Una entrevista de Javier Balmaseda | Foto portada Miguel Ángel Forniés
Hoy, con motivo de su cumpleaños, visita JGBasket Nacho Azofra, un referente en el Estudiantes y uno de los bases más creativos e imprevisibles que han jugado en la ACB, competición en la que actualmente es el tercer máximo asistente de su historia.
Nacho Azofra (Madrid, 55 años) era “El más listo de la clase”, apodo que le puso Andrés Montes y que le va como anillo al dedo. Era un base de 1,85 m que leía a las mil maravillas el juego y que destacaba por su inteligencia en la cancha y su gran capacidad de pase. Me atrevo a decir que es uno de los directores de juego más icónicos que han jugado en la máxima competición española. Un ídolo para muchos, especialmente para la afición del Estu, aunque él no sea muy consciente de esto. Es un honor para mí haber charlado durante más de una hora con Nacho Azofra, uno de los históricos del baloncesto español.
¿Cómo te encuentras? Estuviste ingresado por neumonía con el Covid en abril de 2020.
Me encuentro bien, con normalidad, envejeciendo, pero ya está olvidado. No he tenido secuelas. De hecho, he pasado el coronavirus por segunda vez y ya ha sido más como una pequeña gripe, sin las dificultades de la primera ocasión.
¿A qué te dedicas en la actualidad?
Yo sigo viviendo en Madrid. Ahora mismo estoy en el paro, no hago nada. Estos últimos años no he entrenado a algunos chavales de Estudiantes, que solía hacerlo. Ahora organizo un campamento de baloncesto en Soria todos los veranos, pero saliendo de ahí no he hecho mucha actividad. Sigo el baloncesto, pero profesionalmente no he hecho nada en los dos últimos años.
Háblanos de este campus.
Este verano será la octava edición. Es un campus de baloncesto en Soria que surgió allí por amigos comunes. Por temas familiares íbamos mucho a Soria. Tengo amigos allí que se dedican también a temas de deportes en la naturaleza. Todo empezó por un chico que llegó a Soria, que no es una ciudad que tenga mucha tradición de baloncesto, y montó un club y se puso en contacto con mis amigos de allí. Le dijeron que me conocían, y salió la ocasión de organizar un campamento de baloncesto para niños para promocionar el baloncesto en Soria para que este deporte tuviese su parte, sobre todo en la formación, en esta ciudad que siempre había sido mucho más de voleibol y balonmano. Y yo encantando. Hacemos un campamento para niños bastante pequeños, normalmente hasta chavales y chavalas de 14 años o 15 años. Empezamos desde los 9 años, aunque a veces cogemos a alguno de 8. Es formación pura, disfrutar y pasarlo bien. Hacemos también actividades en la naturaleza, aunque la actividad principal es el baloncesto, pero hacemos bastantes cosas. Está bien, es muy familiar. Da gusto con esas edades.
Centrándonos en el baloncesto, ¿eres consciente de que sigues siendo un jugador muy admirado por los que pasamos los cuarenta y un ídolo para muchos, especialmente para los aficionados de Estudiantes?
Pues no (risas). Para la gente de Estudiantes, que era una afición muy numerosa, y para los que han pasado los cuarenta, a lo mejor sí. Algunas veces lo veo porque me paso muchas veces por el Magariños y charlas con la gente, pero ya de una forma muy familiar porque realmente nos conocemos casi todos, pero salvo eso, sigo mucho el baloncesto, aunque no estoy al tanto, por ejemplo no voy a eventos. Desde que me retiré de la vida activa del baloncesto, ya no solo como jugador, también luego como entrenador y director deportivo, voy a ver partidos tanto de liga profesional como de cantera o formación, y disfruto mucho viendo estos encuentros, pero nada más. En Madrid tenemos la suerte de que hay muchos partidos para ver. Los fines de semana o incluso entre semana no te aburres. Uno sabe que ha jugado mucho tiempo al baloncesto y que para determinada generación conocen tu nombre, pero nada más.
¿Te sigue reconociendo y parando la gente por la calle?
No, no (risas).
¿Se echa de menos la popularidad que teníais cuando jugabais?
No, todo lo contrario. No es que a mí me parasen demasiado. Además, ten en cuenta que cuando uno va por la calle y mides dos metros la gente te identifica y enseguida te ve, pero si mides uno ochenta y poco como yo la gente ni te identifica. Bueno, en tus tiempos a lo mejor te conocían más porque nos televisaban mucho, pero ya no (risas). Y no es que se eche de menos, es que a mí lo de pasar inadvertido es lo que me gusta.
