Foto portada Migué Ángel Forniés – Un artículo de Javier Balmaseda
En el día que cumple 63 años, nos acercamos a la figura de Granger Hall, uno de los mejores americanos que han jugado en España y un jugador que ha dejado huella en nuestro país, especialmente en Huesca, donde sigue siendo un ídolo.
Con poco más de dos metros de altura, 2,03 para ser exactos, este pívot nacido en Newark (New Jersey) se ha convertido en uno de los históricos de la máxima competición española tras superar las barreras de los 2500 rebotes, los 6000 puntos y los 12000 minutos disputados. Es el segundo máximo reboteador histórico de la ACB con más de 4000 rebotes, casi 10 por partido, y el sexto máximo anotador con más de 8000 puntos y 18,6 puntos por partido. Su valoración media, a lo largo de las trece temporadas que ha permanecido en nuestra liga, es de 21,8, una auténtica barbaridad, con partidos para el recuerdo como el que disputó en Huesca en 1991 contra el Caja San Fernando, donde se fue hasta los 60 de valoración, con 34 puntos, 19 rebotes, 3 asistencias y 3 balones robados. Sin duda, unas estratosféricas estadísticas al alcance de muy pocos. Además, siempre será recordado por los más nostálgicos por su ritual y peculiar forma de lanzar los tiros libres, ¿recuerdas? ¡Uno, dos, tres!, y también por haber formado en Huesca junto a Brian Jackson una de los mejores parejas de extranjeros que han jugado en las canchas españolas.
Llegó a la ACB en la temporada 85/86 procedente de la Universidad de Temple y, aunque tuvo algunos amagos con regresar a Estados Unidos, sobre todo durante las pretemporadas, ya no abandonaría nuestro país hasta su retirada en la temporada 97/98. Fórum Filatélico Valladolid, Magia de Huesca, TDK Manresa, Caja San Fernando, Baloncesto Salamanca y Ciudad de Huelva fueron los equipos que disfrutaron del baloncesto de uno de los mejores extranjeros que han jugado aquí.
Pero Granger Hall no era el típico americano que venía a España sin querer saber mucho de nuestro país, él quería conocer nuestras costumbres y empaparse de todo lo que tuviera que ver con nosotros. En mi opinión, es uno de los jugadores más carismáticos que han pasado por la ACB, o lo que es lo mismo, es de esos jugadores cuya figura trasciende lo meramente deportivo. Para muchos, cualquier circunstancia vivida junto a él se ha convertido en un recuerdo para conservar en la memoria. Por este motivo, he intentado descubrir las claves de su éxito y al hombre que se escondía detrás del jugador de baloncesto, por medio de las voces de los que estuvieron cerca de él a lo largo de sus 13 años en España.

Foto M.A. Forniés. Granger Hall con Fórum Valladolid
MARIO PESQUERA (Su entrenador en Valladolid)
Yo lo fiché por la recomendación de un entrenador americano, Richard Percudani, que era con el que yo siempre hablaba para fichar a los americanos. Percudani conocía muy bien el baloncesto europeo porque había entrenado en Varese y fue después scouting de varios equipos NBA… era el que me aconsejaba un poco, tenía muy buena amistad con él. Granger me interesó porque venía de la Universidad de Temple, lo estuve viendo en los vídeos y me gustó. Era un hombre más bien pequeño, le daban estadísticamente 2,03 metros, pero no medía eso ni por asomo, tenía 2 metros escasos. Sin embargo, era un reboteador extraordinario, con unos brazos larguísimos, y era un taponador que, junto con George Singleton, hicimos muy buena dupla, la verdad es que imponíamos miedo en defensa con el rebote y con el tapón. Me acuerdo de un partido con el Barça, creo que en Barcelona, que se hincharon a poner tapones, eran muy buenos taponadores los dos.
Con nosotros, no recuerdo muy bien el motivo, pero creo que la pretemporada se la saltó, no empezó a correr con nosotros, pero te digo una cosa, tenía buena parte de razón porque por entonces era muy típico entrenar bastante físico durante la pretemporada, y realmente, si tú tienes a los jugadores haciendo ejercicios de potencia con pesas y juegas mucho al baloncesto y entrenas fuerte, el baloncesto es un juego más completo… y eso de hecho ha cambiado mucho. Dábamos vueltas al campo corriendo, en campos de fútbol… bueno, era lo que había. Los americanos cuando venían se piraban el físico todo lo que podían.
