Cada vez es más frecuente que en la mayoría de los colegios se empiece a practicar baloncesto con cinco o seis años. A esta edad todavía es muy pronto para saber si a esos niños les gusta realmente. De ahí que sea fundamental que en los inicios, los jugadores se diviertan y vayan adquiriendo cierto grado de psicomotricidad, independientemente del deporte que practiquen.

A partir de los ocho años, cuando ya empieza la competición, los que destacan, más que por su técnica individual, lo hacen por la coordinación que han adquirido y que les permite una mayor ventaja en el juego (capacidad de reacción, velocidad, ciclo de pasos, salto…). Hay que ser conscientes de que están en un continuo crecimiento, por lo que a algunos les resultará más difícil ir adaptándose a los cambios que experimente su cuerpo.

Para los jugadores, a estas tempranas edades, el resultado del encuentro no es un factor determinante, ya que, en muchos casos, no son conscientes de cómo ha quedado el partido, y sí lo es, el que se hayan divertido o no. Lo mismo pasa en los entrenamientos, si los ejercicios no son dinámicos se convierten en monótonos y aburridos y los niños buscan una alternativa, como hablar entre ellos o estar tirando a canasta. Por eso, en los comienzos es básico que se realicen entrenamientos con cierto ritmo, que les permitan estar entretenidos, ya sea con o sin balón.

Otro factor determinante es la motivación que se les transmita, todos deben sentirse importantes. No se puede dejar de lado a algún jugador porque no esté a la altura del resto. Hay que buscar elementos destacables con los que hacer que se vea implicado en el grupo. Si todos disfrutan y participan en los entrenamientos es mucho más sencillo que vayan paso a paso convirtiéndose en futuros jugadores de baloncesto.

 

Por Victor Escandón
Entrenador superior baloncesto
Coordinador Minibasket Campus JGBasket

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