¿Te encontraste con muchas piedras en el camino hasta llegar a la élite del baloncesto? ¿Fueron difíciles los comienzos? Recuerdo que Ismael Santos me contó que le cambiaron su rol y que fue difícil, ya que empezó jugando de base y era un jugador muy creativo y, con el paso de los años, se tuvo que convertir en un especialista en defensa.
En eso he sido un jugador afortunado y me salió todo de forma natural. También es verdad es que estaba en un club de formación de jugadores y si veían que tenías talento, trabajabas, currabas, tenías carácter y competías, te daban la oportunidad de jugar en la ACB. Lo mío fue una forma muy natural. Llegué y me fueron bien las cosas y ya luego me asenté. Lo difícil no es llegar, lo difícil es permanecer todos los años, eso es más difícil. Yo he visto a mucha gente llegar y luego quedarse en el camino. Lo difícil es mantenerte y seguir creciendo, obviamente.
¿Tenías algún sueño cuando empezaste a jugar al baloncesto?
Como buen chaval del Estudiantes, lo que quería era llegar al primer equipo y jugar como Vicente Gil. Nuestros ídolos eran nuestros jugadores de la ACB, ya está. No miraba más allá del Estudiantes.
En uno de tus primeros partidos con Estudiantes te enfrentas a Drazen Petrovic, concretamente en el Torneo de la Comunidad de Madrid. ¿Te impresionó? ¿Qué recuerdas de aquello?
Bueno, impresionaba porque le habías visto jugar en las competiciones europeas con la Cibona contra el Real Madrid y ganar, no voy a decir solito, pero casi. Era un jugador superlativo, no estaba un escalón por encima del resto, sino un par de ellos. Impresionaba verle ahí, era un jugadorazo. Era otra cosa completamente distinta a lo que habíamos visto hasta entonces. Siempre impresiona jugar contra un jugador así, pero una vez en el campo eso te da igual. Te impresiona más cuando lo ves por la tele que luego en el campo. En el campo estás a lo que tienes que estar y a intentar comerle la tostada, aunque luego no puedas. Ya está, nada más… En el campo no estás para admirar a nadie.
¿Qué te gustaba hacer, al margen del baloncesto, en tu época como profesional?
Entrenábamos mucho, mañanas y tardes. No es que tuviésemos mucho tiempo libre. Además, al entrenar tanto uno está cansado, lo que pasa es que uno también es joven. Pues bueno, estar con los amigos y estudiar, que también estudiaba, y estar con la familia. También leer y pasear por Madrid. Me sigue gustando mucho pasear por Madrid, me encanta. Nosotros jugábamos competición europea y siempre estábamos haciendo las maletas para irnos de viaje. A lo mejor jugabas en Badalona y después en Belgrado… Era una vida, en ese aspecto, bastante movida y gratificante. Muy chula, a mí me encantaba.
Explícales a los jóvenes que no te vieron jugar qué tipo de jugador eras.
Bueno, no sé… No sé contarte muy bien porque eso de exhibirse a uno mismo…
Por lo que destacabas o lo que te gustaba hacer en la cancha.
Bueno, un poco la creatividad. Leer lo que estaba pasando en el campo para intentar mejorar al grupo, y que el balón llegase en las mejores condiciones a los que tenían que anotar en ese momento. Yo creo que cuando se preparan los partidos el equipo contrario siempre intenta preparar unas trampas, entonces hay que saber leer lo que pasa en el campo, y yo creo que esa era mi principal virtud. Hombre, uno lee y actúa mejor si dominas bien el balón y tienes capacidad de pase, y eso sí lo tenía. Sobre todo, creo que era un jugador al que era difícil de poner trampas en ese aspecto. Era más imprevisible.
Eras un escándalo, Nacho. Eras imprevisible, creativo, tenías desparpajo…
Era más creativo en ese aspecto, pero luego si el equipo también aprende a improvisar, a leer sobre la marcha lo que está pasando en el campo y a anticiparse, el equipo tiene mucho ganado. Por tanto, me gustan los entrenadores que por lo menos trabajan eso, que trabajan una cierta libertad también en ese aspecto. Eso no se hace por arte infuso, eso se tiene que entrenar. Cuanto más lo entrenes más difícil resultará preparar partidos contra equipos así.
Fue Andrés Montes quien te puso, “El más listo de la clase”.
Sí, fue Andrés.
