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Una entrevista de Javier Balmaseda

A lo largo de la entrevista analizaremos su relación con el baloncesto en la actualidad, recordaremos su etapa como jugador y entrenador, descubriremos el gran fichaje que estuvo a punto de hacer con el Real Madrid, ahondaremos en sus vivencias con algunos de los grandes jugadores a los que entrenó, como Drazen Petrovic, Mirza Delibasic, Fernando Martín, Jordi Villacampa, Rafa Jofresa, Mike Smith o Corny Thompson. Y mucho más.

Manuel Sainz Márquez, conocido como Lolo Sainz, nació en Tetuán el 28 de agosto de 1940. Hoy cumple 84 años y, pese a su edad, sigue siendo uno de los grandes referentes históricos del baloncesto español, además de un hombre muy querido por toda la gente del baloncesto. Durante más de una hora atiende a nuestra llamada de manera muy generosa.

¿Cuál es tu relación con el baloncesto en la actualidad?

La única relación con el baloncesto que tengo es que soy un apasionado de este deporte. Disfruto mucho viendo los partidos y también  disfruto mucho de los grandes éxitos de la selección española y me alegro siempre muchísimo de todos los éxitos de los equipos españoles en competiciones internacionales. No tengo otra relación con el baloncesto. Afortunadamente me siento en el butacón de mi casa y, gracias a la televisión, en una tarde puedo ver siete u ocho partidos, no todos completos, pero bueno, viendo los que más me interesan. Voy viendo la evolución de determinados jugadores,  entrenadores, etc. Digamos que paso el rato viendo baloncesto.

Centrándonos en ti, Lolo, hay que recordar que jugaste en el Real Madrid antes de pasarte a los banquillos. Háblanos un poquito de aquellos años. ¿Cuáles eran tus características como jugador?

A ver si me acuerdo (jaja). Yo tuve dos etapas. La etapa de antes de jugar en el Real Madrid y la etapa del Real Madrid. La etapa anterior, donde jugué en un equipo como el Hesperia (era el segundo equipo del Madrid), era un jugador enormemente anotador. En el  Hesperia tenía un compañero de equipo que se llamaba Nené González, que estaba estudiando la carrera de Medicina y después fue médico del Barcelona, y teníamos una disputa siempre muy buena entre los dos a ver quién metía más puntos. No bajábamos nunca de los 30 puntos. Éramos anotadores natos. Y después, cuando pasé al Madrid, a Pedro Ferrándiz parece ser que le entró la inspiración y me dijo que tenía que jugar de base. La verdad es que al principio me quedé un poco parado, pero a la larga me gustó mucho porque el base te hace comprender mucho mejor el baloncesto, cómo se prepara un partido, cómo tienes que dirigir y ser un poco líder de las personas que están jugando en ese momento. Al final me gustó muchísimo esa posición. Como base, era como los de antaño, organizador, más pasador y más director de juego antes que anotador. Y por lo visto defendía bastante bien.

¿Por qué abandonaste tan pronto tu etapa como jugador? ¿Ya tenías tan joven vocación como entrenador?

Ya tenía vocación desde muy joven por los banquillos, desde los veinte años. Recuerdo que iba a un colegio que estaba al lado de mi casa de Madrid, que es el colegio Claret, en la Avenida América, y me iba a entrenar a las cuatro de la tarde a los chavales siendo todavía jugador. Y ya después cuando dejé de jugar, pues entrenaba a las categorías inferiores del Madrid y al colegio Claret. Fuimos campeones de España del campeonato escolar con el Claret, con un equipo precioso; jugábamos muy bien al baloncesto. Desde muy joven me llamaba la atención entrenar. Tuve una lesión cuando era jugador y ya empezó a resurgir que si viene Carmelo Cabrera, Vicente Ramos. Yo veía ya que mi trayectoria en el Madrid iba a ser un poquito de prestado, en el sentido de que iba a disponer de muy pocos minutos y no iba a jugar mucho. Entonces decidí parar, dejarlo y dedicarme a entrenar, que es lo que realmente me apasiona.

¿Es verdad que te encontrabas con Andrés Montes cuando comenzaste a entrenar?

