La espectacular temporada que está realizando el Real Madrid no pasa desapercibida para nadie. Uno de los artífices de este éxito es su capitán Felipe Reyes, que, tras tomarse un descanso con la selección española el pasado verano, puede poner el colofón a una brillante carrera vistiendo la camiseta nacional en el Mundial de España. Pero su camino hasta aquí no ha sido fácil.

Se pasó su niñez viendo como su hermano Alfonso triunfaba en el primer equipo de Estudiantes y su hermano Miguel Ángel era una apuesta de futuro en las categorías inferiores de los del Ramiro de Maeztu, aunque, finalmente, no llegó a nada. Mientras él, después de destacar en infantiles, se veía relegado a jugar en su primer año de cadete en el equipo “D”. Un gran palo, pero que le sirvió para crecer más como jugador.

Después de un año duro, demostró su valía y no se rindió. En su segundo año cadete, después de pegar el estirón y superar el 1,90 metros consiguió hacerse un hueco en el cadete “A”, llegando a disputar el Campeonato de España, donde se encontraría con algunos de los jugadores que han marcado la historia del baloncesto en este país en la última década (Navarro, Raúl López, etc…).

Con ficha en el equipo EBA, sus números (18 puntos y 10 rebotes) no pasaron desapercibidos para Pepu Hernández, que le hizo debutar en Vitoria y disputar tres partidos más esa temporada con el primer equipo. Su trabajo y su esfuerzo tenían recompensa no sólo en su club, su valía le sirvió para ir convocado y disputar el Europeo U18 en Bulgaria. Un campeonato que sería un punto de inflexión para el baloncesto español. Aquella generación fue capaz de acabar con el gafe y consiguió alzarse con la primera medalla de oro en selecciones inferiores. Esto sólo era un aperitivo, ya que el mayor logró de esta generación aún estaba por llegar.

Su momento había llegado y el Estu decidió apostar por él para conformar el juego interior del ACB, coincidiendo con su referente –su hermano Alfonso–. Fue llegar y besar el santo. Los colegiales se proclamaron campeones de la Copa del Rey y, aunque perdieron en semifinales de Liga ante el Real Madrid, Felipe fue, de nuevo, convocado por la selección española júnior para disputar el Mundial de Lisboa. Qué decir de ese campeonato que no se haya dicho ya. Lo mejor que se puede hacer es ver una y otra vez la final ante Estados Unidos para hacerse una idea de lo que realmente significó aquello para el baloncesto español.

Sus minutos y sus números (10,7 puntos y 6,4 rebotes) seguían en continuo crecimiento y, a pesar de tener sólo 21 años, era un ídolo para la afición estudiantil. Después de caer en semifinales de la ACB, Imbroda le convocaba para disputar el Europeo de Turquía, donde se colgó la medalla de bronce, comenzando una brillante carrera con la selección española.

Por Víctor Escandón Prada
Periodista deportivo especializado en baloncesto
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