¿Y te gustaba ese mote?
Bueno, me gustaba Andrés. Qué pena porque a mí me parece que era otra cosa fresca, diferente y me hacía gracia casi siempre. Me encantaba verle hasta cuando hacía fútbol. Y claro, es que era una maravilla cuando hacía un partido de la NBA de tres horas, que muchas veces era inaguantable verlo por televisión, él te lo hacía mucho más ameno. Era un genio de la comunicación. Tenía esa gracia que a mí me encantaba.
En mi opinión, uno de los episodios más fascinantes de tu carrera deportiva es el título de la Copa del Rey del 92. Empezáis bien aquella temporada, pero llegáis a la Copa con una mala racha, incluida una derrota frente al Barcelona por 30 puntos de diferencia. Te lesionas y estás prácticamente descartado para jugar. En el primer partido os espera el Real Madrid y, por lo que tengo entendido, creo que no teníais hotel reservado en Granada. Hace unos años la web de Estudiantes publicó estas declaraciones de Pinone previas al partido contra el Madrid: “¿Estáis locos? ¡Es un título y jugamos contra el Real Madrid!”. Además, Antúnez, que había fichado ya por el Real Madrid, hizo estas declaraciones: “Veo mal a mi ex-equipo. Empezaron muy bien la temporada, pero, sinceramente, creo que hoy por hoy el Real Madrid es superior y lo demostraremos”. ¿Qué recuerdas de todo aquello?
Pues mira, me has contado cosas que ni las sabía. No sé, hay muchas cosas que no las conozco y tampoco leo muchas cosas de Estudiantes. No, no, sí serán ciertas, pero que no conozco algunas, como lo del hotel y tal. Lo que sí te puedo decir es que fuimos allí con la máxima ilusión, pues como jugábamos nosotros, sin muchos complejos. Llegábamos e íbamos a ganar. Nos daba igual el equipo contrario. Luego, el equipo contrario podía ser muy bueno, pero nosotros no salíamos a ver qué pasa. Salíamos a morder, como decíamos. Yo estaba totalmente descartado para la Copa del Rey porque en el partido anterior me habían dado la vuelta al codo y no podía estirarlo. Simplemente me dediqué a hacer turismo. Tenía amigos que fueron allí con el Estudiantes. Comía con el equipo y eso, y luego todos se iban a dormir la siesta y yo me iba a dar una vuelta por ahí con algún amigo, a ver la Alhambra, por ejemplo. Yo estaba totalmente descartado. Mientras ellos hacían tiro los días de ir a probar al campo y tal, yo me vestía de corto y hacía mis ejercicios con el preparador físico para sudar. Y luego, pues me iba por ahí a dar una vuelta. En la final yo tenía bastantes ganas de jugar y hablé con Andrés Soriano, que era el médico. Me hizo un vendaje muy aparatoso para inscribirme por lo menos en el partido. La idea era que no podía, pero bueno, hice la rueda y me fui probando. No podía tirar prácticamente porque al tirar tienes que estirar el brazo, y me había lesionado el codo derecho y yo no soy zurdo. Pero sí podía botar porque puedes hacerlo con el codo sin estirarlo. Bueno, hice la rueda y luego surgió lo de Miguel Ángel Martín. Se nos puso el partido un poco dubitativo, llevábamos un tiempo sin anotar. Entonces me llamó y me dijo: “Oye, Nacho. ¿Juegas?”. Y digo: “Sí, hombre, claro. Encantando”. Y nada, salí y fueron bien las cosas. Pero vamos, tuvimos un poco de suerte también en ese momento. Yo salté. Lo que más me ha gustado del mundo es jugar al baloncesto. “No me voy a quedar en el banquillo, no, no… ¿Qué dices? ¿Estamos locos?”. Pensé.
No lo dudaste en ningún momento a pesar de tu lesión.
No, hombre, quién va a dudar esto. Si luego el codo no va, pues no va, pero vamos, que sí, el codo iba a ir. Ya me había estado probando y bien. No me iban a quitar el balón. Dominaba bien el balón. No me impedía botar y también podía pasar con dos brazos y pasar un poco de muñeca con la derecha. Más o menos me podía apañar.
No pudo ser mejor tu entrada al partido, Nacho, con aquel robo de balón y el posterior mate de Rickie Winslow.