Sí señor, sí señor. Esto ya fue en la segunda etapa, cuando comencé a entrenar a las categorías inferiores del Madrid y también entrenaba al Claret, que lo había cogido el Madrid como escuela. Teníamos un convenio y llevábamos a la gente joven allí porque el colegio tenía internado. Metíamos a los jugadores para que estuvieran muy bien atendidos y yo pudiera estar encima de ellos, siguiéndolos y cosas de estas. Bueno, pues siempre que me tocaba entrenar al Claret, había allí un chavalín, morenito, que se sentaba allí en una silla y empezaba a mirar y mirar. Un día me dijo: “¿Me invitas a un bocadillo?”. Y cada vez que íbamos le invitaba a un bocadillo. Un día le dije que por qué estaba allí. Me dijo que porque le apasionaba el baloncesto. “A mí me apasiona el baloncesto, me encanta, y me gustan los entrenamientos que hacéis”. Fue la respuesta de Andrés Montes. Era un niño.

¿De qué entrenadores has aprendido más?

De todos. Yo aprendo siempre de todos. Aunque sea un poco autodidacta, siempre tengo un gran respeto hacia mis compañeros de profesión. Estuve dos meses en una universidad en Estados Unidos, en el sur de California. El segundo entrenador era Stan Morrison, que había sido compañero mío como jugador en el Real Madrid. Allí me lo pasé muy bien, aprendí mucho del primer entrenador (no recuerdo su nombre), que era un tío estupendo. Entre otras cosas, cuando terminé, me dio las gracias. Yo le dije: “Las gracias te las tengo que dar yo a ti”. Y me dijo: “No, no, muchas gracias porque gracias a ti he aprendido a hablar algo en español”. Aprendí mucho también de Lou Carnesecca. Después de estos dos meses que estuve en la Universidad del Sur de California, estuve 15 días en Nueva York con Lou Carnesecca, que  entrenaba a los Nets. Como gran anécdota, que siempre tengo en mente, un día había que preparar un partido. Entonces reunió al equipo y dijo: “Ahora, el partido lo va a preparar este señor”. Y me señaló a mí para preparar un partido de la NBA. Yo había hecho un scouting del equipo contra el que iban a jugar (no me acuerdo qué equipo era). Casi me muero (jaja). Pues tuve que explicar a aquella gente cómo tenían que jugar y tal. Fueron educadísimos, en el sentido de que terminó mi exposición y todos empezaron a aplaudirme. Eso es señal de una educación deportiva cien por cien que había por aquel entonces en la NBA. No sé si hoy día es igual. Es una anécdota muy buena.

¿Cuáles eran las señas de identidad de tus equipos?

Mis equipos siempre han tenido una característica muy especial. Siempre hemos intentado ser muy fuertes atrás, con una defensa consolidada. A veces no teníamos jugadores con unas condiciones muy buenas de defensa hombre a hombre y teníamos que inventarnos algunas cosas, como formar defensas zonales para que el equipo contrario no viera bien la manera de enfocar su ofensiva. Pero está claro que nosotros teníamos una identidad defensiva importante y como consecuencia de eso nos gustaba jugar mucho una transición rápida, es decir, jugábamos al contraataque continuamente, pero continuamente, inclusive después de canasta, inclusive de lo que fuera. Siempre salíamos corriendo muy rápido hacia al ataque para intentar sorprender al equipo contrario. Esto además daba pie para que los jugadores expresaran por sí mismos lo que llevaban dentro. No era demasiado rígido con sistemas de mucho tiempo de posesión de balón. No, no, les daba mucha libertad para jugar pero siempre basado en transiciones rápidas, en juego rápido para sacar ventajas sobre el equipo contrario. Estamos hablando de todos mis equipos, tanto del Real Madrid, Joventut, como la selección española. Y si empezara a entrenar hoy día, haría lo mismo. Es mi manera de ver el baloncesto.

En otra ocasión me comentaste que uno de tus mayores aciertos en el Real Madrid fue fichar a Paco López como preparador físico.

Yo creo que una de las cosas importantes que hice en el Real Madrid fue un poco de innovación en determinadas cosas. En la época de Pedro Ferrándiz, él hacía la preparación física en los entrenamientos. Nos pegaba unas palizas de aúpa y estábamos muy fuertes. Pero yo quería un poco más allá porque fui 22 años profesor del INEF y ahí aprendí mucho cómo era la evolución de la preparación física de los grandes atletas. Entonces quise introducir dentro del equipo la figura del preparador físico, ya que no teníamos un preparador físico nato. No te creas que me dijeron que sí enseguida. Me costó mucho trabajo porque el pensamiento del club en ese sentido era un poquito anticuado. Y cuando ya tuve el visto bueno del club fiché a Paco López, que lo conocía del INEF, y fue uno de los mayores aciertos que he tenido en mi vida como entrenador, la incorporación de Paco López. Luego él empezaba a retarme (jaja) y me decía: “Quiero esto, quiero lo otro”. Y yo llegaba al club y les decía: “Necesitamos una máquina multiusos de pesas”. Y me dijeron desde el club: “¿Y eso qué es?”. Después de explicarles en qué consistía aquella máquina, me dijeron: “Es que el equipo de fútbol no la tiene”. Mi respuesta fue: “Bueno, es que a lo mejor el equipo de fútbol no la necesita, pero yo sí”. Me costó un trabajo que no veas conseguir esta máquina. Paco López nos ayudó muchísimo en la mayoría de los títulos que conseguimos gracias a su magnífica preparación. Paco es un crack. Además de lo de Paco, también empezamos a incorporar fisios, recuperadores y gente que pudiera ayudar en lo que es el día a día del equipo. Los fisios son muy importantes dentro de un equipo, no solamente por lo que saben y ayudan físicamente a los jugadores, sino porque también ayudan mucho psicológicamente al jugador. También introduje unos métodos nuevos de estadísticas, etc.

