Foto portada. Miguel Ángel Fornies.
Un artículo de Javier Balmaseda
Fueron muchas las batallas deportivas que libró Fernando Martín sobre una cancha de baloncesto, pero hay una, posiblemente la más desconocida, que significó un cambio radical en su vida. Hoy, día en que se cumplen 35 años del triste adiós del mito, damos luz a esta historia.
Antes de que el baloncesto se cruzara en la vida de Fernando Martín a finales de 1977, cuando solo tenía quince años, el tercero de los Martín Espina ya había coqueteado con otros deportes en los que, como no podía ser de otra manera dado su instinto ganador, era uno de los chavales que sobresalía por encima del resto.
Lo cierto es que el deporte siempre estuvo muy presente en la familia Martín Espina, primero porque tenía un peso muy importante en la educación, y segundo porque los cuatro hermanos entraron en la dinámica de practicar todo tipo de actividades deportivas, sobre todo Fernando y Antonio, a los que, debido a su gran envergadura física, un médico les recomendó realizar mucho ejercicio. De este modo, Carmela (su madre) apuntó a los tres mayores al Club Natación Jiménez, a los que más tarde se les uniría Antonio. Pedro Martín (el segundo de los hermanos) lo recuerda así: “Teníamos dos clases al día en la piscina. La primera era muy temprano, a las siete y media de la mañana, y la segunda por la tarde, después del colegio”. Otros deportes como el judo, taekwondo, ping-pong o balonmano también estuvieron muy presentes en las vidas de los cuatro hermanos e incluso, la afición de Fernando por alguno continuó tras descubrir el baloncesto, como argumentan Nacho Pinedo y Patas Beltrán, que, además de haber sido compañeros en Estudiantes, tuvieron un estudio de fotografía en la calle Jorge Juan que Fernando frecuentaba en sus ratos libres durante su etapa en la academia APRO: “Por el estudio pasaba mucha gente relacionada con la fotografía, la moda o la música, y eso a él le parecía interesante y atractivo. Pero sobre todo había una cosa que le llamaba mucho la atención: la mesa de ping-pong que teníamos. Como a Fernando no le gustaba perder ni a las chapas, se entregaba al máximo en aquellas partidas contra nosotros y a veces se iba sudado a las clases porque lo había dado todo para ganarnos”. Igualmente, el periodista Nacho Calvo fue consciente de la pasión de Fernando por este deporte: “Un día hablando con él, me dijo que lo que realmente le gustaba cuando no jugaba al baloncesto era el ping-pong. Era un consumado jugador de tenis de mesa. Incluso le comenté la posibilidad de que participara como comentarista en un programa que teníamos en TVE sobre el tenis de mesa olímpico. Estaba encantadísimo con la idea porque era un deporte que practicaba y le encantaba, aunque finalmente no pudo hacerlo por los compromisos que tenía con el Real Madrid”.
El balonmano también ocupó un lugar muy importante durante sus años en el colegio y, de hecho, era el deporte que practicaba al principio. Antonio Martín: “La verdad es que le gustaba. El equipo del colegio era bueno y a él se le daba bien. Lo que pasa es que realmente se le daba bien lo que hiciera porque, por ejemplo, también estaba con el ping-pong casi al mismo tiempo y fueron al Campeonato de España Escolar. Pero es cierto que en el balonmano se sentía tremendamente cómodo”. Sin embargo, el destino no quiso que Fernando Martín fuera una figura mundial del balonmano. Bueno, el destino y Mariano Bartivas, su descubridor, un hombre que tuvo que pelear con tesón para que Fernando cambiara el entonces deporte rey en el colegio, el balonmano, por el baloncesto, algo que en aquel momento no resultó en absoluto sencillo.
Cuando Mariano llegó al San José del Parque para encargarse de casi todos los equipos de baloncesto del colegio, una de las primeras cosas que hizo fue pasar rápidamente a Antonio Martín del minibasket al equipo infantil. También conocía a los dos hermanos mayores, que jugaban en los equipos de arriba. En cambio, no sabía de la existencia del otro, que continuaba jugando al balonmano. Por casualidad, cosas del destino, Bartivas se topó un día con Fernando Martín, y el rumbo deportivo del madrileño cambió de dirección. Durante la Navidad de 1977 se organizó un clásico partido en el colegio entre el equipo de balonmano, que lo llevaba don Mariano, y el de baloncesto, dirigido por Mariano Bartivas. Primero se jugaba a balonmano y luego a baloncesto, y se establecían unas diferencias de puntos y goles para que el resultado estuviera igualado. Aunque los chavales de baloncesto tenían un conjunto francamente bueno, en aquel peculiar encuentro el ganador fue el equipo de balonmano, destacando un chaval de manera imponente sobre el resto, Fernando Martín. Mariano Bartivas se quedó asombrado de lo que contempló aquel día: “Fernando nos masacró tanto en balonmano como en baloncesto en aquel partido. Era un superdotado del deporte y en balonmano marcaba exactamente las mismas diferencias. De hecho, cada vez que tiraba movía la portería de la fuerza que imprimía al balón. No obstante, tampoco es que descubriera ninguna cosa que los demás no hubieran descubierto si lo hubieran visto”. Aquel insólito partido cambió la vida de Fernando Martín.