Claro, es que sales y robas un balón en el medio campo, y lo haces cuando el otro base está botando, que es más raro. Entonces me voy en contraataque y, aunque las bandejas podía dejarlas con la izquierda, venía Rickie Winslow, se la pasé y la machacó. Hombre, eso anima al equipo, anima a todos porque llevábamos un rato sin anotar.
Ese mismo año llegáis a la Final Four de Estambul. Vaya año… ¿Qué fue más especial, llegar a la Final Four o ganar la Copa del Rey?
(Risas). Es más especial llegar a la Final Four porque también te da más tiempo a saborearlo. Claro, Copas del Rey he jugado muchas, es verdad que no las habíamos ganado. Luego las ganas y, de repente, una explosión de alegría, pero en cinco días estábamos jugando en Tel Aviv. Ya está, muy bien. Aquí viene el Maccabi a ponerte en tu sitio y el premio era ir a la Final Four. No nos dio tiempo a disfrutar de la Copa. Había que espabilar. Nos dio más tiempo a disfrutar el pase a la Final Four. Los partidos contra el Maccabi en casa fueron espectaculares de público y de ambiente. Cuando nos clasificamos y hasta que llegó la Final Four fue una gran alegría para todos. También disfrutamos mucho preparando el viaje. Digamos que fue más especial. Luego, visto con la perspectiva del tiempo, clasificarse para la Final Four con Estudiantes es un logro. Había muy buenos equipos y jugamos muy bien ese año.
¿Ha sido tu mayor satisfacción deportiva haber llegado a esta Final Four?
(Risas). Como satisfacción de grupo sí, también las Copas del Rey o la final ACB contra el Barcelona. Pero luego, como satisfacción personal hay momentos, y ya está. Simplemente un partido en medio de una liga. Hay momentos de Estudiantes en los que hemos estado en baja forma o perdiendo partidos y de repente juegas un buen partido y haces que el equipo salga del pozo. Eso también te produce mucha más satisfacción. La satisfacción de grupo sí, pero en cuanto a la satisfacción personal hay otros momentos puntuales que tienen la misma intensidad.
¿Quién era el líder de aquel Estudiantes hasta tu marcha a Sevilla en la temporada 93/94?
Sin duda Pinone. Era muy referente, un jugador muy ganador y muy exigente en las concentraciones y en los partidos. Hacía un poco de todo, tiraba, era muy buen pasador, también repartía juego como si fuese un base en determinados sistemas. Ya era un jugador que físicamente iba un poquito más para abajo. Le iba costando, pero claro, cuando se tiene ese baloncesto en la cabeza y ese baloncesto en las manos tienes muchas cosas que dar todavía. Era nuestro referente. Luego, claro, viene Rickie Winslow y es un referente físico también. Nos da un plus físico importantísimo porque era un jugador impresionante.
¿Cómo eran vuestros entrenamientos?
Eran muy duros. Nuestros entrenamientos eran donde de verdad los jóvenes mejorábamos bastante. Eran entrenamientos muy físicos, estaba permitido mucho contacto, nos dábamos bien, con mucho ritmo, corríamos mucho. Mejorábamos bastante todos en general, y más para los jóvenes que vienen que se tienen que meter en el ritmo de la ACB, que no es solo ritmo, también es dureza, concentración… Allí no subía uno el balón dentro de la zona sin recibir, nunca. El zarpazo del oso Pinone, y no lo digo como anécdota, lo digo realmente porque era así, lo aprendimos todos y aquello era salvaje. Presionábamos a todo el campo. Eran entrenamientos duros, duros, duros. Acabábamos fundidos. Había mucha leña. Y para hacer eso había que ser buenos competidores y buena gente, quiero decir que no tienes que ir con mala fe. A la gente le gustaba mucho competir, le gustaba mucho entrenar y éramos buenos compañeros. Había piques, obviamente. Además, luego viene un americano como Rickie Winslow, al que le gusta mucho eso, que era rapidísimo… Era una bestia. No habíamos visto nunca esa potencia y esas finalizaciones. Yo recuerdo siempre una cosa de Rickie. Jugamos una vez una semifinal contra el Joventut y creo que en uno de los dos primeros partidos jugados en Badalona mete veintitantos puntos, pero es que mete 8 o 9 mates. ¿Cuándo ves tú eso ahora? Nosotros teníamos un juego que en el 5×5 estático perdíamos un poco porque nos costaba un poquito más jugar así. No éramos un equipo con grandísimos tiradores, salvo Alberto Herreros. Rickie no era un grandísimo tirador de tres, era otra cosa, aunque también podía tirar de tres, pero claro, en contraataque cuando jugábamos… Supongo que de los 9 mates 6 o 7 serían en contraataque. Rickie era impresionante, era muy difícil pararle en contraataque. Solo podías hacerlo con falta. Si estaba cerca del aro la metía. Tenía muy buenas manos. En defensa cuando quería se ponía y era una cosa increíble. Él fue quien nos dio el plus físico.
