Hay ocasiones en las que un jugador se hace más conocido por sus conflictos que por su propia trayectoria, por muy extraordinaria que sea. Ese es el caso de Isiah Thomas, uno de los mejores bases de la historia de la NBA, campeón dos años consecutivos con Detroit y con un currículum envidiable, al que, tristemente, se recuerda más por sus enfrentamientos con Jordan, Bird y Magic Johnson que por su juego.
Quién le iba a decir a Isiah cuando nació en 1961 en Chicago que, un cuarto de siglo después, se convertiría en el jugador más odiado por la ciudad que le vio crecer. En el instituto ya prometía como jugador siendo nombrado mejor base del país. Lo tenía todo para triunfar y decidió escoger la Universidad de Indiana para seguir creciendo como jugador antes de su paso a la NBA. Con los Hoosiers jugó solo dos temporadas, liderando, en su segundo año, al equipo al título, siendo nombrado, además, mejor jugador del torneo. Una tarjeta de presentación que le valió para dar el salto anticipado a la NBA y ser elegido en el puesto número 2 del draft de 1981 por Detroit.
All Star desde su primera temporada, cada vez que regresaba a su ciudad natal se llevaba el cariño del público y era ovacionado. Los Bulls no eran rival para unos Pistons que empezaban a destacar entre los mejores. Pero todo cambió con la llegada de Jordan a Chicago, había nacido un nuevo ídolo. Eso no sentó nada bien a Isiah que pasó, de la noche a la mañana, de querido a odiado, incluso por sus familiares y amigos que preferían la victoria de los Bulls.
Así surgió una de las mayores rivalidades que se recuerden en la NBA, cuyo primer capítulo tuvo lugar en el partido de las estrellas de 1985, la tensión entre ambos era evidente y se dice que Thomas, ya arraigado en la liga, pidió a sus compañeros que no le pasasen el balón a Michael para que no pudiese brillar. Empezaba la guerra. Mientras tanto, los Pistons, con Chuck Daly de entrenador, iban rodeando a Thomas de buenos jugadores, pero, sobre todo, grandes competidores para seguir creciendo como franquicia y asentándose en playoff.
En 1987, Isiah, que ya había sido máximo asistente en una temporada y dos veces MVP del All Star, por fin peleaba de tú a tú con los grandes de la NBA. Con un juego muy físico y una intensidad defensiva que sobrepasaba los límites del reglamento, fueron derribando muros, consiguiendo llegar a la final de conferencia ante los actuales campeones, los Boston Celtics. Sabían que para vencerles necesitaban ganar un encuentro en el Garden y sacar a relucir sus artes defensivas.
En el quinto partido y con 2-2 en la eliminatoria, llegó uno de los peores momentos en la carrera de Thomas, a falta de cinco segundos, su equipo vencía de un punto y acababa de recuperar el balón, en el banquillo ya celebraban la victoria, pero cometió un error imperdonable, sacó rápido de banda y no vio a Bird que robó el balón para asistir a Dennis Johnson y dejar el triunfo en Boston. A pesar de que fueron capaces de forzar el séptimo partido, ese fue un duro golpe de digerir y se quedaron a las puertas de la final. Lejos de aceptar la derrota y darle su sitio a Larry Bird después de su espectacular partido, Rodman y, sobre todo, Isiah por lo que representaba, lo menospreciaron al decir que “si fuese negro, sería solo otro buen jugador más”. Unas palabras que generaron un gran revuelo porque en aquella época el racismo estaba muy presente en la sociedad. La NBA trató de frenar la polémica y reunió a Bird y Thomas en una rueda de prensa para quitarle hierro al asunto. De puertas para afuera, el asunto parecía resuelto, pero la imagen del base de Detroit quedaría dañada para siempre.
A la temporada siguiente, con su filosofía de juego muy asentada, volvían a revivir la final de conferencia ante los Celtics, con la experiencia adquirida del año anterior. Subieron su nivel de intensidad y cada partido se convirtió en una auténtica batalla campal –lo que les valió el apodo de Bad Boys–. Habían conseguido llevar a Boston a su terreno y ahí, eran los mejores. Lo habían conseguido, pelearían –nunca mejor dicho– por el título de la NBA frente a los Lakers de su “hermano” Magic Johnson. Ambos tenían una gran relación desde su etapa universitaria, en la que pudieron jugar juntos en Indiana, pero, al final, Magic prefirió quedarse cerca de casa y eligió la Universidad de Michigan State. Una amistad forjada a lo largo de los años, basada en una admiración mutua, que se reflejaba antes de cada choque con un beso en la mejilla. Pero en la guerra, no hay amigos. Fue una final intensa, con varios encontronazos entre ambos, en la que el punto álgido llegó cuando, en el cuarto partido, el de los Lakers, en una entrada a canasta de Isiah, le frenó con el antebrazo en la cara. Toda una declaración de intenciones.
