Su capacidad de trabajo y su buen ojo para detectar el talento chocaba con su escasa mano izquierda a la hora de tratar con las estrellas, sobre todo con Michael Jordan, con quien tuvo una complicada y difícil relación desde su llegada.

Sin duda, el protagonista indiscutible de este atípico 2020 es Michael Jordan, más de dos décadas después de lograr el sexto anillo para los Chicago Bulls, ha vuelto a acaparar todas las portadas gracias al documental The Last Dance, pero no ha sido el único, ya ha sacado a la palestra a un personaje hasta ahora más bien desconocido, Jerry Krause.

Para mitificar más al héroe, en todas las historias es imprescindible la presencia de un villano, en este caso todos los focos apuntaban al general manager de la franquicia, Krause. Un personaje denostado y marginado por Jordan del que se burlaba continuamente por su baja estatura y su gordura, con un marcado complejo de inferioridad y celoso de haber perdido el protagonismo en detrimento del equipo.

Cuando Jerry Reinsdorf, propietario de los White Socks de beisbol, decidió comprar, en 1985, una franquicia en decadencia como los Bulls, Krause, que trabajaba como ojeador en los Socks y ya tenía experiencia previa en otros equipos NBA, le pidió que le nombrase General Manager. Un puesto para el que se creía muy bien preparado, pero que levantaba recelos entre muchos GM al no ser como ellos –un exjugador o un exentrenador– y por su carácter poco amistoso, pero eso no importó a Reinsdorf que apostó por él para construir un equipo ganador a pesar de sus polémicas aunque, en muchos casos, también acertadas decisiones.

Su capacidad de trabajo y su buen ojo para detectar el talento chocaba con su escasa mano izquierda a la hora de tratar con las estrellas, sobre todo con Michael Jordan, con quien tuvo una complicada y difícil relación desde su llegada. El primer enfrentamiento tuvo lugar al poco de llegar cuando se deshizo de Rod Higgins, uno de los mejores amigos del “23”. En dos años había cambiado por completo la plantilla y supo formar un equipo fiable con veteranos y jóvenes talentos como Pippen, Oakley y Grant, que se adaptase al estilo de juego en el que Jordan pudiese demostrar todo su potencial. Después de más de quince años, los Bulls lograron superar esa temporada los 50 triunfos, lo que le valió a Krause para ser elegido como Ejecutivo del Año.

Se estaban sentando las bases de un gran proyecto, pero, de nuevo, el afán de protagonismo y de demostrar quién mandaba por parte de Krause iba a provocar un nuevo choque con Jordan al traspasar a Charles Oakley a los Knicks a cambio de Bill Cartwright y varias rondas del draft. A pesar de eso, el carácter ganador de Michael le hacía sobreponerse a cualquier situación porque su único objetivo era ser campeón y capitanear una franquicia histórica.

A pesar de todo, los enfrentamientos entre Krause y Jordan eran constantes, era un pulso constante por ver quién mandaba. Michael recomendó el fichaje de Walter Davis, jugador de Carolina del Norte, pero se encontró con la negativa por parte de la directiva, que prefirió apostar en aquel draft de 1990 –aunque no llegaría hasta la temporada 1993-94– por un jugador consagrado en Europa como Kukoc, pero desconocido en los Estados Unidos. Al final, el tiempo demostraría que fue un gran acierto de Jerry, ya que el croata fue uno de los principales artífices de los siguientes tres anillos. La tensión se hizo insostenible y los ataques e insultos verbales de Jordan eran constantes, incluso le llegó a apodar Jerry «Crumbs» (Migas) porque decía que siempre tenía restos de donuts en el traje. La gota que colmó el vaso en esa tensa relación fueron las palabras de Krause después del cuarto anillo, con las que minusvaloraba a la plantilla al afirmar que “son las organizaciones y no los jugadores, los que ganan los títulos”.

Para poner la guinda al proyecto, hacia falta un entrenador que sacase el máximo rendimiento a la plantilla para lograr el ansiado anillo. No tuvo que ir muy lejos para encontrar al más idóneo, Phil Jackson, al que había contratado dos años antes como ayudante de Doug Collins, después de haberlo intentado con anterioridad cuando Albeck dirigía a los Bulls, pero el fichaje no cuajó.

La relación entre ambos venía de lejos, de la etapa de Jackson en la Universidad cuando Krause fue a visitarlo a Dakota del Norte como ojeador de los Bullets con la intención de elegirlo para el equipo en el draft del 67 –el mismo en el que eligieron en el número 2 a Earl Monroe, a la postre Rookie del año–. A pesar de las buenas referencias que ofreció a la franquicia, decidieron no apostar por él y Phil acabó recalando en los Knicks, aunque eso no evitó que siguiesen manteniendo el contacto.

Paradójicamente, el inicio de la disolución de aquellos históricos Bulls empezó porque querer volver a ganarse el respeto de todos y demostrar su autoridad, sabiendo que Jordan era intocable, su idea pasaba por deshacerse de Phil Jackson tras la consecución del quinto anillo. Jordan dejó claro que no jugaría para otro entrenador, porque no comprendía que en pleno éxito se deshiciese aquel equipo, ya que “tenemos derecho a defender lo que tenemos hasta que lo perdamos”, pero Krause seguía trabajando sobre otra idea, al considerar que excepto Michael el resto de la plantilla ya había dado el máximo y jugadores como Pippen o Rodman estaban en franca decadencia. Además, tenía la idea clara de apostar por Tim Floyd, entrenador de Iowa State, para la temporada 1997-98. Tales eran sus intenciones que ese verano se casó su hija e invitó a toda la plantilla de los Bulls menos a Phil Jackson. Eso sí, entre los asistentes, sorprendentemente, estuvo Tim Floyd.

La situación aquel verano se volvió tan insostenible que Jerry Reinsdorf, dueño de los Bulls, tuvo que intervenir y reunirse personalmente con Phil Jackson y convencerle para que continuase una temporada más, la del último baile. Sería la definitiva, independientemente de los resultados, porque Krause se encargó de dejárselo claro al técnico al dirigirse a él para decirle que “no me importa si ganas los 82 partidos, al final de esta temporada, te vas”. Dicho y hecho. El sustituto ya estaba decidido, sería Tim Floyd.

Es cierto que su carácter y en parte su ego le hicieron poner punto y final a aquel equipo histórico, pero sin sus acertados movimientos en el mercado, quizá nunca se hubiesen dado aquellos resultados, ya que a las selecciones de Pippen, Grant,  Kukoc, Stacy King y BJ Armstrong en los draft, hay que sumar el acierto en el fichaje de John Paxson, la firma como agentes libres de Bill Wennington, Steve Kerr y Ron Harper y el cambio de Will Perdue por Dennis Rodman. El mérito también es suyo y eso le sirvió para, además de ser nombrado por segunda vez como Ejecutivo del año en 1996, entrar a formar parte del Hall of Fame a título póstumo, tras su muerte en 2017.

 

Por Víctor Escandón Prada
Periodista deportivo y entrenador superior de baloncesto
Gabinete técnico JGBasket

Foto: NBA Photo

 

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