¿Ha sido el compañero que más te ha impresionado?
Sí, quizá. Ahora sí ves jugadores así. Antes teníamos jugadores de peso, pero no de esa velocidad y potencia. Rickie era la velocidad, la potencia. Metía un mate y no veías el balón entrar. Tenía los brazos muy largos. Era muy competidor. Si hubiese tenido mejor tiro… Bueno, pues por eso estaba en España y no en la NBA.
¿Cómo era el ambiente en el Estudiantes en el día a día? ¿Había muchos piques en los entrenamientos?
El ambiente era bueno. Las cosas salían. Luego, oye, tuvimos nuestros malos momentos también. Nuestros malos momentos eran perder dos o tres partidos. De repente juegas en Europa algún partido y te volvías con 30 puntos en contra. Claro, había equipazos. A lo mejor hasta el descanso competías bien, pero luego a lo mejor jugábamos mal y es que el otro equipo no te perdonaba, eran súper equipos. Te hacían unos parciales de 20 a 2, no sé. Pero bueno, te creaba un poquito más de dudas, pero ya está.
¿Era duro ver a tus compañeros irse al Real Madrid?
No, era bastante natural. Siempre fue así, siempre fue así, ya está. Sí, fue más duro lo de Alberto por todo lo que conllevó, pero nada más, nada más.
¿Es verdad que todos los jugadores que se iban sentando a tu lado en el vestuario en Magariños fichaban por el Real Madrid?
Sí, todos, todos los que se sentaban al lado, sí. Me senté con Orenga, con Alfonso, con Felipe, con Alberto. Ese era el sitio del Real Madrid, lo llamábamos así, hasta que se sentó Andrés Miso y rompió el maleficio. Yo se lo dije, “Andrés, este el sitio del Real Madrid”. Se puso muy contento. “Pero no creo que tú… A ver si tú lo consigues, Andrés. Vamos a ver si rompes tú el maleficio”. Y lo rompió.
¿Era Alberto Herreros tu mejor amigo en Estudiantes?
Sí, ahí sí. Sí, esos años sí. No parábamos…
¿Cambió un poco la relación con Alberto a raíz de su fichaje por el Real Madrid?
No, no. A raíz de cambiar de equipo es más difícil mantener el contacto. Y luego Alberto se fue a vivir a las afueras de Madrid, y ya es más difícil. Con la vida que llevábamos es muy difícil. Alguna vez nos vemos y es como si no hubiesen pasado los años. Nos entra la risa a los dos un poco.
¿Mantienes el contacto en la actualidad con compañeros de tu época?
Sí, con algunos. Con Juan Aísa, con Gonzalo Martínez, con César Arranz. Gonzalo lleva a sus hijos al Ramiro de Maeztu y yo por allí los veo de vez en cuando.
¿Cómo se celebraba una victoria frente al Real Madrid?
Igual que una derrota, tomando unas cañas después. Nada especial.
En la temporada 93/94 y después de tanto tiempo en Estudiantes fichas por el Caja San Fernando de Sevilla y juegas allí durante dos años. ¿Se te hacía raro jugar en otro equipo?
Sí, al principio sí. Lo que se te hace más raro es jugar contra el Estudiantes, y en la cancha del Estudiantes, pero lo demás no. Tú ya llegas, haces grupo y tienes una pretemporada. Fueron unos años maravillosos, tenían un equipo estupendo, muy competitivo también y con muy buenos jugadores, y un club diferente, simplemente. Luego, tienes ese periodo de adaptación, adaptarse a una nueva ciudad también. Fueron unos años que los recuerdo de maravilla. El primer año competimos muy bien, y el segundo año fue más irregular, hicimos algunos buenos partidos y también tuvimos malas rachas. No nos metimos en los playoffs, pero el primer año sí, eliminamos al TAU. Jugamos bastante bien el primer año. Recuerdo también que nos tocó un grupo muy difícil en la Copa Korac el primer año y perdimos muchos partidos de menos de cinco puntos, pero competimos muy bien. Teníamos a Middleton, a Brian Jackson, a Carlos Montes en un estado muy bueno, haciendo muy buena labor. Teníamos un buen equipo y competimos bien, pero nos costó ganar en Europa. Había equipazos.