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¿Hay algún partido que te siga quitando el sueño? Por ejemplo, se me viene a la cabeza el del famoso triple de Djordjevic con el Partizan en la final de Estambul cuando entrenabas al Joventut.

Bueno, ese porque es el más reciente, pero han pasado ya más de treinta años. Lo de Estambul hay que reconocer que fue muy duro. Ellos mandaron casi siempre en el marcador, pero fuimos capaces de darle la vuelta al resultado y estuvimos con ventaja al final, que es cuando hay que tenerla. Sin embargo, surgieron dos o tres cositas de inexperiencia por nuestra parte que posibilitaron que Djordjevic pudiera recibir el balón y tirara con toda la comodidad del mundo. Estaba lejos, pero era muy buen jugador y las metía, y entonces metió la canasta. Pero aquello también me sirvió para comprobar que este equipo, el Joventut, donde yo había luchado mucho para que estuvieran convencidos de que eran unos grandes jugadores y de que podían alcanzar grandes metas, supieran reaccionar ante esta derrota, porque una derrota así, empezando a jugar los playoffs para el título de liga a la semana siguiente, te puede dejar muy tocado. El equipo supo rehacerse y quedar campeón de liga. Yo ahí dije, bueno,  creo que aquí ya he terminado mi labor porque estos ya se creen que son grandes jugadores y que pueden hacer grandes cosas. Estuve un año más, pero si me hubiese ido en ese momento el equipo hubiera estado perfectamente mentalizado de lo que yo quería que fueran, unos buenos jugadores y unos grandes campeones. Recuerdo que Zeljko, cuando fichó por el Joventut, un día me dijo: “Lolo, me has dado un equipo hecho”. En la final en Tel Aviv, yo estaba allí presente, y cuando vi que el balón le llegaba a Corny Thompson, dije: “La mete”. Conocía perfectamente a Corny. Y la metió.

No obstante, he tenido muchas derrotas duras, como aquel triple de Solozábal en el último segundo en la final de la Copa del Rey. Allí hubo un malentendido. Yo había ordenado cambios constantes en la defensa para que no hubiera ninguna posibilidad de que nos metieran un triple. Nos podía costar que nos metieran una canasta de dos, pero hubiéramos ido a la prórroga. Sin embargo, hubo un malentendido entre dos jugadores, que no hicieron el cambio adecuadamente, y Solozábal se quedó solo, y si se quedaba solo la metía.

¿A qué jugador has visto hacer las mayores genialidades en los entrenamientos?

He visto cosas de genio desde todas las vicisitudes. Brabender, que era un tío que cuando jugaba parecía como una taladradora, pun, pun, pun, pues no, en los entrenamientos hacía cosas inverosímiles. Clifford Luyk también. Pero el que más me sorprendía en los entrenamientos, hasta que un día le cogí por banda y le dije: “Esto, también lo puedes hacer en los partidos”, fue Mirza Delibasic. Era un genio, un maestro del baloncesto. Y en los entrenamientos, cuando estábamos un poco más distendidos y tal, hacía cosas inverosímiles. Y un día le dije: “Mirza, esto que estás haciendo me parece una bestialidad. ¿Por qué no lo haces en los partidos?”. Y se me quedó mirando con una cara como diciendo: “Porque me da vergüenza”, o una cosa así. Pero la verdad es que ha habido jugadores que hacían cosas magníficas en los entrenamientos. Drazen Petrovic también hacía cosas así, pasarse el balón entre las piernas, por detrás de la espalda, se volvía y daba una vuelta en el aire y la metía. Cosas de auténtico genio. Incluso en la Penya, también. Cuando terminaba el entrenamiento nos lo pasábamos en grande con los piques que se autoimponían, que consistían en hacer tiros imposibles. Rafa contra Villacampa, Mike Smith haciendo mates a lo Jordan, que si lo hubiera visto Jordan se hubiese quedado alucinado. Hacían cosas inverosímiles.