Una tarde, durante una conversación entre Mariano y Antonio acerca de lo bueno que era Fernando en cualquier deporte que practicase, Bartivas le comentó que era una pena que su hermano no jugara baloncesto. Antonio le transmitió que a Fernando le gustaba más este deporte, pero como el profesor de gimnasia, don Mariano, era el entrenador de balonmano, seguía con él. A partir de aquel momento, Mariano Bartivas no se quedaría de brazos cruzados y se puso manos a la obra para que Fernando Martín se pasara al baloncesto: “Hice las gestiones oportunas con el hermano marista encargado del deporte y con mi tocayo Mariano, explicándoles que a este chico (Fernando) había que dejarle practicar lo que realmente le gustara, que es lo que le va a generar un poco más de ganas para ser el mejor de todos los tiempos en el deporte que elija”. Finalmente, Fernando dio el salto al equipo, que tenía un espectacular nivel en las ligas escolares, pero que con su incorporación fue ya una cosa inaudita. Así pues, Bartivas se vio en la necesidad de comunicarle al hermano encargado del deporte en el colegio que su equipo no podía jugar ya en escolares, porque no era didáctico ganar los partidos con tanta diferencia como lo hacían a raíz de la llegada de Martín. Estaba convencido de que con él serían el mejor equipo de Madrid en la liga federativa.
No cabe duda de que Mariano Bartivas fue fundamental para que Fernando Martín se decantara finalmente por el baloncesto en detrimento del balonmano. Pero, además, hubo otros condicionantes que influyeron en cierto modo, como por ejemplo que Luis López- Cózar, que formaba parte del equipo de baloncesto del San José del Parque, le propusiera que se fuera con ellos: “Cuando Fernando jugaba al balonmano, tuvo una serie de desavenencias con su entrenador, don Mariano, un hombre de mucho carácter. Entonces, varios de nuestro equipo hablamos con él y le propusimos que se viniera con nosotros porque teníamos muy buen ambiente y creíamos que le iba a gustar. Le abrimos esa puerta y se vino. Mariano Bartivas me decía: ‘Oye, menudo pájaro es éste’. Luis, ¿de dónde lo habéis sacado?”. Además, el hecho de que durante su periplo en el balonmano sufriera una lesión, ayudó también al cambio de deporte según Luis Cebrián, su preparador físico en el juvenil del Estudiantes la temporada siguiente: “Jugando al balonmano tuvo una fractura de Colles, la típica fractura que al caerte y apoyar la muñeca se te rompe el hueso, pero no totalmente. Yo creo que su padre dudó con este deporte, lo que contribuyó para que probara el baloncesto. Recuerdo que nos enseñaba la muñeca y tenía el típico callo que te queda en el hueso al sufrir esta fractura”.
Es imposible vaticinar el futuro de Fernando si se hubiese dedicado profesionalmente al balonmano, pero de lo que no cabe duda es que mucha gente veía en él un enorme potencial. Luis López-Cózar: “Para mí era un fenómeno en balonmano. Creo que hubiese sido el mejor jugador del mundo de su época”. Juan de Dios Román, una de las personas más significativas en el mundo del balonmano de nuestro país, era ya entrenador del Atlético de Madrid cuando se encontró por primera vez con Fernando Martín: “Un día, mientras Fernando estaba sentado en el Magariños (nombre con el que se conoce al pabellón Antonio Magariños, donde entrenaban el Atlético de Madrid de balonmano y Estudiantes) viendo un entrenamiento de balonmano de nuestro equipo, me dirigí a él: ‘¿Por qué no te pasas al balonmano y apareces por aquí a entrenar de vez en cuando?’. Pero me encontré la respuesta negativa, no tanto en él sino en los padres, que eran baloncesto puro. Fue imposible. Además se puso a jugar al baloncesto y en tres meses ya era el mejor. Yo creo que los de Estudiantes se olieron algo y dijeron: ‘Ojo, vamos a estar atentos no sea que nos lo quiten’”. Efectivamente, Mariano Bartivas puede corroborar las palabras de Juan de Dios Román: “Cuando llegamos a Estudiantes, el que entrenaba después en Magariños era el Atlético de Madrid de Cecilio Alonso. No le decían nada porque estábamos atentos, pero el señor Juan de Dios Román dijo clarísimamente en muchas ocasiones que, cuando quisiera pasarse a balonmano, estaba con ellos”.
En 1978 Fernando se incorporaba al equipo de baloncesto del San José del Parque, inmerso en la liga escolar y en un torneo paralelo que organizaba Pablo Casado, quien a lo largo de aquella competición les echaría el ojo tanto a él como a Luis López-Cózar para el equipo juvenil de Estudiantes que dirigía.