¿Qué nos puedes contar de Brian Jackson?
Brian era un súper jugador. Era un competidor nato. Ya llevaba muchos años en esto y con ese tamaño que tenía que le daba esa ventaja para poder tirar con un tío encima, tiraba muy rápido. Era más tirador de dos que de tres. Tú solo tenías que ponerle el balón en condiciones a la salida de los bloqueos y el tío las clavaba. Era muy buen jugador y muy buen tirador. Y teníamos a Middleton también en un estado impresionante. También estaba Darrell Lockhart el primer año, que estaba ya más mayor, pero hacía muy buena labor. Controlaba muy bien el juego.
Vuelves a Estudiantes después de dos años en Sevilla. ¿Pensabas que podías alcanzar algo parecido a lo que conseguiste en tu primera etapa en el Estu?
Hombre claro. Uno siempre piensa que es posible. Alguna vez nos quedamos a las puertas de los cuartos de final en Euroliga. Me acuerdo de jugar contra el Villeurbanne, que tenía muy buen equipo, y perdimos por poquito. Bueno, pero sí, claro, cómo no lo vas a pensar. Es que si no lo piensas ¿a dónde vas? (risas). Sí, sí. Yo siempre he pensado que podíamos ganar a cualquiera (risas), es que para eso estás, no me jodas.
¿Cuál piensas que fue el mejor equipo de Estudiantes en el que jugaste?
Es difícil decirlo. También el baloncesto ha evolucionado. Yo creo que el gran cambio fue cuando pasamos de los 30 a los 24 segundos, y algunos jugadores eso lo llevaron mal y a otros jugadores nos vinos bien, incluso. Pero claro, ves ahora por la tele el juego que hacíamos con John Pinone y el juego que luego que hicimos en la final contra el Barcelona, bastantes años más tarde, con Felipe Reyes, y era muy diferente. Entonces yo digo, los dos equipos eran muy buenos, pero ¿cuál es mejor? No sé qué decirte. El juego era muy diferente. Seguramente el segundo equipo ganaría al primero ahora, a un partido, pero bueno, no lo sé. El segundo equipo jugaba a más ritmo, más físico, pero hombre, el primer equipo…
¿Por qué no fue bien con la selección española?
Yo creo que nunca he sido un jugador muy de la selección, la verdad, ahora quizá lo sería más. Las concentraciones, para mí, eran muy largas. Por mi idiosincrasia y por mi forma de ser, no sé, necesitaba otra cosa, no lo sé muy bien. Pero lo de estar concentrado tantísimo tiempo y todo eso no me iba demasiado. No es culpa de la selección ni de los entrenadores, es culpa mía.
¿Tuviste ofertas tentadoras cuando jugabas en Estudiantes?
Sí, tuve algunas ofertas, pero al final decidí quedarme en casa.
¿Se pueden saber los equipos?
No, ya lo dejamos…
¿Qué es lo más duro del deporte profesional?
No sé, quizá lo más duro es cómo te deja el cuerpo el deporte. Hay que cuidarte bastante, pero en el momento en que lo estás practicando, hombre, sacrificas algunas cosas, como amigos, o como fines de semanas, etc. Pero realmente no sacrificas mucho, yo creo que si uno está bien físicamente da gusto. No sé explicarte algo negativo en este sentido. Yo creo que habrá gente que lo haya pasado mal. Lo más duro quizá son las lesiones, por decirte algo, porque te apetece jugar y no puedes. Sin embargo lo que es la vida profesional del deportista, oye, es elegida, y bueno, sacrificas algunas cosas, pero yo las he sacrificado gustoso, no sé cómo decirte. Ahora ya que tengo una edad y puedo echar la mirada atrás y tengo más conocimiento de cómo funciona un poco la vida y la gente. Yo creo que en ese aspecto he sido un privilegiado porque me ha permitido viajar a través del deporte, conocer cosas… Y luego, sobre todo, que me he divertido mucho jugando, y hombre, tener una profesión en la cual te diviertes es un placer. Eres un privilegiado.
Te retiraste en la temporada 2006/2007 jugando en el Bilbao. ¿Te hubiese gustado haberte retirado en el Estu?
