temporada, la Penya acumulaba un déficit de unos 250 millones de las antiguas pesetas y le pidió que rebajara su contrato. No aceptó y se desvinculó del club.
Mariano Jaquotot entró en acción y atraído por la fama de entrenador ganador y duro “pongo todos los medios a mi alcance para que el equipo gane, pero no voy a variar mi filosofía: trabajo, trabajo y trabajo”, se lo llevó para el Madrid, donde pasó tres años y probablemente donde le salieron más canas. Hasta mediada la temporada se mostró muy descontento con el juego del equipo, se quejaba, a veces en público tratando de motivar a los jugadores, de falta de intensidad en los entrenamientos, de que la carencia de rebote defensivo imposibilitaba el contragolpe, de la poca dedicación en defensa, de las limitaciones de cara al aro de algunos de sus hombres, del poco movimiento de los jugadores sin balón, de la mala lectura de los pases interiores, etc…, pero no claudicaba, negándose a levantar el pié del acelerador “estoy aquí para ayudar a estos hombres. Mi trabajo es mejorar todos los aspectos posibles de cada jugador y no sé otra manera de hacerlo. No voy a decir que bien haces esto o lo otro si no es verdad. Me han contratado para algo y, hasta que me dejen, trabajaré a mi manera”. Pocos le defendían. Recuerdo un artículo en Gigantes del malogrado entrenador Alfredo Calleja, con el que coincidí en Villalba, que “daba un brazo por él” y no se equivocaba por que Zelkjo hizo Campeón de la Euroliga al Madrid, vertebrando sus esquemas alrededor del juego interior de Sabonis, al que tuvieron todo el año mosqueado con constantes retrasos en los pagos, y Arlauckas. Completaban el quinteto titular de la final dos excelsos defensores, Santos y García Coll, y un base muy físico como Antúnez. Se presentó en Zaragoza con la prensa de uñas por la ley de silencio que había impuesto quince días antes, pero salió victorioso con una exhibición de defensa y control. La plana de directivos futboleros se subieron enseguida al carro del triunfo con Ramón Mendoza a la cabeza, pero él se acordó del que lo trajo, Mariano Jaquotot, fallecido poco antes.
Su segunda temporada en el club fue un desbarajuste. Sabonis se marchó a la NBA y el Madrid afrontó una reestructuración importante en la plantilla. El equipo llegó a la Final Four de París, pero fue eliminado en semis por el Barsa, al que ganó la final el Panathinaikos con el tapón ilegal de Vrankovic a Montero. Hace poco le oí contar al gran Daimiel que los americanos habían hecho un estudio en que se demostraba que la bandeja no hubiera entrado si el croata no hubiera tocado la bola. A saber.
La crisis institucional del Madrid tomó dimensiones épicas. Ferrándiz salió victorioso de la lucha por el poder que mantuvo con Pesquera con la eterna renovación de Arlauckas de por medio, Lorenzo Sanz se convirtió en nuevo presidente y el equipo fracasó y se quedó en los cuartos de final de la Liga ante el Caja San Fernando, sin posibilidad de jugar la Liga Europea siguiente. Entró Miguel Ángel Martín en la dirección deportiva y en verano Zelkjo se revalorizó con la plata olímpica de Atlanta en su primera presencia como entrenador jefe de Yugoslavia, en dónde nadie le discutía. De regreso se trajo a Bodiroga y se fichó a Herreros para formar una de las mejores plantillas que ha tenido a su disposición. Pero las aguas siguieron sin bajar en calma. Se ganó la Eurocopa ante un rival menor, el Riello Verona, y por primera vez un equipo perdió la Liga en casa en el quinto partido. Aito le ganó la partida y fue la Liga de Dueñas y el último encuentro de Zelkjo en el Madrid. Terminó su contrato harto de las continuas filtraciones del club, de las críticas de la prensa, de la división del vestuario que le acusaba de trato de favor hacia algunos jugadores, especialmente a Bodiroga, y de persecución a otros (Antúnez, Santos y Mijailov, al que llegó a mandar al vestuario en medio de un partido, se llevaban todas las broncas).
Emigró rumbo a Italia a Treviso y en dos años ganó una Copa Saporta con la Benetton.
Un Dios en el Olimpo
Fue en Atenas donde Zeljko encontró su lugar en el mundo y llenó las vitrinas del Panathinaikos de trofeos: 5 Euroligas, 11 Ligas Griegas y 7 Copas Griegas en 13 temporadas.
Allí se convirtió en un Dios para una afición devota y entregada que coreaba su nombre al ritmo de porompompero de Manolo Escobar, que hace dos años, cuando se rumoreó que iba a dimitir, tras caer derrotado en dos ocasiones ante el Maroussi en el Top 16 y enfrentarse al hijo del presidente que bajó al vestuario a increpar a cuadro técnico y jugadores, se congregó tras el entreno posterior en número de 800 aficionados en el aparcamiento del pabellón, haciéndole desistir de su propósito, o que le idolatraba de rodillas después de ser eliminados en las semifinales ante el CSKA de la última Euroliga.
Allí maduró como técnico.
Exprimió al máximo las virtudes de sus jugadores, con arengas como la del intermedio ante el flojo Brose alemán “¿quieres jugar en el Pana? Sabes lo que tienes que hacer. Si lo haces, bien. Si no, la puerta está abierta”, o con cachetes o muestras de afecto.
Se consolidó como un líder, un motivador de grupo, un gran conocedor del juego., siempre atento a los pequeños detalles, “un entrenador siempre tiene que corregir lo que ve mal y lo mismo lo puedo hacer
al inicio de un encuentro que ganando de 25 puntos”.