Finalmente, el título se quedaría en Los Ángeles después de que Thomas sufriese un esguince en el sexto duelo, a pesar del cual realizó, posiblemente, el mejor cuarto en la historia de las finales, en el que anotó 25 puntos –los últimos 11, con una cojera más que evidente–. No pudo completar su partidazo con una victoria y el sobresfuerzo lo pagó caro en el encuentro decisivo. Otra vez se le escapaba una oportunidad única de ganar el título.
Lejos de hundirse, ese equipo formado por gladiadores sacaron su instinto ganador y se sobrepusieron a todo para, por fin, proclamarse campeones de la NBA, deshaciéndose en la final y tomándose la revancha de la temporada anterior de unos Lakers que fueron arrollados por un contundente 4-0, con Isiah elegido MVP de las finales. Habían sido capaces de romper la hegemonía de Los Ángeles y Boston, creando una nueva y feroz rivalidad con los Bulls de Jordan. Pero no todo fue un camino de rosas, la mala relación en Thomas y Dantley era evidente y esa ausencia de feeling se notaba en la cancha. La situación era insostenible y se decidió su traspaso a Dallas a cambio de Mark Aguirre, un jugador tachado de egoísta, pero por el que su amigo Isiah dio la cara. Un gran acierto visto el resultado.
En Detroit sabían que para pasar a la historia, debido a la animadversión que generaban en la liga, tenían que revalidar el título. No les importaba ser los malos de la película, pero sabían que era una tarea difícil y más para un equipo que ese verano, debido al draft de expansión, perdió a uno de sus referentes defensivos, Rick Mahorn. Su marcha dejó un gran vacío en el equipo y necesitaban buscar un sustituto de garantías, ahí apareció Dennis Rodman, que se convirtió en el jugador duro que necesitaban para reconducir su juego. De nuevo, dejaron por el camino a los Bulls, antes de vencer a Portland en la final. Lo habían conseguido. Dos anillos consecutivos para el equipo más odiado de la historia.
Jugar siempre al límite acaba generando un desgaste físico y mental y eso es lo que les empezó a pasar a los Pistons. A pesar de ello, fueron capaces de disputar su quinta final de conferencia consecutiva. Otra vez, Jordan y compañía enfrente. Esta vez, los Bulls estaban más preparados para la batalla y superaron claramente a Detroit por 4-0. Fue el principio del fin, ya no solo por la derrota sino por no saber aceptarla. En el último partido de la serie, con el choque decidido y los titulares en el banquillo, estos decidieron abandonar la pista antes de que se terminase, evitando felicitar al rival por su victoria, queriendo reafirma esa imagen de Bad Boys que durante todo este tiempo les había acompañado. Se sentían orgullosos de ello, pero no midieron las consecuencias, sobre todo para Isiah.
Ese desplante fue el detonante de que el de Detroit no estuviese en el Dream Team de Barcelona. A pesar de que el equipo estaba dirigido por su entrenador en los Pistons, no tuvo cabida en él. Todos los focos apuntaban a que había sido Jordan el que lo habría vetado, pero en ese vestuario tenía demasiados enemigos, incluido Magic Johnson, cuya amistad entre ambos se había roto completamente después de que el de los Lakers anunciase que era portador del virus del SIDA. En ese momento, Isiah empezó a cuestionar la sexualidad de su amigo y eso ofendió tremendamente a Magic, que decidió cortar de raíz la relación y se mostró muy tajante sobre la ausencia de Thomas en los Juegos Olímpicos de 1992: “por su talento merecía estar en el equipo, pero había que pensar en el vestuario y en la química entre los compañeros”. Un golpe bajo del que no se recuperó.
Dos temporadas más en los Pistons, en las que no pisaron los playoff, antes de tener que retirarse a los 33 años, tras romperse el tendón de Aquiles en abril de 1994. Un final inmerecido para uno de los mejores jugadores que han pasado por la NBA, miembro del Salón de la Fama desde el año 2000, cuyo talento quedó en un segundo plano por ser el líder del equipo más odiado de la historia de la liga.
Por Víctor Escandón Prada
Periodista deportivo y entrenador superior de baloncesto
Gabinete técnico JGBasket
Foto: NBA Photo
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