Foto portada Miguel Ángel Forniés, Texto Javier Balmaseda
En el día en que Drazen Petrovic cumpliría 59 años hablamos con Zeljko Pavlicevic, entrenador ayudante de Cibona desde 1975 hasta la temporada 1984/85, en la que ya ejerció como primer entrenador para las competiciones domésticas (Mirko Novosel lo hacía en la Copa de Europa). Al año siguiente, lo haría ya en solitario en todas las competiciones.
ZELJKO PAVLICEVIC es una de las voces más autorizadas para hablar sobre la figura de Petrovic, dado que fue su entrenador en la Cibona en la temporada 84/85 y 85/86, cuando los de Zagreb conquistaron dos Copas de Europa de manera consecutiva.
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ZELJKO PAVLICEVIC
Drazen es un hombre carismático, todo el mundo se acuerda de él, y esto no es fácil. Es alguien que ha dejado huella en sus equipos. Era un gran jugador, aunque algunas veces con mala leche, como se dice en España. Había partidos donde los oponentes no estaban muy de acuerdo con su comportamiento en la cancha. Alguna vez con Iturriaga, otra vez con Mike D’Antoni… Él era así, quería ganar y dominar, que son dos cosas.
Llegó a Cibona desde Sibenik, donde con 15 o 16 años empezó a hacer cosas importantes. Con Sibenik, que era un equipo pequeño, jugó la final de la Copa Korac dos veces y fue un jugador muy importante. Cuando vino a Cibona en el año 84, nosotros éramos un equipo que habíamos ganado al Real Madrid en la Recopa del 82. Quiero decir, éramos un equipo muy formado. Entonces había un poco de preocupación por cómo se iban a adaptar todos estos jugadores, como Knego, Nakic o su hermano, a él. Sin embargo, en poco tiempo todos los jugadores le aceptaron como alguien que podía hacer algo más, y esto no es fácil porque cada jugar tiene su ego, cada jugador quiere meter la última canasta y cada jugador quiere estar en las primeras páginas, que es muy normal. En poco tiempo se convirtió en un líder en Cibona. Jugó todos los partidos de manera muy seria. Además, no tenía ningún problema en jugar contra equipos muy flojos, partidos en los que muchas veces pierdes un campeonato por no respetar a los rivales. Drazen en estos partidos siempre tenía su motivación, su punto para meter más canastas, obtener el mejor promedio, lo que fuera. Y esto es algo que es muy importante para los entrenadores ya que tú no tienes que motivarle en esos encuentros. En los partidos grandes jugó muchas veces muy bien. Como todos los jugadores, había algunos partidos no muy buenos, pero no eran muchos.
Drazen era un trabajador nato. Ningún jugador podía decir que estaba en la cancha porque sí. Él estaba en la cancha porque tenía más entrenamientos, jugó mejor y podía hacer algunas cosas que ningún jugador podía hacer. Era un auténtico líder.
Los grandes jugadores son especiales como personas, y los entrenadores tenemos que adaptarnos un poco a estas personas especiales porque ellos te lo van a devolver después. Tú no puedes cortar su carácter. Te voy a contar una anécdota. Era el mes de febrero del año 86, él había jugado muchos partidos ya. Recuerdo que teníamos un partido de liga, no muy importante, contra el Borac Cacak. Y yo pensaba en cómo había que darle descanso a Drazen. Era un entrenador joven por entonces, tenía 35 años. Fui a hablar con él para explicarle que tenía que descansar. No había ninguna posibilidad de que ellos nos ganaran. Y él me dijo: “Mira, coach, yo tengo un promedio de 34 puntos por partido, y no quiero perderlo”. Él quería batir un récord histórico en la liga yugoslava que ostentaba un jugador de aquel equipo. ¿Qué quiero decir con esto? Si tú pones a Drazen a jugar 10 minutos él va a meter sus canastas, pero su promedio va a bajar y va a estar descontento. Así que yo le dije algo que solo puedes decir a algunos jugadores, como Petrovic u Oscar Schmidt, que son grandes anotadores. Le dije: “Cuando llegues a tu promedio se va a acabar el partido para ti”. En el minuto 5 de la segunda parte Drazen había metido 35 puntos. Fuera, todo bien, tranquilo, ningún problema con él, ningún problema con el equipo… Quiero decir que hay que adaptarse un poco con este tipo de personas. Yo aprendí mucho, no sabía su pensamiento e intención. Él, como era un competidor nato, quería batir este récord histórico. Al tener esta motivación tan grande jugó al cien por cien, como si fuera una final, y esto es lo que yo quiero como entrenador. Es muy importante entender la psicología de los grandes jugadores.
