Por Javier Balmaseda | Foto portada M. A. Forniés
Seguimos con el serial de tres capítulos para ahondar en la figura de un jugador que se ha convertido en leyenda del baloncesto español. En este tercer, y último capítulo, hablamos con José María Pedrera, compañero de Epi en el Barcelona.
Juan Antonio San Epifanio ‘Epi’ nació en Zaragoza el 12 de junio de 1959 y fue un deportista que, además de enganchar a toda una generación de españoles en la década de los ochenta y noventa, todavía hoy sigue siendo alguien con un magnetismo especial. Por este motivo no es de extrañar que, a pesar de que han pasado ya casi 30 años desde su retirada de las canchas de baloncesto, sean muchos los que siguen recordando detalles junto a él. Este es el caso de José María Pedrera, que fue compañero de Epi en el Barcelona y tiene grabados a fuego muchos momentos con él.
JOSÉ MARÍA PEDRERA
Alero de 2,00 m formado en las categorías inferiores del Barcelona, dio el salto al primer equipo del Barcelona a comienzos de los noventa.
¿Cómo fue tu salto al primer equipo del Barcelona?
Era precisamente por las lesiones de algunos jugadores, entre ellos Epi, Audie Norris y Xavi Crespo. Recuerdo que nos subieron a cuatro o cinco júniores para ayudar al primer equipo durante bastante tiempo, porque eran lesiones de meses. Luego ya Epi se recuperó y seguimos entrando en dinámica del primer equipo. Como ídolo mío que era, porque Epi era el mejor de la época, aunque a primera vista lo veías un poco serio, luego era una persona fantástica que nos ayudaba en todo lo que podía. No te regalaba nada en los entrenamientos, eso sí, iba a tope, pero es verdad que en los entrenamientos y fuera te ayudaba todo lo que podía. Era una persona fantástica, como la mayoría de la plantilla.

Foto Miguel Ángel Forniés. Jose María Pedrera. FC Barcelona
¿Cuál es tu primer recuerdo con él?
Bueno, recuerdo más los viajes. Me acuerdo cuando bajábamos a cenar en los hoteles y los veteranos estaban antes de tiempo. Los juniors éramos los últimos en bajar porque estábamos en las mismas habitaciones con ellos, y primero se duchaban ellos y bajaban a cenar, y luego ya íbamos nosotros. A mí me llamaban Pata Negra, me decían Pata porque soy de Extremadura, y luego te explicaré la anécdota. Y bueno, llegábamos al comedor y me decían: “Pata, pata, tú aquí, a mi lado”. Y me sentaban entre Epi y Nacho Solozábal. Yo era un niño que había salido con 14 años de Mérida, con la ilusión de poder llegar algún día a debutar con el primer equipo con las estrellas que había en ese momento, como Nacho Solozábal, Epi, Audie Norris, Piculín Ortiz, o sea, un elenco de estrellas impresionantes. Y cuando llegas allí es el sueño hecho realidad, y si encima luego te aprecien de esa manera, pues la verdad es que es algo que no se me olvidará en la vida. Yo me sentaba allí más ancho que pancho, porque es verdad que por mucha estrella que viera, yo soy una persona abierta que no me cortaba porque esté Epi delante.
Háblanos de cómo entrenaba Epi.
Él llegaba a los entrenos antes y era de los últimos en irse. No es como el baloncesto de hoy en día que, a lo mejor, los que son más estrellas llegan a última hora e intentan escaquearse en algún momento de los entrenos, porque eso lo he visto yo, pero él no, él iba siempre a tope porque es verdad que técnicamente, lo que era de bote… no era ninguna maravilla, pero a base de entreno, de ese ímpetu, de no regalar nada en cada entreno, y tirar y tirar y tirar, fue el jugador que fue, que para mí fue el mejor jugador de la época.
Él vivía por la parte de Esplugues de Llobregat, y muchas veces nos hacía el favor a los juniors, como no teníamos el carnet de conducir, de pasar a por nosotros y llevarnos al pabellón, o bien, a la hora de irnos, pasar por la Blume o por el piso que teníamos allí al lado, y dejarnos en casa. Nos decía: “No os preocupéis que ya os acerco yo”, tanto al pobre Ángel Almeida, que vivía conmigo, como a mí. Muchas veces nos metíamos en el coche y nos dejaba en casa o bien nos recogía.
Menudo detalle.
Sí, yo me acuerdo que él vivía por la parte de Llobregat, no sé si en Sant Joan Despí, no recuerdo bien, pero tenía que pasar por allí o se desviaba y nos dejaba. Lo hizo en más de una ocasión, y era de agradecer. Éramos chavales de 16 o 17 años y el acercarnos nos evitaba tener que coger un autobús. La verdad es que es impresionante.