Era un hombre más bien introvertido, no era un hombre difícil, era serio, pero muy buen tío y un jugador extraordinario. Tuvo una carrera muy buena porque era un tío muy práctico, un excelente jugador.
PEPE ALONSO (Compañero en Valladolid)
Recuerdo que debutó en Barcelona, creo contra el Barça. Llegó directamente de Estados Unidos a Barcelona, se fue al pabellón y se puso la camiseta. Perdimos, pero le metió 30 puntos al Barcelona. A veces se habla de la adaptación de los americanos al llegar a nuestro país, pero no todos la necesitan. Era muy reboteador y muy anotador. Tenía una forma de jugar que parecía un poco como que no se esforzaba, pero estaba siempre ahí, era como un martillo pilón. No era excesivamente alto, pero se colocaba muy bien y se llevaba siempre un montón de rebotes. Era muy fuerte. Tenía buen salto y mucho instinto para el rebote. Era un gran reboteador y un gran anotador. Tenía un tirito corto muy bueno. Recuerdo que cuando cogía el rebote en ataque se daba la vuelta y tiraba. Esos tiros cortitos hacían mucho daño. Sacaba el balón desde muy arriba. Era un jugador muy completo. A mí me gustaba mucho. Formó una pareja muy buena con Singleton en Valladolid.
El famoso ¡uno, dos, tres! en los tiros libres ya lo hacía en Valladolid y todo el público lo cantaba. Era muy seguro también tirando los tiros libres. Forzaba muchos en todos los partidos. Era muy peleón. Siempre daba mucha guerra.
En lo personal, era muy tranquilo, nada polémico y muy buen compañero. Yo tengo buen recuerdo de él. No lo he vuelto a ver desde que dejó de jugar. Era un tío muy majo. Era muy fácil convivir con él.

Foto M.A. Forniés. Granger Hall con Magia de Huesca
RICARDO (Médico del Magia de Huesca)
Éramos vecinos, él vivía en el segundo y yo en el primero. Tuvimos mucha relación de bajar a comer, a cenar… Encima, nuestra hija nació el día de su cumpleaños y siempre le mandaba regalos, incluso cuando no estaba aquí. Cuando se enteró de que mi mujer estaba embarazada bajó a la base y compró una silla para la niña. Era un tío muy detallista, siempre que venía a cenar o a comer a casa traía unos bombones para mi mujer.
No era el típico americano encerrado en sí mismo con las comidas y tal. De hamburguesas no quería saber nada, quería conocer todo de los sitios donde íbamos. Como tenía más relación conmigo, si a lo mejor íbamos a Sevilla, me decía: “Ricardo, ¿en Sevilla qué podemos hacer?”. Y yo: “Si quieres mañana nos vamos a ver la Plaza de España, la Giralda…”. Y él: “Sí, sí, sí”. Y nos íbamos mano a mano de visita turística. Si íbamos a Madrid al Prado y a un montón de sitios, en Valladolid también… Recuerdo que me decía: “Me han dicho que aquí en Valladolid hay muy buen vino, quiero comprar para tener en mi casa de Estados Unidos”. Y fuimos a comprar Ribera de Duero… Cuando íbamos a Valladolid, me acuerdo que me decía: “¿Pararemos a comer en Casalarreina?”. Digo: “Sí, pararemos”. Y él: “¿Pedirás el choricito…?”. Y yo: “Lo pediré”. A él le gustaba toda la comida española. Me acuerdo que parábamos en este pueblo cuando íbamos a Valladolid, y ahí me acuerdo que el choricito frito, la morcillita de aperitivo… todo eso le encantaba. A mí me dijo una vez: “No sé si me habré comido 10 hamburguesas en mi vida”. No era el típico americano… Se cuidaba mucho en todo el tema de alimentación.
Se hizo una casa en Ohio, pero con las normas europeas, no la típica madera puesta encima del suelo, o sea, se la hizo con cimientos, con un bodega que tenía para 1000 botellas, bueno, que los contratistas se miraban, como diciendo: “¿Pero este hombre de dónde ha salido?”. Se la fue haciendo mientras estaba aquí, en un pueblo de Ohio, pero eran una serie de ranchos más o menos seguidos, no era un pueblo como tal. La dirección era de esas rarísimas… a veces le mandábamos las cartas allí… Sé que tiene mucho terreno. Cuando se fue de España, y ya tenía la casa acabada, se fue a vivir allí.