Este año, temporada 85/86, había una pelea entre Sabonis y Drazen por ver quién era el mejor jugador de Europa. Toda la prensa europea estaba con este debate, ¿quién es mejor, Sabonis o Drazen? ¿Quién es el rey del baloncesto europeo? Y esto fue una motivación personal para él. Te voy a contar otra anécdota para que veas que nuestro trabajo no es fácil. Drazen siempre iba a los entrenamientos con buena actitud. Sin embargo, tres días antes del partido de liguilla de Copa de Europa en casa contra Zalgiris, sucedió algo… Empezó el entrenamiento y aquello no funcionaba. Nada, cero, ¿sabes?, especialmente con Drazen, sin motivación, sin defender… Estaba totalmente desconcentrado, a pesar de que no era su estilo. Yo corté una vez el entrenamiento y hablé con todo el equipo, y nada. A los 15 minutos volví a cortarlo, y nada. Y a la tercera vez, les dije: “Amigos, yo me voy del entrenamiento. ¿Vosotros qué queréis?”. Y me fui del entrenamiento. Lo que hice era un poco arriesgado o peligroso porque siempre tienes enemigos y podía traer consecuencias negativas para mí. Yo no dormí esa noche. Al día siguiente, por la mañana, estaba en las oficinas del club y viene Drazen a mi despacho, y me dice: “Mira, perdóname por lo de ayer”. Yo le dije: “Mira, hemos perdido el entrenamiento. ¿Qué hiciste? Tenemos un partido muy importante contra Zalgiris. ¿Por qué te pones así?”. Drazen: “Yo entiendo esta situación, pero me pongo nervioso porque este partido para mí no es solo ganar a Zalgiris, es también demostrar que soy mejor que Sabonis”. Yo, como entrenador joven, no entendía que tuviera esta preocupación en su cabeza. Todos queríamos ganar a Zalgiris, pero él tenía otra motivación personal. Nosotros, los entrenadores, entendemos muy bien si alguien está desconcentrado en algún momento. Y si esto ocurre con grandes jugadores, como Drazen, entonces todo el entrenamiento se puede venir abajo. En cualquier caso, después las cosas salieron bien, ganamos y jugamos muy bien aquel partido contra Zalgiris.
MIGUEL ÁNGEL FORNIÉS nació en Badalona el 18 de septiembre de 1952. Estudió en los Salesianos Badalona y en el Colegió Badalonés. Servicio Militar en Campo Soto, Cádiz.
Fotoperiodista de Devoción. Colaboró con Eco Badalonés, 5Todo Baloncesto. Desde 1981 con Nuevo Basket como fotógrafo. Primer fotoperiodista en viajar a ver y fotografiar partidos de la NBA en 1984. Europeo de 1973, cinco Mundiales Júnior (de 1983 a 1999). Quince meses trabajando, viviendo y jugando a baloncesto en Argelia (Sidi Bel Abbès).
Mundial de España 1986, Mundial de Argentina en 1990. JJOO de Barcelona 1992 como adjunto del jefe de prensa de baloncesto. Ha escrito dos libros, Crónica de un viaje alucinante (en 2009) y Memorias Vividas (en 2015). Durante 19 temporadas (1996-2014) responsable de prensa del Club Joventut Badalona.
Escrito por JAVIER BALMASEDA