No, no, todo lo contrario porque yo tenía muy claro que cuando has sido un jugador un poco icónico en un equipo, llevaba mucho tiempo, yo precisamente lo que quería era retirarme fuera del Estu. De hecho, cuando cumplo contrato y tal, no fuerzo nada. Quería jugar un año más o dos, no sabía porque iba un poco de año en año, pero yo después del último año que jugué en Estudiantes soy el primero que dice el año que viene no quiero estar, y ya está. Y además, con bastante silencio, “el año que viene Nacho Azofra no va a estar en Estudiantes”, y ya está, se acabó, no se va a renovar. Lo prefiero porque luego siempre hay líos, el club quiere hacer una cosa y el jugador quiere hacer otra, y eso siempre es un lío. Y luego me surgió la oportunidad de ir a jugar a Bilbao, que me encantó, con muy buenos compañeros, muy buen entrenador. Llegué en una situación delicada del equipo, realmente lo que necesitaban era un base, les faltaba un base, tenían solo uno, que era Javi Salgado, y nos fue muy bien. Acabamos, creo que en décimo lugar. Fue un muy buen año y disfruté mucho. Aprendí cositas también porque nunca había estado en un equipo en esa situación, con otros objetivos. Era un equipo que tenía que mantenerse en ACB, ese era el objetivo, y a partir de mantenerse, bueno, pues jugar lo mejor posible y alcanzar el puesto más alto posible. Cuando llegué era de los últimos de liga, entonces nunca había jugado en esa situación, con esa presión y tal. Y bueno, aprendes cosas, por supuesto.
¿Se veía el baloncesto de manera muy diferente cuando te metes de entrenador y director deportivo?
Sí, completamente, y además es que tu obligación es verlo de manera diferente. Con la ventaja de haberlo visto, desde hace muy poquito, desde dentro del campo, y además como base, que te hace pensar más en el grupo. Sí, claro, estás obligado a verlo de manera diferente. Tú ya no puedes pensar como jugador, tienes que pensar como un entrenador, obviamente.
¿Quiénes han sido los rivales que más te hicieron sudar?
Bueno, de todo. Ha habido, tanto jugadores nacionales, como los que conocéis todos… Djordjevic, mis guerras y peleas con Nacho Rodríguez, Andre Turner, que era un jugadorazo, Elmer Bennett… Había jugadores muy buenos. Unas veces ellos te comían la tostada y otras veces tú se la comías a ellos, a eso vas. Uno salía a competir con todos. Tú sabías que ellos te lo iban a poner difícil cuando tú les defendías porque eran jugadores muy ofensivos, pero ellos te tenían que defender a ti. Claro, iban a sufrir también, bueno, en eso consiste un poco la pelea, que no te hagan tanto daño en ataque y hacerles tú mucho daño en ataque. Esa era un poco la idea. Es que había muy buenos bases, el mismo Gonzalo Martínez, cuando jugabas contra él era un jugador muy complicado. Claro, no era anotador, a lo mejor, pero jugaba muy bien las ventajas para los compañeros.
¿Cuál era el secreto de la cantera de Estudiantes?
Los chavales que he conocido yo que luego se convierten en jugadores profesionales, juegan en la ACB, se mantienen durante varios años y son muy buenos jugadores, aparte de que sean buenos jugadores técnicamente y tengan un buen físico, el secreto es el carácter individual, nada más, pero de cualquier competidor. ¿Que salían en Estudiantes jugadores así? Sí, pero también salían en otros sitios, como en el Joventut, lo que pasa es que Estudiantes tenía muchos jugadores y apostaba porque esos chavales que destacasen tuviesen hueco en el primer equipo, no es que luego les quitasen de en medio. Tenían esa continuidad. Pero los jugadores que he visto yo siempre es por el carácter, y es el carácter suyo individual porque jugadores buenos técnica y físicamente he visto muchos, pero luego el carácter les fallaba. Alfonso Reyes, que era un 5 de dos metros pelaos, y todos los pívots le sacaban 15 o 20 centímetros, y durante partidos y partidos nadie podía con él. Yo lo he visto, pero nadie, ni los americanos, y te metía 20 puntos y te cogía 8 rebotes. Y claro, eso es el carácter. Y luego Felipe. Es el carácter, y el carácter ya se ve desde chicos, son inconformistas, tienen guerras con sus entrenadores desde juveniles, desde júnior. Felipe tuvo muchos líos con Pepu, siempre ha sido como un “Victorino”, saltaba a la mínima, pero eso es bueno, lo prefiero mejor por exceso que por defecto. Los jugadores tienen que ser más inconformistas que el entrenador. El carácter no quiere decir que sea un maleducado.