El español se le daba fatal, pero se quería integrar, de gastronomía, de cultura… a todos los sitios que íbamos siempre hacíamos visita cultural. Un tío muy majo, siempre podías contar con él para todo, muy amable. Para mí, tener durante 6 o 7 años una pareja como él y Brian, que no daban ningún problema, era una maravilla. Claro, con los americanos tenías que tener mucha suerte. Granger era un tío llano, amable, simpático, muy amigo de la gente que estaba con él, muy detallista. Muy majo, muy ordenado, muy limpio, tenía la casa impecable, todo plegado, toda la ropa de deporte en un sitio, la lavaba con no sé qué… o sea, ya te digo, un tío en cierto modo metódico, pero muy majo, muy agradable.
No tenía manías ni cosas raras, lo único lo de los tiros libres, que yo creo que no era una manía, pero como vio que la gente… pues dijo: “Ahora lo hago siempre y ya está”, tampoco era una cosa que necesitara para concentrarse. No tenía ninguna cosa fuera de lugar, nada. Buena relación con todos los compañeros, se llevaba muy bien con ellos, y con nosotros, con el delegado, conmigo… encantador. Luego ya, con los entrenadores, por ejemplo con Iriarte tenía sus más y sus menos.
No le gustaban nada las pretemporadas, él sabía que si no lo llamaban ahora ya lo llamarían después, no tenía ningún problema. A mí me dijo una vez: “Richy, yo juego al baloncesto, no estoy aquí para correr por el monte. No he venido a subir montañas”. Y yo: “Pues tienes toda la razón”, porque al final venía igual. Y así estuvo los 6 años y medio que estuvo aquí, pero ya te digo, sin ningún problema con nadie, ni con el club, ni con compañeros, ni contrarios, nada de nada. Las pretemporadas no quería hacerlas, eso lo tenía más que claro, y sabía que al final lo acabarían llamando, y así fue durante 3 años seguidos, que no vino a hacer la pretemporada y ficharon a otros jugadores, y al mes a cambiar. Pero él siempre estaba en su peso, no tenía ningún problema. Físicamente, a pesar de que se rompió la rodilla en Temple, estaba muy bien, no perdió capacidad de salto, y no había que tener ningún miramiento con él porque se cuidaba mucho y no aumentaba de peso. Era un auténtico profesional. Luego, tenía buena gestión de los ingresos, sabía mover bien su dinero, se hizo un buen colchón, se hizo la casa, y aparte tenía su trabajo, era profesor de niños especiales, y eso lo seguía manteniendo. Era un tío muy majo, tuvimos extranjeros muy majos, pero yo creo que Granger estaba a otro nivel.
JORDI PUIG (Compañero en Huesca)
La pareja Granger – Brian era una pareja muy curiosa. A nivel de basket eran una maravilla, era fácil jugar con ellos. Los dos años que estuve con ellos nunca hubo una mala palabra, ni un mal gesto, eran encantadores, siendo ambos muy diferentes.
Fuera del pabellón, Brian, al menos en la época en Huesca, era muy serio, aunque mis noticias cuando estaba en Madrid eran que no era tan serio, y Granger era el cachondo número uno que se apuntaba a todo. Brian era un tío serio, pero súper educado, súper amable… no serio, entre comillas borde.
Como anécdota te puedo decir que en esa época hacíamos muchos viajes en autocar y te chupabas todo tipo de películas, y si había alguna un poco subida de tono, Brian nos prohibía ponerla, y Granger siempre decía: “Sí, sí, sí, ponerla”. Y siempre había la discusión.
Y jugando, qué te puedo decir de Granger, era un tío que lo hacía todo sencillo. Yo lo había visto jugar el año anterior con el Fórum, en un partido en Barcelona, y ya dije: “Jolín, qué bueno es este tío”. Y la suerte de poder jugar con él dos años después. Reboteaba muy bien, robaba balones, tenía un tiro a 4 o 5 metros que era buenísimo. Era muy completo.
JOAN PAGÉS (Compañero en Huesca)
Era un jugador que en los entrenamientos se lo tomaba con mucha pachorra porque no se esforzaba, como casi todos los americanos, y luego en el partido habitualmente daba el callo una pasada, era muy profesional. Yo jugaba más de 5 y el más de 4.
La preparación física no le gustaba nada, él se había acostumbrado en su equipo a hacer la preparación física en la cancha y a correr poco.