¿Quién era el mejor de la Penya en esos piques de tiro?

Bueno, los dos eran muy buenos. Quizá Jordi Villacampa era más potente, pero Rafa Jofresa era pura inteligencia y sabía en qué momento tenía que meterla. Andaban a la par. Cuando terminaba el entrenamiento, porque esto era después del entrenamiento, todos nos habíamos reído mucho, nos lo habíamos pasado en grande y después nos íbamos a tomar la cervecita.

Hablando de Mirza, me contó Marcos Carbonell que cuando era juvenil se quedaba a ver los entrenamientos del primer equipo y presenciaba unos piques de tiros increíbles por detrás del tablero entre Mirza y Corbalán.

Hombre, Marcos Carbonell, me acuerdo perfectamente de él. Digamos que puntualmente le estoy muy agradecido porque me ganó una liga con el Real Madrid. Recuerdo, cuando le mandé salir a la pista, a toda la gente diciéndome: “¿Dónde vas? ¿Qué haces?”. Y me ganó una liga, fíjate si me acuerdo de él.

Sí, sí. Eso lo hacen mucho los jugadores buenos. Cuando terminaba el entrenamiento, Mirza le decía a Corbalán o al otro: “¿A que no haces tú esto?”. Y hacía, pun, y tiraba por detrás del tablero. Había unos piques muy sanos.

¿Por qué no tuvieron continuidad en los ochenta los extranjeros que llegaban al Real Madrid?

Bueno, el último mohicano, como yo le llamaba, fue Walter Szczerbiak, que estuvo mucho tiempo. Después, los americanos estaban uno o dos años, como máximo tres, eso era ya una aventura magnífica. Los agentes querían más dinero y los llevaban de una parte a otra. Ya no había tanta, digamos, integración del jugador norteamericano hacia el equipo español. Era muy difícil que el extranjero estuviera mucho tiempo. Ahora parece que el jugador extranjero vuelve a estar un poco más de tiempo. Pero en los ochenta, la verdad es que los jugadores cambiaban mucho de club, no solamente en nuestro equipo, sino en todos.

¿A cuál de estos extranjeros te hubiese gustado mantener más tiempo en el Real Madrid?

Indudablemente a Brian Jackson, pero él no quiso.

Juan Corbalán me contó que no se quedó más tiempo por un error de su agente.

Brian Jackson era un tío estupendo, pero era un tío muy especial. Recuerdo que le mandábamos cartas y nos decía: “Estoy jugando al golf”. Y le decíamos: “¿Vas a venir? ”. No fue un error del agente, no. El agente quiso sacar más dinero, pero muchísimo más dinero, y el club no estaba dispuesto a darlo. Pero Brian es un jugador que me parecía interesantísimo.

¿Qué equipo o jugador te ha dado más quebraderos de cabeza?

De todo un poco. Por ejemplo, la Cibona siempre nos metía un planteamiento con una defensa zonal muy moderna, muy atractiva y muy bien hecha, en donde los jugadores iban cambiando las posiciones. Nos costaba mucho trabajo romperla, vamos, que casi nunca se la rompíamos, esa es la verdad. Y entonces una vez jugando contra ellos en la Copa Korac les pusimos la misma defensa que nos hacían ellos a nosotros, y gracias a eso ganamos. Por eso digo que siempre hay que seguir aprendiendo de los entrenadores. Por ejemplo, jugando contra Maccabi, la gente me decía defensa especial sobre Berkowitz. Y yo decía que no, que a Berkowitz le defendemos normal y corriente. Yo les decía: “Defensa especial sobre Aulcie Perry”, porque era el alma del equipo, era el tío listo, el que sabía organizar el juego. Entonces al que intentábamos sacar del partido era a él. Y así muchas cosas.

¿Te intentó fichar algún equipo durante tu etapa en el Real Madrid?

No. Nadie intentó ficharme estando en el Real Madrid.

Posteriormente, ¿tuviste alguna oferta para entrenar en el extranjero?

Hubo algún intento, pero a mí me daba mucha pereza, sobre todo porque había algunos equipos que prometían mucho y después no daban nada. Irte al extranjero y dejar a la familia no me convencía mucho.

¿A qué jugadores te hubiese gustado fichar?