Y en una de estas cenas, que ahí voy con la anécdota, que es muy curiosa, claro, ellos me llamaban Pata, y yo les contaba que tenía un tío que trabajaba en una fábrica de jamones en Extremadura y venía todos los meses con un camión. “¿En serio, Pata?”. Me dijo Epi. “Sí, sí”, fue mi respuesta. Epi: “¿Y te podemos hacer un pedido?”. Yo le dije: “Yo se lo pregunto y ya te digo cosas”. Y se lo pregunté, y me dijo mi tío que sí, que sin problema, que hicieran el pedido de jamones y quesos y ya luego los mandaba. Y así fue, hicimos un pedido entre todos, ahora no recuerdo, eran Epi, Solozábal, Montero… todos los de la plantillas, tres o cuatro jamones cada uno. Recuerdo un pedido de 27 o 28 jamones pata negra y quesos, y cuando llegó el pedido le dije a Epi: “Oye, me han dicho que los jamones están…”, no me acuerdo del sitio, sé que era por Hospitalet. Y Epi: “Vale, vale, mañana paso a por ti y vamos”. Epi pasó por mi casa, me pitó, yo bajé y nos metimos en su coche, fuimos a recoger los jamones y los llevamos al pabellón y allí cada uno se llevó los suyos.
Tendría un coche grande…
Me parece que era el Audi 80, o algo así. Si no recuerdo mal era rojo. Y luego se pasó al Mitsubishi Montero, un 4×4, y recuerdo que, como ya conducía en alto, hizo este comentario: “Ya no cojo ningún coche que no sea en alto”. No sé qué coche tendrá ahora, pero en aquel momento lo dijo.
¿Recuerdas si tenía alguna manía o rutina en los entrenamientos o partidos?
No, que yo recuerdo no tenía manías. Él era súper profesional, llegaba a los entrenamientos y empezaba con sus tiros. Y bueno, en esa época como ya era mayor, calentaba bastante, llegaba con tiempo para calentar mucho para nada más empezar los entrenamientos estar a tope.
¿Y su tiro a tabla?
Sí, ese tiro lo entrenaba. Su tirito a tabla a 40 – 45º, sí, sí… la parada en dos tiempos y tal, luego a la hora de tirar el tiro libre, lo que hacía siempre antes del tiro libre, que le decíamos que si mataba cucarachas, con la pierna derecha… La verdad es que cuando eres niño lo imitabas, era el ídolo y lo que él hacía intentabas hacerlo tú. Luego verlo tan abierto con los juniors y ayudarnos es algo que no olvidaré. A día de hoy se lo cuento a mi hija, y cuando nos sentamos en cenas con amigos y me preguntan, salen mucho estas anécdotas.
¿Os explicó por qué daba ese pisotón antes de los tiros libres?
No, no, ya llevaba tiempo haciendo eso… Le veíamos hacerlo y claro, a veces te salía la sonrisa, diciendo: “Joder, estoy aquí al lado y estoy viendo lo que he visto por la tele muchos años”. La verdad es que era una pasada. Y entrenando si te tenía que sacar el codo te lo sacaba, no te regalaba nada en los entrenos, claro, él ya era mayor y nosotros estábamos empezando, y esto yo lo veo totalmente bien, como diciendo: “Yo todavía estoy aquí, si quieres venir a quitarme el puesto te lo tienes que ganar”. Y luego terminaba el entreno y era una persona maravillosa.
Yo me acuerdo que en aquella época, tanto Ángel Almeida como yo, que vivíamos juntos, teníamos muy buena relación con Epi, Solozábal, Audie Norris, Piculín Ortiz. Con Piculín me acuerdo también que, al salir de un entreno cuando era el cumpleaños de ‘Picu’, nos invitó a cenar a Ángel Almeida y a mí. Piculín también nos presentó a Juan Luis Guerra una vez que estuvo en Barcelona… estas cosas son las que te quedan en la retina. A día de hoy, con Piculín, a través de las redes sociales a veces no hemos saludado.
Epi era el líder del equipo, ¿no?
Sí, pero nunca le vi una mala cara, nunca, de verdad. Nunca le vi faltar el respeto a nadie en ningún entreno, ir duro sí, si tiene que dar algún golpe lo daba, él también se los llevaba, pero nunca, nunca, ni una mala cara ni un desprecio, ni nada. La verdad es que es un deportista 10. Simplemente con su presencia ya se hacía respetar por todos. No era de mucha charla, por lo menos el tiempo que coincidí yo con ellos, pero sí que es verdad que se notaba cuando estaban él y Nacho Solozábal por el respeto que tenían los entrenadores hacia ellos y viceversa, o sea, los tomaban súper en serio porque eran dos profesionales como la copa de un pino.

Foto Miguel Ángel Forniés.
Entrevista por JAVIER BALMASEDA
Colaborador JGBasket
Fotos MIGUEL ÁNGEL FORNIÉS nació en Badalona el 18 de septiembre de 1952. Estudió en los Salesianos Badalona y en el Colegió Badalonés. Servicio Militar en Campo Soto, Cádiz.
Fotoperiodista de Devoción. Colaboró con Eco Badalonés, 5Todo Baloncesto. Desde 1981 con Nuevo Basket como fotógrafo. Primer fotoperiodista en viajar a ver y fotografiar partidos de la NBA en 1984. Europeo de 1973, cinco Mundiales Júnior (de 1983 a 1999). Quince meses trabajando, viviendo y jugando a baloncesto en Argelia (Sidi Bel Abbès).
Mundial de España 1986, Mundial de Argentina en 1990. JJOO de Barcelona 1992 como adjunto del jefe de prensa de baloncesto. Ha escrito dos libros, Crónica de un viaje alucinante (en 2009) y Memorias Vividas (en 2015). Durante 19 temporadas (1996-2014) responsable de prensa del Club Joventut Badalona.