Tampoco era un jugador muy técnico, basaba mucho su fuerza en que tenía un salto a dos piernas muy fuerte, aguantaba bien en el aire y era rápido, le faltaba habilidad al botar porque si no podía haber jugado de 3 tranquilamente. El tirito de 4 metros lo tenía muy bueno, iba bien al rebote ofensivo. En el equipo a mí me tocaba bailar con la más fea y él siempre llegaba un poco más relajado al ataque, pero era lo típico, el americano venía básicamente para hacer puntos. Como jugador excepcional, como profesional igual, bueno, como todos los americanos egoísta, porque me imagino que tendría en su contrato bonus por puntos, por rebotes… iba a por todo y todo lo que podía meter o coger, si te lo podía quitar mejor, pero como todos. Cuando luchas por sacarte una pasta que te de un colchón para afrontar el reto que viene después del baloncesto profesional, todos miramos un poco más hacia nosotros.
Lo del ¡Uno, dos, tres! en los tiros libres son tics que se te quedan porque te funcionan o te empezaron a funcionar o te han enseñado así, y los repites hasta la saciedad. Nunca nos contó por qué lo hacía, no era un hombre de muchas palabras, o sea, había muy buen rollo, el tío hacía bromas, pero de su vida prácticamente no sabíamos nada, yo por lo menos. Él no salía mucho. Era amigable, admitía cachondeos y bromas mientras estábamos en el campo, luego juntarte y hacer comidas, quedar para tomar algo y hablar… nunca venía, así como Brian se apuntaba más a todas esas cosas. No era de compartir mucho.
Después de retirarse tampoco hacía mucho por quedar con la gente, coincidí con él algún día por la calle, y decir: “¡Hostia, tú por aquí! Coño, el año que viene avisa”. Y le di el número de teléfono para irnos a comer o por ahí, pero nunca avisaba. Me acuerdo que el encuentro fue agradable, me dio un abrazo y me dijo: “Hombre, qué tal, cómo te va. Hostia, has engordado o has perdido pelo…”. Lo típico de cuando llevas tiempo sin verte, te choca ver a la persona que hace tanto tiempo que no veías. Luego me sorprendió que no quisiera venir al homenaje que nos hicieron a los jugadores del Magia de Huesca.

Foto M.A. Forniés. Granger Hall y Brian Jakcson
BRIAN JACKSON (Compañero en Huesca)
Tuve la suerte de jugar con muchos grandes compañeros de equipo y Granger fue, sin duda, uno de los mejores. Era muy profesional, bien preparado, centrado y hacía mejores a los que le rodeaban. Era muy fuerte debajo del aro y generaba mis oportunidades fuera de la canasta.
Era un jugador completo y nos complementábamos muy bien. Era capaz de hacer siempre la gran jugada, ya fuera un rebote ofensivo, un tapón o una canasta clave.
Formábamos un equipo muy unido y, gracias a nuestros compañeros, los dos nos integramos en la comunidad. Recuerdo que nos hicimos unas bicicletas a medida y pasábamos muchos días recorriendo la zona. Un día salimos por la mañana volando de la ciudad ya que el fuerte viento nos daba de cola, pero se convirtió en viento en contra al volver a casa. A Iñaki Iriarte no le hizo mucha gracia que llegáramos tarde al entrenamiento.

Foto M.A. Forniés. Iñaki Iriarte
IÑAKI IRIARTE (Su entrenador en Huesca)
Lo he tenido 3 o 4 años, bueno, lo tuve menos porque en un momento dado a los entrenadores nos entra el punto de… algunas veces hacemos las cosas mal, y un año lo quité. Quería quitar a los dos, a Jackson y a él, pero el club me dijo que uno solo. Quité a Granger, y al cabo de dos o tres meses me di cuenta de que fue un error. Al final piensas que vas a fichar mejor, pero no era así, esta es una anécdota. Yo, en un momento dado, quise cambiar a los dos, pero porque llevaba tiempo con ellos, no tenía nada con ellos, quería hacerlo mejor, hacer mejor equipo, pero el club me dijo: “Solamente uno”. Y dije: “Hall”. Y al cabo de dos meses o por ahí, que vuelva para acá, y ya está. Fichamos a un tío… que nos equivocamos… uf… era uno que había jugado en el Barcelona, Wallace Bryant. Error, error.
