Después de convertirse en un fijo en la selección española, logrando una histórica victoria ante Estados Unidos en el Mundial de Indianápolis, el regreso a su club estaba marcado por la marcha de los dos pívots titulares ese verano. La más sorprendente, la de su hermano Alfonso al Real Madrid. Había llegado su momento. Con 22 años se convertía en titular indiscutible y sus números subían como la espuma (16,9 puntos y 10,4 rebotes), siendo el máximo reboteador de la competición con un total de 354 capturas.
Idolatrado por la Demencia, decidió apuntarse al draft de la NBA, pero acabó borrándose y nunca se interesó por cruzar el charco, consciente de sus limitaciones. El pívot cordobés seguía creciendo y, a pesar de que su equipo no realizó una gran temporada regular, acabando en quinta posición, consiguió clasificarle para la final de la ACB, perdiendo en el quinto y definitivo partido en el Palau.
Su mejor año dio paso a un verano convulso. Felipe se convertía en el favorito del Real Madrid para sustituir a su hermano Alfonso, pero fue el Estu –necesitado de ingresos– el que dio el primer paso, como reconocería el propio jugador en su presentación, poniéndolo en el mercado. El conjunto blanco no desaprovechó la oportunidad y fichó un valor seguro, que lleva ya diez temporadas demostrándolo. Ya podía disputar los Juegos Olímpicos de Atenas con su futuro aclarado aunque eso le costaría la ira de una afición que, al igual que pasó con su hermano, le había elevado a los altares.
El azar, a veces, es caprichoso y el sorteo de la ACB quiso que el primer partido de la temporada le enfrentase ante sus ex. Con el dorsal 14, que había heredado de su hermano, cuajó una gran primera temporada en la que ganó la Liga. Aunque esa temporada siempre será recordada por la gran remontada en la final ante el Tau y el triple decisivo de Alberto Herreros.
A pesar de llevar sólo un año en el Madrid, tras la retirada de Herreros, fue nombrado capitán y decidió cambiar su número y coger el 9. Su equipo no pudo revalidar el título de Liga y cayó en cuartos de final. Eso sí, Felipe fue el mejor en el playoff ante el Barça, promediando 18 puntos y 9,1 rebotes. Pero su momento más importante estaba por llegar. Pepu Hernández cogía las riendas de la selección española y volvía a coincidir con el pívot cordobés, al que había dado la alternativa en el Estu. Poco hay que decir de ese Mundial que no se haya dicho ya, sólo que España cambió la historia y fue campeona del mundo.
Joan Plaza es el elegido para dirigir al Madrid y, a pesar de los múltiples compañeros que tiene Felipe a lo largo de la temporada en la pintura (Sekulic, Hamilton, Varda, Sinanovic, Hervelle, Hernández-Sonseca, Aguilar y Moiso), se consolidó como uno de los mejores pívots de la competición, logrando el MVP en la final de la ACB en la que se impusieron al Barça. Un título más para sus vitrinas al que esa temporada también sumó el de la Copa ULEB. La guinda al pastel bien podría haber sido conseguir la medalla de Oro en el Europeo de Madrid, pero, con todo a favor, Rusia se impuso en la final.
Por Víctor Escandón Prada.
Periodista deportivo y Entrenador superior baloncesto
Gabinete contenidos JGBasket
Foto: www.losojosdeltigre.com