Todo esto es un poco lo que te pasaba a ti. Me has dicho que siempre salías a ganar.
Por supuesto, y luego, hombre, yo era caliente, sin faltar nunca al respeto, pero con los árbitros he tenido mis más y mis menos. No me gustaba perder, nada, pero no me gustaba perder, no los partidos, en los entrenamientos. No me gustaba perder la jugada, no me gustaba que el que tenía delante me metiera una canasta o me coma, no me gusta, eso me jodía mucho. Bueno, pues eso es competir. Competir no es solo el partido, es la misma jugada. Es que a uno le tiene que joder que le metan una canasta, no perder el partido, sino una canasta. Eso es el comienzo para luego lo del partido, yo creo. Me jodía simplemente que Gonzalo Martínez me metiera una canasta en un entrenamiento, o que te metiesen un bloqueo directo, simplemente, o que te ponga dificultades en defensa más de las que tú piensas que te tiene que poner. Pero con los años ya vas aprendiendo todo esto, a jugar con la cabeza fría y a saber que el error existe, a leer un poco mejor. Eso te lo dan los minutos de parqué, de parqué, de parqué, de entrenar, de entrenar, de jugar y jugar. Yo creo que el inconformismo es la esencia de cualquier jugador que tiene ambición. Y las ambiciones ya pueden ser diferentes, puede ser porque tú quieras ganar títulos, que tampoco era una de mis ambiciones. Mi ambición era la de ganar esa jugada, y la siguiente también, y la siguiente también, y por tanto el partido. Esa era la ambición. Cuando te dedicas al deporte profesional tienes que ser competitivo, luego ya cada uno hace su labor. En un equipo hay unos que meten puntos, otros que cogen rebotes, otros que defienden… Pero tienes que ser competitivo en lo tuyo e intentar mejorar en las cosas que tienes un poquito peores. Yo he conocido mucha gente que no era anotadora, pero eran muy competitivos, muchísimo, de decir: ¡aquí no me coge un rebote nadie! Y para hacer eso, la gente que tiene alrededor se lo tiene que valorar, y el profesional se tiene que sentir valorado solo cogiendo rebotes porque si no puede decir que valoran solo al que mete puntos. Pero vamos, no hay nadie que se dedique al deporte profesional no sé cuántos años que no sea competitivo, ahora y siempre.
Ha cambiado mucho el baloncesto en todos estos años, Nacho. Recuerdo que Pep Cargol me comentaba en una entrevista que en el descanso de un partido en Grecia se encontró a Zarko Paspalj, que estaba haciendo un partidazo, saliendo del baño fumando. Estas cosas ahora son impensables.
Los rusos y los yugoslavos fumaban casi todos. En el descanso fumaban todos escuchando al entrenador que también fumaba, obviamente. Fumaban todos en el vestuario y luego te metían treinta, claro. Los jugadores que mejor estaban físicamente de una cierta generación fumaban todos. Pero ya sabes… Ahora lo vemos como una cosa increíble, pero es que antes estaba embutido en la sociedad, y ya no te digo en los países del Este. Me acuerdo que cuando íbamos a jugar allí, tú entrabas en una cafetería y estaban fumando todos. Y nunca he visto jugadores más duros que los rusos de entonces. Eran unas bestias. Mikhailov, que luego vino con nosotros, era una bestia.
Nacho Azofra nació en Madrid el 23 de julio de 1969
Entrevista publicada originalmente en planetacb.com en abril 2023.
MIGUEL ÁNGEL FORNIÉS nació en Badalona el 18 de septiembre de 1952. Estudió en los Salesianos Badalona y en el Colegió Badalonés. Servicio Militar en Campo Soto, Cádiz.
Fotoperiodista de Devoción. Colaboró con Eco Badalonés, 5Todo Baloncesto. Desde 1981 con Nuevo Basket como fotógrafo. Primer fotoperiodista en viajar a ver y fotografiar partidos de la NBA en 1984. Europeo de 1973, cinco Mundiales Júnior (de 1983 a 1999). Quince meses trabajando, viviendo y jugando a baloncesto en Argelia (Sidi Bel Abbès).
Mundial de España 1986, Mundial de Argentina en 1990. JJOO de Barcelona 1992 como adjunto del jefe de prensa de baloncesto. Ha escrito dos libros, Crónica de un viaje alucinante (en 2009) y Memorias Vividas (en 2015). Durante 19 temporadas (1996-2014) responsable de prensa del Club Joventut Badalona.