Llevaba con Granger y Brian tres años, y entonces dices: “Vamos a cambiar, a ver si el equipo mejora”. Esa fue la idea, no había más. Cansancio mío. Pero a los dos meses me di cuenta rápidamente y volvió sin ningún problema, volvió como si no hubiera pasado nada. A veces tomas decisiones pensando que son las acertadas, pero nos equivocamos.
Granger era un tío excelente, muy religioso, de estar con chavales… no sé qué religión tenía. Era un hombre muy bueno, no tuvo rencor hacia nosotros. Era un hombre muy serio, muy trabajador, no hubo ningún problema con él. Era un hombre que quería mejorar, y el tío mejoró. Yo tenía una jugada para él, que era dedo pulgar abajo para que se la dieran a él. Jugaba muy bien de espaldas, tenía una fuerza física muy buena, un físico muy bueno, y era un buen tirador de media distancia.
Después estuve con él hace unos años, cuando vino a Huesca, porque él está casado con una chica de Huesca. Estuvimos hablando, me dijo que estaba dando clases a chavales, siempre le han gustado los niños, aquí era el ídolo de todos los niños. Era un hombre agradable, empático.
Los tiros libres los tiraba lento y todo el público decía: “¡Uno, dos, tres!”. A veces, cuando íbamos a jugar por ahí, la gente pedía: “Que ha pasado el tiempo”. Pero no había tiempo, puedes tardar 4, 5 segundos o los que sean. Los jugadores cogen hábitos, yo creo que lo hacía para concentrarse. No me dijo nada sobre esta rutina que tenía. En los entrenamientos no lo hacía, solo en los partidos. Cada uno tiene sus métodos.
Fueron unos años muy buenos porque ganamos a todos los equipos, desde el Madrid al Barcelona, al Valladolid, que estaba Sabonis. Estuvimos a punto de jugar la competición europea. Huesca estaba a tope con el equipo, el pabellón lleno. Fueron cuatro años… los mejores cuatro años míos.
No le gustaban las pretemporadas. No le gustaba hacer series de correr y estas cosas, pero nunca hubo problemas con eso.
Era un jugador muy completo, con una actitud muy buena, muy buen físico, talento muy bueno y con una cabeza muy buena. Tenía todo eso.
ANTÓN SOLER (Compañero en Huesca)
Granger es un tipo… yo siempre tuve la percepción de que más buena persona no podía ser, o sea, siempre agradable, siempre sonriendo, siempre de buen humor, siempre estaba contento… era un hombre feliz. Si en algo era un poco atípico era en el tema de… siempre le vi un hombre prudente, nada ostentoso, un tipo muy sencillo.
Lo que me extrañó enormemente son las bolas de helado que ponía dentro de las Coca-Colas, a mí eso me llamó mucho la atención, era la primera vez que lo veía, se hacía una especie de batido. Y no era de vez en cuando, era continuamente, casi en cada comida que hacíamos en los hoteles cogía su vaso, se echaba la Coca-Cola y luego el helado, que tenía que ser, por supuesto, de vainilla, pedía un par de bolas de helado de vainilla bien hermosas, se las echaba en la Coca-Cola y lo batía con una cuchara larguita para poder remover todo eso. Nunca tuve curiosidad (risas) por saber a qué sabía eso, me parecía una mezcla un poco ilógica, pero vete tú a saber, si no lo pruebas no lo sabes, pero nunca me apeteció. Era su manjar, y sí que resultaba curioso. No resultaba muy apetecible, en principio, pero no sé… si nos quedamos con la curiosidad un día lo probamos. Tal vez era su poción mágica.
De todas formas, yo que soy bastante cinéfilo, en Pulp Fiction, cuando John Travolta y Uma Thurman están yendo a comer a aquel bar, creo que él se pide Coca-Cola con vainilla, me suena…
Era muy buena gente. Yo lo veía como un ídolo, un tipo muy cordial, muy correcto, educadísimo, era el compañero ideal. Con todos, con los jóvenes también, muy risueño, muy implicado en ese sentido, o sea, buen rollo al máximo.
