Dos semifinales con un mismo objetivo, pero con un guión muy distinto. Maccabi y Real Madrid disputarán la gran final de la Final Four con un estilo de juego en el que prima la velocidad. Laso contra Blatt. Dos técnicos que han sabido imponer su filosofía para guiar a sus equipos al título continental. Ahora sólo puede quedar uno y esperemos que, en la partida de ajedrez que planteen en la final, ganen las blancas.
Messina puede poner rumbo a la NBA, pero se irá sin conseguir rentabilizar los millones invertidos en su CSKA. El equipo que más gasta en fichajes y cumple las peticiones de sus entrenadores a golpe de talonario, volvió a fracasar. Los fantasmas del pasado volvieron a aparecer entre las sombras del Mediolanum Fórum de Milán y los rusos volvieron a dejar escapar un partido que parecía controlado, al igual que les sucediera en la final de hace dos temporadas.
Las gradas amarillas enloquecían viendo como el conjunto macabeo iba remontando y metiéndose en el partido y los críticos de Teodosic se frotaban las manos, viendo como el base volvía a demostrar que los duelos importantes se le quedan grandes y no sabe cómo dirigir a su equipo cuando rema a favor de corriente. En la lotería final, el Maccabi se llevó el premio de volver a pelear por el título.
La tensión del primer duelo parecía trasladarse al enfrentamiento entre Barça y Madrid. Los equipos atenazados se mostraban fallones y los de Pascual se aprovechaban del poco acierto en el tiro de los blancos para dominar con un coloso Tomic. Espejismo puro, la entrada del MVP Sergio Rodríguez cambió el encuentro. El aura que desprende el base canario contagia a todos sus compañeros que se vuelven mejores. Los triples empezaban a entrar y los nervios se apoderaban de los azulgranas, que utilizaban todas sus armas para romper la racha de sus rivales.
La segunda mitad se convirtió en un querer y no poder de los de Pascual que, cada vez que miraban el marcador, veían como la diferencia aumentaba irremediablemente. El Madrid estaba desbocado y su segunda final consecutiva era un hecho. Parece la prehistoria, pero hace sólo tres temporadas, cada choque entre Madrid y Barça era una pesadilla para los blancos que salían derrotados y lo único que les quedaba por saber era la diferencia por la que perderían. Laso ha conseguido cambiarles la mentalidad y, sobre todo, la confianza en su juego. Un pasito más. Queda el definitivo, el que les dé la Novena.
Por Víctor Escandón Prada
Periodista deportivo y entrenador superior de baloncesto
Analista Euroliga para JGBasket
Foto: Euroleague
Publicada el: 17 mayo 2014 12:28 pm