Los comienzos de Fernando en el baloncesto no resultaron tan fáciles como podría parecer a priori, ya que tenía que cambiar los fundamentos técnicos de un deporte por otro. Mariano Bartivas: “La gente lo veía desde fuera un poco torpe a la hora de correr y botar. El motivo era porque tenía que pensar para no cometer pasos, puesto que venía con los pasos de balonmano”. Cualquiera hubiese tenido grandes problemas al cambiar de un deporte al otro. Sin embargo, la progresión de Fernando fue asombrosamente rápida, acoplándose de maravilla a la nueva situación. Para acelerar su aprendizaje, sobre todo en lo referido al perfeccionamiento de los pasos y la salida con bote, Mariano Bartivas le puso a jugar en algunos momentos de alero, posición en la que, a pesar de cometer bastantes pasos durante los encuentros, se desenvolvía perfectamente porque tenía muy buena mano. De este modo, con Fernando alejado del aro, los pívots del equipo pasaban a ser Luis López-Cózar y su amigo Diego López de Toledo.
Según iban pasando las semanas, Bartivas se convencía de que se encontraba ante un jugador único que marcaría diferencias en el baloncesto español. Por este motivo, quiso demostrar el potencial de Fernando compitiendo contra equipos de mayor entidad, para lo cual llamó al entrenador de Inmobanco, uno de los dos mejores conjuntos de la Comunidad de Madrid. “Jugamos un encuentro amistoso contra ellos en Vallehermoso, antes de que se fueran al Campeonato de España Juvenil, y los arrasamos. Así que hablé con su padre, don Ricardo, y le propuse que teníamos que pegar el salto a algún sitio porque su hijo estaba muy por encima del nivel del equipo del colegio”. Como Bartivas procedía de Estudiantes, pensó que este club sería un buen destino para Martín por ser un sitio donde se cuidaba mucho la cantera y en donde podría disfrutar de muchos minutos de juego, aunque no atesorase aún un elevado nivel técnico. No olvidemos que no llevaba ni cinco meses jugando al baloncesto. “Su padre decía que el Real Madrid, pero le convencí para que tuviese tranquilidad, porque creía que su hijo iba a ser, sin ninguna duda, el mejor jugador español, pero para empezar necesitaba jugar muchos minutos”. Por tanto, Mariano se puso en contacto con el club estudiantil y les comentó que deseaba que un juvenil suyo, de dieciséis años recién cumplidos, fuera a realizar una prueba con ellos. “Me contestaron que el equipo juvenil de Pablo Casado entrenaba a la salida del colegio, a partir de las siete de la tarde. Yo les expliqué que no me habían entendido, que este chico está para que pruebe con el primer equipo, cosa que se tomaron un poco a cachondeo. Al final entrenó con el primer equipo y, en un uno contra uno contra el americano que tenía Estudiantes por entonces, le propinó un viaje que acabó con Fernando en el suelo. Pero luego sucedió al revés, atacó el americano y defendía Fernando, y ahí se acabó el entrenamiento. Fernando Martín lo destrozó”.
Los allí presentes quedaron atónitos por la personalidad y el poderío físico de aquel chaval, y como resultado Estudiantes decide ficharlo. Esto no era nada fácil, ya que en aquellos años el trabajo con los jóvenes deportistas que despuntaban distaba mucho del que se ha ido desempeñando más adelante, como lo expresa Mariano Bartivas: “Fernando Martín estuvo practicando baloncesto conmigo en el colegio desde el mes de enero hasta mediados de mayo de 1978, por lo que su aprendizaje fue de apenas cuatro meses y medio. Hoy en día te encuentras un joven de quince años con características parecidas a las suyas y automáticamente lo profesionalizas desde el primer momento. En cambio, en aquella época no era en absoluto así, y por eso su progresión fue espectacular para el poco tiempo que transcurrió desde que comenzó a jugar, y también para la poca dedicación que había para que él personalmente mejorara”. Ya no había vuelta atrás, Fernando había decidido apostar firmemente por el baloncesto. Le esperaban nuevos y difíciles desafíos a muy poca distancia de su querido Parque Conde de Orgaz.
Por JAVIER BALMASEDA.
Colaborador JGBASKET
Foto portada MIGUEL ÁNGEL FORNIÉS
Fotos interior EVA MATEO
MIGUEL ÁNGEL FORNIÉS nació en Badalona el 18 de septiembre de 1952. Estudió en los Salesianos Badalona y en el Colegió Badalonés. Servicio Militar en Campo Soto, Cádiz.
Fotoperiodista de Devoción. Colaboró con Eco Badalonés, 5Todo Baloncesto. Desde 1981 con Nuevo Basket como fotógrafo. Primer fotoperiodista en viajar a ver y fotografiar partidos de la NBA en 1984. Europeo de 1973, cinco Mundiales Júnior (de 1983 a 1999). Quince meses trabajando, viviendo y jugando a baloncesto en Argelia (Sidi Bel Abbès).
Mundial de España 1986, Mundial de Argentina en 1990. JJOO de Barcelona 1992 como adjunto del jefe de prensa de baloncesto. Ha escrito dos libros, Crónica de un viaje alucinante (en 2009) y Memorias Vividas (en 2015). Durante 19 temporadas (1996-2014) responsable de prensa del Club Joventut Badalona.