TONI PEDRERA (Compañero en Huesca)
Jugué con él 3 años en Huesca. Era muy limitado en movimientos, no era un jugador con una serie de movimientos como podía ser Audie Norris, que era todo un catálogo de movimientos y de técnica… Granger tenía un par de herramientas o tres muy buenas, y las sabía utilizar. Era un 2 metros pelao, pero tenía mucha potencia de salto a pies parados, o sea, en carrera era descoordinado total, pero a pies parados tenía mucha potencia de salto. Era muy buen reboteador, buen defensor porque era un tipo muy duro, y luego tenía un tirito a 4 o 5 metros más que aceptable. Sabía dosificarse muy bien en las faltas, estábamos los otros pívots para pegarnos más, y él esperaba más al tapón al pívot contrario suyo. Era un jugador que se conocía muy bien, sabía muy bien cuáles eran sus características y las sabía explotar muy bien. Muchas veces chocaba con Iñaki Iriarte, que era el entrenador, porque Granger no hacía pretemporadas, él decía que el baloncesto se jugaba dentro de la cancha, que eso de irte a correr a la montaña, a Panticosa, como hacíamos en las pretemporadas, decía que eso no. Las pretemporadas las empezábamos con otro americano, pero al final siempre lo cortaban cuando ya empezamos la temporada y Granger volvía.
Como persona era un tío cojonudo, yo creo que de los americanos con los que he jugado era el tío más extrovertido de todos. Era muy simpático, de risa fácil, extremadamente ordenado, era mi vecino, teníamos muy buena relación. Vivíamos en un bloque de pisos, me parece que yo en el cuarto y él en el tercero, vivíamos uno encima del otro. Teníamos muy buena relación. Yo siempre he sido un poco payaso y él era de risa fácil, hacíamos buen conjunto. De hecho, él me decía muchas veces: “Tú estás tonto, tú eres el Eddie Murphy español, tú tienes que hacer películas, Eddie Murphy español, el baloncesto no”. Un tío muy muy simpático. Se casó con la secretaria del club, con Chus, de aquí de Almudévar, otra tía cojonuda, hacían una pareja espectacular.
El ¡Uno, dos, tres! de los tiros libres era una cosa de los partidos, él llegaba en los partidos y sabía que metía a la gente dentro con eso, entonces él hacía, ¡Uno!, flexionaba un poco las piernas, y la gente: “Uno”, flexionaba, botaba… y al tercero tiraba.
Tenía muy buen carácter, era muy raro que saltaran chispas con él. Hacía muy buena pareja con Brian, ellos se llevaban muy bien, hacían una pareja de la hostia. Teníamos una plantilla que éramos un grupo de amigos, y los americanos creaban también muy buen ambiente, tanto Granger como Brian. En resumen, era un tío cojonudo, había muy buen ambiente de vestuario.
Granger, tampoco era un tío que saliera mucho de su casa, la vida que tenía era muy discreta. Fuera de lo que era la pista lo veías poco. Alguna vez nos íbamos al Cerro de San Jorge con mi perro a pasear. Cuando teníamos fiestas le invitábamos, por aquel entonces estaba en el equipo Siço Simón, un brasileño que se murió hace unos años, y Siço hacía unas fiestas en su casa de la hostia, pero Granger nunca venía. Su vida personal era muy discreta. Él tenía pasión por su madre.
Era muy reservado, era un tío muy simpático, pero no le gustaba estar entre la multitud y entre la gente firmando autógrafos. Granger con los compañeros y con los amigos muy bien, pero luego de cara al público y a la afición no era de los que se dejara mover por la calle, cumplía lo justito con los actos que teníamos con los patrocinadores, con la diputación… No era alguien al que le gustara estar entre la multitud.
De los americanos con los que he jugado, creo que es que con el que más me gustaría volver a coincidir y echar un buen rato. Es uno de los tíos que a mí me marcó, con mis padres se llevaba también muy bien. Mi madre me pregunta muchas veces si he vuelto a saber algo de él.
Un año hicieron una votación entre las mujeres de Huesca de quién era el hombre más guapo, más atractivo, o el más deseado, no lo recuerdo bien, de estas cosas que hacían cuando llegaban las fiestas, y no sé si Granger quedó el primero o el segundo.
Comíamos debajo de mi casa, había un restaurante que se llamaba Ibón, y el dueño me parece que se llamaba Emilio, y allí comíamos los solteros y los jóvenes, Granger, Iván Pardo, Iñaki Iriarte, yo… y nos hacía comidas caseras. Un día Emilio nos dijo: “¿Qué queréis comer?”. Y dice Granger: “Yo quiero sopa de macarrones pequeños”. Y Emilio: “¿Y qué es eso?”. Y Granger: “Sí, como estos macarrones pequeños, pero con sopa”. Se refería a sopa de fideos. Era más americano que la hostia, con el acento americano, era un tío muy gracioso.
