Con el arranque de cada temporada, los entrenadores de formación se encuentran siempre con un nuevo reto, lidiar con las familias. Llegan a un equipo nuevo y no sólo tienen que empezar a conocer a los jugadores sino también a los padres. La relación con ellos debe sustentarse, desde el principio, en el respeto y la cordialidad para evitar confrontaciones innecesarias.

Los entrenadores jóvenes, en muchas ocasiones, ven a los padres como un profesor que les está evaluando continuamente, viendo los errores que cometen y eso le condiciona aún más a la hora de tomar decisiones. Si el entrenador se siente presionado no actuará libremente y siempre mirará de reojo a la grada para buscar la aprobación ante un cambio o una situación de juego. Por ese motivo, es bueno que el entrenador tome las decisiones libremente y aprenda de sus propios errores para seguir creciendo y formándose como entrenador. Todos nos equivocamos y tenemos que ser conscientes de ello, sin necesidad de que nadie nos lo recrimine cuando afecte a su hijo. Para ello, existe la figura del director deportivo o del coordinador que tiene que ser el que nos dé las recomendaciones o correcciones a seguir y no los padres.

Para evitar malos entendidos considero básico que, al comienzo de la temporada, se haga una reunión con los padres para dar una serie de normas básicas, de obligado cumplimiento, y darlas también por escrito a los jugadores para que se las hagan llegar también y las conozcan de antemano. Explicando en dicho documento cuáles serían las consecuencias en el caso de que no se respetasen. No me refiero, lógicamente a multas económicas, sino a ver reducido sus minutos en el partido o no ir convocados por no cumplir una serie de normas que han de ser realistas y de fácil cumplimiento (ser puntuales, avisar en caso de ausencia…).

Los padres pueden compartirlas o no, pero deben conocerlas y saber qué consecuencias tendrían. Para ello, como ya hemos hablado en otros artículos, el entrenador tiene que ser el primero en cumplirlas para dar ejemplo, de nada sirve poner normas a los demás si el que las pone no las respeta. Vuelvo a lo de antes, en caso de que los padres no estén de acuerdo con lo dictado por el entrenador, no tienen que dirigirse a él sino al responsable de la sección, ya que el entrenador no está, salvo casos extraordinarios, para hacer reuniones individualizadas con cada familia para abordar la situación de su hijo en el equipo.

Hablaba de la cordialidad y el respeto que es esencial para mantener una armonía, comenzando por saludarles cuando nos los encontramos y no tratar de evitarles por sistema. Eso sí, existe un término medio entre aquellos entrenadores que giran la cabeza y evitan el contacto y a los que les gusta dar “ruedas de prensa” a los padres después de cada entrenamiento o partido, excediéndose en sus explicaciones y creando un clima de confianza excesivo que puede ser, posteriormente, malinterpretado.

En definitiva, los padres son un elemento más y hay que saber cómo relacionarse con ellos para evitar que se generen problemas innecesarios y poder disfrutar de lo que realmente es lo importante, el baloncesto.

 

Por Víctor Escandón Prada
Entrenador superior baloncesto y periodista especialista en baloncesto
Gabinete técnico JGBasket

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