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Pocos jugadores pueden presumir de ser odiados y admirados, por igual, por los aficionados españoles como Aleksandar “Sasha” Djordjevic. Su pasado azulgrana y madridista le hizo ganarse simpatizantes y enemigos a ambos lados, pero antes ya había dejado huella en los aficionados del Joventut a los que despertó del sueño de ganar una Copa de Europa y en Fuenlabrada donde disfrutaron de su juego por el exilio del Partizán durante la guerra. Su paso por el banquillo serbio en el último Mundial y su enfrentamiento con Orenga no hicieron más que reavivar las cenizas de un pasado olvidado durante una década.

Tan bueno en la cancha como polémico en sus celebraciones, nació en Belgrado y tuvo como maestro a su padre, entrenador de baloncesto. Llegó al Partizán en un momento en el que había mucha competencia en la liga doméstica (Cibona, Estrella Roja, Jugoplastika, Zadar…). La lucha por el cetro estaba garantizada. Una liga y muchas finales para conquistar su primer título continental (Copa Korac de 1989). Un equipazo en el que el base se empezaba a hacer un hueco y en el que destacaba la calidad de Danilovic, Divac y Paspalj.

Después de la marcha de los dos últimos a la NBA y la retirada de Obradovic para hacerse cargo del equipo, el juego quedaba en manos de Djordjevic. Era un equipo joven que encandilaba con su talento y valentía, consiguieron hacer del Fernando Martín un fortín y, pasito a pasito, se plantaron en la Final Four de Estambul. Ahí todos ya saben lo que pasó, con dos abajo recibió el balón del saque de fondo para cruzarse el campo y frenarse en el triple para lanzar en suspensión y anotar la canasta de la victoria ante la incredulidad de la afición verdinegra.

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Tras hacer a su equipo campeón de Europa, decidió que era el momento de emigrar. Su destino: Italia. Allí, a su faceta de director de orquesta sumó una facilidad para anotar que le hicieron ser el primer jugador en la historia de la Lega en liderar el ránking de anotación (27,2 puntos) y asistencias (3,9). Su paso por el país transalpino no fue muy fructífero en cuanto a títulos (1 Korac), pero se había convertido en uno de los jugadores más desequilibrantes de Europa.

Decidió dar el salto a la NBA. Un gran reto para el que parecía estar preparado, pero aquello –como le pasó a Jasikevicius– es otra historia. Sin casi minutos, sólo duró ocho partidos en Portland antes de recalar en Barcelona. Aíto confío al serbio los mandos de su enésimo asalto a la Copa de Europa. En su primer año llegaron a la final, pero ese parecía el techo del Barça y volvieron a quedarse a las puertas del título, deteriorándose su relación con el técnico madrileño.

Su segunda temporada con los azulgranas fue desastrosa y el club volvió a apostar por Aíto para el banquillo. La tensión entre ambos era evidente. Sin posibilidad de disputar la Copa de Europa, el base serbio volvía a su competición talismán. Con la final, prácticamente, perdida después del partido de ida ante Estudiantes, Sasha hizo de tripas corazón y apartó los problemas por los que atravesaba su país para erigirse en el héroe de la remontada. Otra Korac para su palmarés. Después de ganar la ACB, tocaba reestructurar la plantilla y él no entraba en los planes.

Scariolo, que ya le había entrenado en Bolonia, decidió apostar por él para el Madrid. Se convirtió, ante la ausencia de Herreros por lesión, en el referente de los blancos en la final ante el Barça. Quinto partido y el Palau a reventar. Había llegado el momento de vengarse. Apareció cuando se le necesitaba, en los momentos finales, para darle a su equipo su último título como profesional. Su celebración dedicándoselo a su antigua afición, enfureció a los asistentes, que lanzaron objetos a la pista, y a Nacho Rodríguez, que sacó a su ex compañero a empujones de la pista. Fue su última gran actuación antes de volver a Italia para retirarse.

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Lejos quedan los tiempos de sus coderas como seña de identidad. Un ganador nato (tres oros y un bronce en Europeos, un oro Mundial y una plata Olímpica) que ha sabido transmitir su carácter a los jugadores y volver a poner en el mapa internacional a Serbia con la medalla de plata en el último Mundial. Podrá ser amado u odiado, pero nunca dejará a nadie indiferente.

Sasha Djordjevic. Entrenador baloncesto
Por Víctor Escandón Prada
Periodista deportivo y entrenador superior de baloncesto

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