IVÁN PARDO (Compañero en Huesca)
Cuando llegué a Huesca, en el año 90, Granger todavía no estaba, era de los que se hacían de rogar. Sabía que era muy querido allí. A Granger no le gustaban mucho las pretemporadas. Estuve dos o tres años con él, y tuve el privilegio de jugar, en mi opinión, con la mejor pareja de extranjeros de la liga ACB de aquella época, Brian Jackson y Granger Hall, eran buenísimos. Mi trabajo como base del equipo era muy fácil, bajar la pelota, dársela a Brian, tiraba, y si fallaba, venía el otro por detrás, cogía el rebote y la metía para abajo, no había más. El otro base del equipo era David Solé.
A veces, Granger y Brian discutían en el vestuario, y lo curioso es que lo hacían en castellano. A mí me chocó mucho ver discutir a dos americanos en castellano en el vestuario o en la pista. Hablaban en castellano entre ellos. Estaban totalmente integrados. De hecho, Granger se casó con Chus, una chica de Huesca, que era una de las secretarias del club, y cada verano intentan venir a Almudévar, el pueblo de ella.
Siempre recuerdo esta anécdota con Granger, porque mira que se lo decíamos veces. Sabes que cuando hablas en inglés, al contrario que en castellano, el adjetivo va delante del nombre. En inglés pones el adjetivo y luego el nombre, en castellano no, tú dices el nombre y luego el adjetivo. Cuando Granger hablaba en castellano siempre me decía: “Eres la más tonta persona del mundo”. Yo le decía: “La persona más tonta del mundo. El adjetivo después”. Pero no había manera, seguía poniendo el adjetivo delante. Eso fue lo único que no conseguí que cambiara.
Cuando estaba en la cancha era brutal, lo daba todo y lo peleaba todo. Era un profesional como la copa de un pino. Muy respetuoso siempre y muy buena persona. Muy trabajador y muy profesional. Mi hermano lo tuvo en Salamanca y también me hablaba súper bien de él. Cero problemas. Era un seguro de vida para la liga española. Se fue a Manresa, Salamanca, Valladolid, etc. y todo el mundo hablaba maravillas de él.
En el primer partido que jugamos en casa, se fue a lanzar tiros libres y todo el mundo empezó a decir: “¡Uno, dos, tres!”, y yo dije: “Coño, ¿qué es esto?”. Cuando íbamos a jugar fuera la gente se quejaba de todo lo que tardaba en tirar los tiros libres. En los entrenamientos no hacía lo de los tres botes, era más un ritual para los partidos. En un partido la tensión y la concentración es diferente y allí se tomaba su tiempo porque sabía de la importancia.
Era un tío muy fibrado, muy musculado y tenía unas piernas impresionantes, era capaz de saltar a pie parado desde debajo del aro y meterla para abajo a dos manos con una facilidad pasmosa. Tenía un timing de salto brutal. Lo único que no me gustaba de él era un poco la mecánica de tiro. Veías tirar a Brian Jackson y esa perfección en la mecánica, pero él tenía una mecánica como que tiraba el balón hacia atrás y hacía un gesto raro. Sin embargo, como dice Josep María Margall: “Si la metes, da igual como tires, al final nunca te dicen nada”.
Lo que más me impresionó de Granger fue su capacidad para rebotear. No era un pívot excesivamente alto, ni excesivamente voluminoso como podía ser Corny Thompson. Era un dos metros y poco, tipo Alfonso Reyes o Felipe Reyes, pero tenía un instinto para el rebote increíble. Creo que sigue siendo de los máximos reboteadores de la ACB y han pasado muchos años desde que se retiró. Tenía una intuición para ir a buscar el rebote brutal. Eso no se hace, se nace. Al final es instinto, saber dónde colocarte. Los balones no te vienen a las manos, tienes que ir a buscarlos. Tenía un instinto brutal para saber colocarse y bloquear bien el rebote. Después de tantos años, que siga estando como segundo máximo reboteador de la historia es alucinante. Hace poco miré en la lista de los máximos reboteadores y estaba muy arriba. Y me dije: “Joder, yo jugué con este tío”.
Fuera del baloncesto era un tío bastante casero. No salía por las noches y se cuidaba mucho.
JOSÉ PERIÉ (HOMBRE REVENIDO en Twitter).
