“Esta noche Dios se ha disfrazado de jugador de baloncesto”. Esas fueron las palabras del gran Larry Bird tras enfrentarse a Jordan en un partido de playoffs y ver cómo tras dos prórrogas anotaba 63 puntos. Lo que quizá no recuerde tanta gente es que el de Brooklyn se fue con un rebote enorme del Garden, pues su equipo pese a su heroicidad había palmado. Pero ésta no es la historia del mejor humano que haya pisado una cancha de baloncesto, sino la del centro educativo donde se formó, la Universidad de Carolina del Norte, y la de su maestro, educador y entrenador, Dean Smith.
Pongamos en boca de Michael la trascendencia del técnico “Si hay una persona realmente culpable de lo que me ha pasado ese es el Coach Smith. El formó al jugador y al hombre que soy. Todo cuánto me ha ocurrido dentro y fuera de la cancha tiene que ver con Dean Smith de una manera u otra”, “Para mí es como un padre. Él me enseñó a amar el baloncesto”, “Todos comentaban que me retenía excesivamente, bromeaban diciendo que era el único que podía mantenerme por debajo de veinte puntos, pero él me enseñó el juego; la importancia de lo básico y cómo aplicarlo a mi capacidad individual e hizo de mi un jugador completo. Cuando llegué a la NBA contaba con los cimientos que me permitían trabajar y construir. Sabía cómo aprovechar lo aprendido”. Siempre se dirigía a él de usted y al abandonar tras el tercer año la universidad se comprometió con el Coach a regresar al final de su primera temporada en los Bulls para licenciarse en Geografía. En Carolina, Jordan sólo era Michael y cada verano retornaba a su Campus para jugar pachangas con sus amigos. Como casi todos eran estrellas profesionales las gradas se poblaban de un público que disfrutaba de auténticos partidos de All Star en las que a nadie le gustaba perder. Dean Smith podría presumir de muchos records, victorias o hazañas, pero seguramente del que se siente más orgulloso es el que establece que el 96% de los jugadores que pasaron por sus manos se graduaron en alguna carrera universitaria.
La Universidad de Carolina del Norte
Ubicada en la pequeña ciudad de Chapel Hill, de poco más de 50.000 habitantes, en pleno centro de Carolina del Norte, en un entorno bucólico, entre praderas y flores, se trata de uno de los centros de mayor prestigio en las disciplinas de Medicina, Derecho y Periodismo de toda la nación y el más antiguo del estado (1793). La población vive por y para la universidad, y en sus animadas calles proliferan librerías, cafés, coquetos comercios o tiendas de moda. La renta per cápita es muy alta, pues hasta allí han emigrado los profesionales liberales que trabajan en las cercanas Durham o Raleigh.
El baloncesto universitario es una religión en la llamada ruta del tabaco del Estado de Carolina del Norte, donde compiten los Tar Heels (talones alquitranados) de North Carolina, la rica Duke, los vecinos de North Carolina State y los Demon Deacons de Wake Forest. Junto a ellas, las Universidades de Maryland, Virginia, Clemson y Georgia Tech, componen como miembros más destacados la Atlantic Coast Conference (ACC), la conferencia más potente de todo el panorama universitario, extendiéndose desde la capital, Washington, hasta la gran ciudad del sur, Atlanta. Todos los años la temporada se inicia con el derby de las dos Carolinas.
Hay que remontarse al año 1911 para llegar al primer partido de basket de la Universidad y a 1924 para reseñar un título de escala casi nacional en el Torneo NAIB. Su estreno en la NCAA llegó en 1941 de la mano de su primer gran jugador, George Glamack, “el bombardero ciego”, que a pesar de no ver con claridad el aro a más de cinco metros, tenía tal destreza que llegó a ser dos veces All America (mejor quinteto universitario del año). Unos años más tarde el equipo, con el teniente Bernie Carnevale como entrenador, llegó a la final de la competición para caer ante la Oklahoma A&M del legendario gigante de 2,13 Bob Kurland.
En año 52 llegó desde St. John´s, con la que había alcanzado la final de la NCAA, el entrenador newyorkino Frank McGuire y comenzó el reclutamiento de jugadores de la Gran Manzana: Lennie Rosenbluth, Pete Brennan y Joe Quigg en un principio, y Doug Moe, Larry Brown y Bill Cunningham en una segunda tanda. En 1957 se plantaron en la Final a Cuatro invictos tras 32 partidos. Eliminaron en semifinales a Michigan State después de tres prórrogas y un día más tarde necesitaron otros tres tiempos extra, en la final más larga de la historia, para desembarazarse de la anfitriona y favorita Kansas del mejor jugador de la época, Wilt Chamberlain. En el banquillo visitante se sentó el mismo gobernador de Carolina del Norte y el entrenador McGuire trató desestabilizar al gigante Chamberlain (2,15) situando en el salto inicial a su jugador más pequeño, Tom Kearns (1,80). En el desenlace fue este último el que agobiado por la presión lanzó el balón lo más alto que pudo para que se consumieran los tres segundos que faltaban para el final. Previamente su compañero Joe Quigg había situado el 54-53 con dos tiros libres que resultarían decisivos. La hazaña la consumaron sólo siete jugadores que llevaron a las vitrinas de Chapel Hill el primer trofeo universitario. Len Rosenbluth recibió la distinción como mejor jugador del año.
La llegada de Dean Smith
Como jugador Dean Smith fue campeón universitario con los Jayhawks de Kansas bajo la dirección del célebre Forrest Phog Allen, pero enseguida comprobó que le tiraba más el banquillo que la cancha. Así durante el servicio militar se convirtió en el entrenador ayudante de Berni Carnevale en la Air Force University, quien posteriormente le recomendó a su amigo Frank McGuire y pasó a formar parte del cuadro técnico de los Tar Heels. En la temporada 61-62 McGuire, acusado de prácticas ilegales en el reclutamiento de jugadores y programas de entrenamiento no permitidos, puso rumbo a South Carolina y un joven Smith de 32 años se hacía cargo del equipo, si bien durante un año el propio rector supervisó directamente su trabajo. Sus inicios no fueron fáciles, había que limpiar el buen nombre de la Universidad, sancionada por la NCAA sin poder competir, con un programa estricto y ético. Hasta 1967 no entraron en la Final Four y en el 68 subieron un escalón más, para caer en la final ante la UCLA de John Wooden y Lew Alcindor (después Kareem Abdul Jabbar). Ese año Dean Smith había huido de cualquier prejuicio racial para reclutar a Charlie Scott y convertirlo en pieza fundamental del equipo y en el primer jugador de color en jugar en una universidad del sur. Dean le restó importancia al hecho “es muy bueno. Jugará con nosotros”, pero perdió su habitual compostura cuando un fanático llamó mono a su jugador y dos ayudantes tuvieron que sujetarle. “Siempre pude contar con el Coach Smith. Fue la primera vez que le vi molesto y quedé pasmado. Pero por encima de todo, yo estaba orgulloso de él”, declaraba años más tarde Scott ya en profesionales. En el 69 repetirían sin éxito semifinales.
Por Juan Pablo Bravo
Colaborador especial JGBasket
www.contraataquede11.com
Publicada el: 24 noviembre 2013 13:48 pm