Es habitual hablar de la inmadurez de los jóvenes y de su falta de compromiso con aquellas cosas que los adultos damos por hecho que se deberían comprometer. Solo esta frase es un argumento que podrían usar en su defensa. Les marcamos su hoja de ruta y les juzgamos con nuestra vara de medir. Fuimos jóvenes y actuamos seguramente de manera similar, aunque el tiempo borra el recuerdo de aquello que hemos pretendido olvidar.

Es cierto que considero que a determinadas edades no tenemos los argumentos necesarios para valorar en su justa medida muchas cosas. Pero también considero que es cierto que si queremos ayudar a que den valor a aquello que los adultos queremos que se lo den, deberíamos tratar de ganarles para nuestra causa. Y no con palabras y exigencia vacía, sino con hechos y sugiriendo.

Los jóvenes con frecuencia no saben por qué van a la escuela y preferirían no ir. O eso creen. Recuerdo como una vez en una clase de 30 jóvenes de 1o de bachillerato pregunté que por qué estaban sentados donde estaban sentados. Era el primer día de clase. La respuesta de más o menos la mitad fue que no sabían o que les obligaban sus padres, entre las risas de la mayoría. Estamos hablando de una etapa educativa voluntaria y ocurría esto. Creo que este ejemplo es muestra fiable de la realidad.

Podemos criticar a esos jóvenes. Podemos criticar a los jóvenes en general, pero creo que lo que podemos hacer que pueda ser útil no es eso. Un análisis de por qué ocurre esto considero que es más productivo.

Uno de los principios básicos de la Economía es que “las personas funcionamos por incentivos”. Tomando esta premisa como referencia, me atrevo a decir que si lo que esos jóvenes se encuentra cuando se sientan en un aula les resulta motivador y atractivo corregiríamos lo que criticamos. Pero no lo es. El aula no es motivador para ellos. A todos nos gusta saber, aunque con frecuencia no somos conscientes. Para saber hay que aprender. Para aprender debo querer escuchar y actuar y para ello las herramientas disponibles deben ser atractivas.

El problema es que los jóvenes cada vez están más lejos de lo que, no hace mucho, era el día a día para los jóvenes de entonces. Hoy hablas en un instituto de fútbol y la mayoría no se identifican. Apenas conocen a las figuras de ese deporte. Esto es esclarecedor. Antes les hablabas de ese jugador de moda del Madrid o del Barcelona y se generaba debate y discusión. Hoy te ignoran. Si ya hablamos de baloncesto, creerme si os digo que la mayoría serían incapaces de decir el nombre de 10 jugadores de baloncesto en activo o del nombre del entrenador del Real Madrid…¡del Real Madrid! Prueba a preguntar si no me crees. Ya no ven la televisión…cómo van a ver un partido completo de fútbol o baloncesto. ¿Por qué cuento esto? Para que entendamos que las cosas han cambiado mucho en muchos aspectos y que nos tenemos que adaptar a sus demandas si queremos llegar a ellos. “Hay que satisfacer las necesidades del consumidor si queremos hacer negocio con él”, nos diría un economista. Podemos criticar que tienen una vida digital, pero la tienen. Podemos no entender que dejen pasar lo que pasa por delante mientras agachan la vista hacia su pantalla, pero lo hacen. Debemos tratar de orientar y sensibilizar, pero también aceptar que su mundo es distinto, mas interactivo, pero con menos contacto, con más herramientas para no sentirse solo, pero más solitario.

Si queremos llegar a ellos, si queremos sacar partido a la escuela, al deporte y a esas otra cosas que consideramos que son necesarias para su formación y que les agranda el futuro, busquemos la motivación en estas actividades que proponemos.

Como ya no conocen a los deportistas de moda que cuando nosotros éramos jóvenes seguramente recitábamos de memoria y con orgullo, ya no sirven de modelos. Y todos necesitamos modelos que nos den forma y nos sirvan de inspiración. ¿Quiénes son estos para ellos hoy en día? Lo sabes, los critican en los medios, los criticamos. Los juzgamos por irse a un lugar a, de forma legal, pagar menos impuestos o por hacer algo que no vale nada…pero compran muchos. El mercado dice el valor que toman las cosas y no podemos dar por hecho que miles o millones de personas se equivocan por consumir un producto. Para ellos satisface una necesidad, aunque yo no lo entienda. Seguramente ellos no enciendan tampoco otras cosas que yo, con orgullo, hago.

Hagamos el aula atractiva, en vez de juzgarles porque no quieran acudir o lo hagan y no escuchen. Con el producto que con frecuencia les ofrecemos, creo que es normal. Hagamos que el deporte sea un lugar amable para ellos al que acercarse a disfrutar, en vez de ser un sitio de conflicto en el que los adultos busquemos nuestros propios objetivos de manera egoísta sin adecuarlos a los suyos. Hagamos que encuentren en su día a día guías motivadoras y modeladoras que estén preparadas para que ellos puedan estar dispuestos a consumirlas, pero que luego sean ellos lo que escojan, pues en ello está la libertad individual.

 

Juan José Hernández Liras
Entrenador superior baloncesto
Profesor de educación secundaria

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