En el santoral del baloncesto oscense (ahora en plena travesía por el desierto) hay nombres ilustres en los despachos, en los banquillos y en la pista, como el gran capitán Alberto Alocén, Joan Pagés o Nacho Biota, el canterano que más lejos llegó, sin olvidarnos del tristemente desaparecido Alphonso Ford, que era pura clase y alegría. Pero en este retablo, los dos lugares de privilegio pertenecen a Brian Jackson y Granger Hall.
De vez en cuando, Granger vuelve a la ciudad con sus hijos Della y David, nacidos aquí, con su mujer Chus de Almudévar, un pueblo a 20 kilómetros, y la gente no puede reprimir el entusiasmo al verlo. El revuelo es tremendo. Hasta los que no le vieron jugar (Hall jugó su último partido el 9 de abril de 1992) saben quién es y lo grande que es su legado.
Igual con lo de «santoral» he exagerado un poco, pero es que leyenda se queda corto.
Nunca volverá a verse en Huesca un jugador con el carisma de Granger Hall. Cada partido era un derroche de fuerza, energía, intuición y un tirito de media distancia que rompía defensas. Era una fiera. Sus rugidos encendían al vetusto pabellón del Parque, donde el retumbar de los bombos nos aceleraba el corazón. Me gustaría estudiar los datos sismográficos de la época para comprobar que cuando Granger cazaba uno de aquellos rebotes en ataque y luego rompía el aro con un mate, la tierra temblaba de verdad.
Su ritual en la línea de tiros libres, con los tres botes coreados por la grada, uno, dos, tres, eran imitados en cada pachanga de minibasket por aquella generación en la que crecí.
Cuando se fue, seguimos su trayectoria con interés y gratitud. Celebramos sus récords como propios y, cuando un día nos tocaba sufrirlo en la cancha, hasta los más forofos de la grada sólo acertaban a ladear la cabeza y murmurar: «Es que es muy bueno este tío». Sin reproches.
A este amor puro no le faltó de nada. Cada verano había un tira y afloja de enamorados. Granger y el Peñas, el Peñas y Granger deshojaban la margarita de las ofertas, con pretendientes ACB e italianos… se queda… se va… y cuando marchaba a Estados Unidos teníamos la certeza de que regresaría. Siempre lo hacía, porque Huesca y Hall conectaban a nivel personal. Quizás porque el ala-pívot nació en Clayton, New Jersey, un lugar pequeño también, y por eso sé que pocos disfrutaron de aquella época en la que este David venció a todos los Goliath.
El tigre en la pista era un gato dicharachero y amigable fuera de ella. Siempre apoyaba todas las causas benéficas, se sumaba a todos los campus, visitaba los colegios… Recuerdo que Granger Hall vivía a 100 metros de mi casa y nunca lo vi negarle un autógrafo ni una sonrisa a nadie. Por eso hoy los adultos tenemos que reprimirnos para no gritar: ¡Hall! ¡Hall! cada vez que vuelve. Porque Granger siempre vuelve para recordarnos lo feliz que el baloncesto puede llegar a hacer a una ciudad.

Foto M.A. Forniés. Granger Hall con Caja San Fernando

Foto M.A. Forniés. Hall con Fórum Valladolid

Foto M.A. Forniés. Granger Hall con TDK Manresa
Por JAVIER BALMASEDA. Colaborador JGBasket
MIGUEL ÁNGEL FORNIÉS nació en Badalona el 18 de septiembre de 1952. Estudió en los Salesianos Badalona y en el Colegió Badalonés. Servicio Militar en Campo Soto, Cádiz.
Fotoperiodista de Devoción. Colaboró con Eco Badalonés, 5Todo Baloncesto. Desde 1981 con Nuevo Basket como fotógrafo. Primer fotoperiodista en viajar a ver y fotografiar partidos de la NBA en 1984. Europeo de 1973, cinco Mundiales Júnior (de 1983 a 1999). Quince meses trabajando, viviendo y jugando a baloncesto en Argelia (Sidi Bel Abbès).
Mundial de España 1986, Mundial de Argentina en 1990. JJOO de Barcelona 1992 como adjunto del jefe de prensa de baloncesto. Ha escrito dos libros, Crónica de un viaje alucinante (en 2009) y Memorias Vividas (en 2015). Durante 19 temporadas (1996-2014) responsable de prensa del Club Joventut Badalona.