Cuando la temporada pasada el CSKA dominaba la final por 19 puntos, nadie apostaba por un vuelco en el marcador, sin embargo la historia recordará la gesta del conjunto heleno. Justo un año después, el inicio de partido del Real Madrid podría presagiar en una victoria plácida del conjunto blanco, y más cuando el marcador reflejaba 17 puntos de ventaja para los de Pablo Laso. Poco a poco, y gracias a un trabajo brillante en el plano defensivo, la fe del conjunto griego iba en aumento a medida que avanzaba el partido, el acierto en el lanzamiento confirmaba que esta temporada se podría volver a repetir la historia.

Tras un inicio demoledor desde el perímetro, Llull, Rudy, y compañía contaban con el cerrojo en la zona que suponía la presencia de Mirza Begic, quién se encargó de taponar todas las acciones del conjunto de Bartzokas. Poco quedaba de ese equipo aguerrido que destrozó al todopoderoso CSKA en semifinales. Las sensaciones no podían ser mejores, el final del primer cuarto, y el inicio de las rotaciones desde el banquillo supuso un punto de inflexión que terminó por decantar el signo del partido. Secundarios de lujo como Sloukas, Perperoglou, o Hines, empezaron a ver aro con fluidez, y se apoyaban en los errores en la dirección de partido de los bases blancos para ir acercándose en el marcador, y eso que todavía Spanoulis no había dado señales de vida. Aún así, el Real Madrid pudo irse al vestuario al descanso con una ventaja en el marcador, que bien ya habrían firmado antes de empezar el partido, pero las sensaciones que flotaban en el ambiente eran que el conjunto de Pablo Laso había dejado escapar una gran ocasión de hacer más daño al conjunto heleno.

Olympiakos tras la reanudación decidió dar una vuelta de tuerca más a su intensidad defensiva, apoyado por una permisividad arbitral, que bien merecería ser analizada. Error grave del Madrid no saber igualar a los griegos en ese aspecto. Sin embargo la peor noticia que podía recibir el conjunto blanco era la aparición en el partido de Spanoulis, nombrado MVP de esta edición de la Euroliga, que decidió irrumpir desde el perímetro para convertirse en el foco sobre el cual los griegos empezaron a gestar su brillante victoria. Conseguido el volteo en el marcador, el Madrid trató de volver a engancharse en el marcador, la casta de Llull o Reyes, la amenaza de Carroll, la calidad de Rudy, o el talento de Sergio Rodríguez, no fueron suficientes para conseguirlo. Sin mucho ruido, gente como Acie Law, Antic, Papanikolau, o Perperoglou, no dieron opción a que esto se produjese. La brillante dirección del técnico Bartzokas confirmaba que la Euroliga se alejaba rumbo a Grecia.

Los últimos minutos eran el reflejo de un equipo que trataba de lograr un milagro que en ningún momento parecía posible. La precipitación, y la falta de ideas claras en la selección de tiro condenaba las esperanzas de un equipo que había esperado 18 años para volver a una final de la competición más prestigiosa del viejo continente. Un final de partido que no puede emborronar la trayectoria magnífica del conjunto de Pablo Laso en esta edición, pero en las finales en muchas ocasiones las pizarras quedan en un segundo plano, la experiencia previa en la gestión de las emociones resulta tanto o más importante para obtener el éxito. Ya habrá tiempo para hacer análisis más detallados de los factores tácticos, en los que el Real Madrid ha fallado, y que a fin de cuentas le ha sentenciado en esta final. No cabe duda que el recorrido de este equipo ni mucho menos ha llegado a su fin, es más, aún queda mucho camino por delante, y las opciones de volver a este tipo de finales volverán a repetirse. Ahora, sólo queda felicitar a Olympiakos, brillante vencedor, y de los pocos equipos capaces de hacer un back to back. Evidentemente, Spanoulis ha sido nombrado MVP de la final.

 

Por Alex Senra del Cerro
Analista Euroliga para JGBasket

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