Se mostró como un excelente preparador de grandes citas y grandes partidos, “quedando dos semanas nos machacaba literalmente. Tres o cuatro días antes te empezaba a transmitir que todo era positivo, que habíamos trabajado muy bien y eso te proporcionaba mucha tranquilidad”, argumentaba Johnny Rogers. Se desarrolló como un enorme estratega, interviniendo en el rumbo de los partidos con ajustes puntuales sobre la marcha. Veía venir las situaciones antes que nadie y aportaba casi siempre las soluciones más eficaces.
Su última Euroliga ganada
En la temporada 2010-2011 se cruzó en cuartos de final de la Euroliga con el vigente campeón entonces y favorito claro, el Barcelona, con desventaja de campo. Para más inri la Final Four se celebraba ese año en la capital condal. Todo estaba en contra.
Pero el Pana y Zelkjo dieron un clinic de baloncesto. Perdieron el primer partido por escaso margen y dieron la vuelta al segundo con diferentes alternativas defensivas: individual, caja y uno, zonas de ajustes… dirigidas a anular la producción de las principales figuras azulgranas, especialmente Navarro, y a ralentizar el juego. Flotó descaradamente a Ricky y a Sada que fueron perdiendo confianza en su tiro y presionó a los colegiados haciéndoles virar sus criterios hacia una arbitraje valiente. En Atenas más de lo mismo, estrategia, defensa y control para anotarse dos victorias seguidas y clasificarse a la Final a Cuatro del Sant Jordi.
Allí los griegos realizaron dos partidos extraordinarios. Salvaron el primer escollo del Montepaschi Siena y ganaron al Maccabi en una de las finales más atractivas de los últimos años, plena de ritmo y de acierto sobre todo durante la primera mitad. Juego rápido, contraataques, transiciones o llegar jugando, y excelente selección de tiro de ambos, con un montón de pases extras. En los últimos veinte minutos los helenos dieron una vuelta más de tuerca a su defensa, Sato abrió brecha con tres triples y Diamantidis y Batiste, sus dos estandartes, se adueñaron del partido para llevarse el título al zurrón. Un detalle, el serbio del primero que se acordó en su dedicatoria fue del padre de su fiel ayudante en la Penya, José María Izquierdo, que la noche anterior había fallecido.
Sus jugadores
Se le acusa de trato distinto y Zeljko se justificaba en abril del 97 en Gigantes: “Para mí todos los jugadores son iguales; intento tratarlos a todos por igual. Pero cada jugador es un mundo, tiene una personalidad diferente y requiere un trato distinto para que reaccione”. La realidad es que es muy listo. Cuida mucho a sus estrellas y aprieta hasta la extenuación a sus gregarios para que hagan su labor.
No perdona ni la indolencia ni la falta de concentración ni la deslealtad. Con Spanoulis no se habla desde que le dejara tirado camino del Olympiakos.
Después de tantos años es raro el jugador que habla mal de él. Batiste tras nueve años juntos “moriría por él. Es como un padre”, y ahonda en su hambre de títulos “nos hace sentir como si tuviéramos que ganarlo todo siempre”. Rafa Jofresa alaba su conocimiento, su empatía con el jugador, su humanidad (como su hermano Tomás) y su clarividencia “me hizo entender el baloncesto de manera total”. La nueva estrella balcánica, Dario Saric, está loco por entrenar a sus órdenes “es el mejor entrenador del mundo, mejor que Popovich”. Y Arlauckas probablemente cuadra con la mejor definición “cuando le conoces y te entrena, lo matarías; cuando termina la temporada, matarías por él”.
Este año, el del lock out en la NBA, desestimó el ofrecimiento del fichaje de Kevin Garnett para unos meses, manteniendo la estabilidad del grupo.
Sus entrenos son cortos, una hora y media exacta, pero al límite. Prácticamente sólo hace 5 contra 5 en medio campo (de las sesiones de tiro se hacen cargo sus ayudantes). Corrige hasta el más mínimo detalle. No permite errores. Siempre intensidad y tensión.
Echa por tierra dos mitos del basket moderno en los choques importantes: las rotaciones y el contraataque. Las finales las ganan los buenos y es casi imposible hacerlo corriendo permanentemente (no te dejan, te lo impiden con buen balance o con faltas).
Su filosofía de vida
Confiesa que vive para disfrutar con sus amigos. Adora a sus colaboradores y mantiene un íntimo contacto con los que fueron sus ayudantes en España, Ángel Jareño y José María Izquierdo, a los que ve en vacaciones en su casa de Calella.
Ha ganado muchísimo dinero con el basket (se hablaba que en sus últimos años en el Pana se llevaba más de 3 millones de euros limpios). Generoso. Para su 50 cumpleaños, que coincidía con el veinticinco aniversario de su hija, invitó a 600 personas venidas de toda Europa a la mejor discoteca de Belgrado con todos los gastos pagados por él. Acudieron jugadores, políticos, actores, cantantes, con una consigna, prohibido llevar regalo, mejor realizar aportaciones a causas benéficas.
Hace un par de años le entraron a robar en su lujoso chalet ateniense. Los ladrones se llevaron un porsche último modelo recién comprado, 50.000 euros en efectivo y otros 45.000 en joyas. A él no le pillaron en casa. Según el relato de la noticia, estaba celebrando la victoria sobre el Armani Jeans milanés.
Sus asuntos se los lleva desde hace años el abogado José María Mesalles y es dueño de varios restaurantes en nuestro país.
Le gusta la vieja Europa y descarta entrenar en la liga profesional americana. No le llama la atención.
Para terminar, una declaración de intenciones en su despedida del Pana “Los principios que me han inculcado en mi familia siempre me recuerdan que lo más importante es respetar a la gente, si quieres ser respetado”.
Por Juan Pablo Bravo
Colaborador JGBasket
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