Estuvimos a punto de fichar a Audie Norris para el Real Madrid. Nos faltó muy poquito, muy poquito. El club tenía que haber sido un poquito más valiente y arriesgar un poquito más económicamente. No lo hizo, pues bueno. No fue posible tener a Norris y Fernando Martín en el mismo equipo. Hubiese sido increíble.

Pero no hubiésemos visto aquellas míticas batallas.

Ya, pero las podíamos haber visto todos los días en los entrenamientos.

¿Estuvieron en tu agenda algunos de los grandes jugadores de la época, como Nate Davis o Essie Hollis?

Ya, sí, pero bueno. En aquella época nuestros jugadores que ocupaban las posiciones de estos que me has nombrado también eran muy buenos. Era muy difícil poder fichar a todos los jugadores. Y no todos los jugadores podían con la presión mediática de lo que era el Real Madrid. Pero vamos, algún jugador habrá por ahí que me hubiese gustado fichar, uno sobre todo, Juan Carlos Navarro, claro. Me hubiera encantado tenerlo en el quipo, así como en su momento también me hubiera encantado tener a Epi. Tener a Juan Carlos Navarro hubiese sido una bomba.

Varios jugadores del Real Madrid me han comentado que tus entrenamientos eran muy duros.

A mí me gusta entrenar a buen ritmo, muy fuerte, muy duro, pero sin aburrir al jugador. No hacía entrenamientos excesivamente largos. Calculaba que con una hora y media teníamos suficiente, pero eso sí, a todo trapo, muy duros y muy fuertes, como si estuviéramos jugando un partido. Paraba muy poquito el tiempo, solamente para corregir determinados movimientos, pero sin ser demasiado pesado.

Fuera de la cancha, ¿qué aficiones tenían tus jugadores?

Había de todo, gente que estudiaba, gente que le gustaba la lectura, jugar al mus, jugar al ajedrez. No recuerdo una gran cosa para todos. En la Penya, que eran más adelantados, estaban ya con las maquinitas, con los marcianitos y cosas de esas. En aquella época ya empezaba a ponerse de moda aquel juego de uno que saltaba, no me acuerdo de cómo se llamaba. Curiosamente, le dije a Corny Thompson: “pero, ¿tú también, Corny?”. Me dijo: “Sí, me gusta mucho”.  No me acuerdo cómo se llamaba el juego, Simón, o algo así. Ya, ya me acuerdo, el Super Mario Bros. La gente en la Penya empezaba a jugar a este tipo de maquinitas y así pasaban el tiempo en los aeropuertos. Y Corny también era un adicto a este juego.

¿A qué jugador no hubieses echado nunca? Te lo pregunto porque tengo entendido que hacías de todo, incluso  en algunos casos comunicar a tus jugadores su no continuidad en el equipo.

También, también. Yo no hubiese echado a ninguno. Había momentos en los que realmente no podían seguir. Pero no hubiera quitado a ninguno, me hubiese quedado con todos, pero claro, había que evolucionar.

Lolo Sainz. Foto Miguel Ángel Forniés

Foto Miguel Ángel Forniés

Manuel Sainz Márquez, conocido como Lolo Sainz es un exjugador y exentrenador de baloncesto español nacido el 28 de agosto de 1940.

Una entrevista de JAVIER BALMASEDA
Colaborador JGBasket

Fotos MIGUEL ÁNGEL FORNIÉS

MIGUEL ÁNGEL FORNIÉS nació en Badalona el 18 de septiembre de 1952. Estudió en los Salesianos Badalona y en el Colegió Badalonés. Servicio Militar en Campo Soto, Cádiz.

Fotoperiodista de Devoción. Colaboró con Eco Badalonés, 5Todo Baloncesto. Desde 1981 con Nuevo Basket como fotógrafo. Primer fotoperiodista en viajar a ver y fotografiar partidos de la NBA en 1984. Europeo de 1973, cinco Mundiales Júnior (de 1983 a 1999). Quince meses trabajando, viviendo y jugando a baloncesto en Argelia (Sidi Bel Abbès).

Mundial de España 1986, Mundial de Argentina en 1990. JJOO de Barcelona 1992 como adjunto del jefe de prensa de baloncesto. Ha escrito dos libros, Crónica de un viaje alucinante (en 2009) y Memorias Vividas (en 2015). Durante 19 temporadas (1996-2014) responsable de prensa del Club Joventut Badalona.

Entrevista publicada originalmente en Planetacb.com en febrero 2022.

 

 

Libro recomendado:

Libro. Lolo Sainz y su tiempo. Juan Pablo Bravo Cayuela

 

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