Una entrevista de Javier Balmaseda. Foto portada Javier Balmaseda

Repasamos una trayectoria deportiva para el recuerdo, la de Juan Antonio Corbalán, un jugador único e irrepetible que se convirtió en todo un líder del Real Madrid y la selección española.

Tener frente a frente a una leyenda del baloncesto europeo como Juan Antonio Corbalán equivale a una clase magistral de baloncesto y de la vida. Lo cierto es que me sentí un auténtico privilegiado por la cercanía que transmite con sus palabras y por las inmensas vivencias deportivas que atesora. A lo largo de esta entrevista repasaremos su exitosa carrera baloncestística desde sus comienzos en el Colegio San Viator hasta que se retiró, primero de la selección española y posteriormente a nivel de clubes. Mirza Delibasic, Walter Szczerbiak, Dino Meneghin, Wayne Brabender, Drazen Petrovic, Brian Jackson, Lolo Sainz o Antonio Díaz Miguel son algunas de las leyendas que estarán muy presentes en esta charla con el mejor base europeo de la década de los ochenta.

Foto interior 1. Autor Raúl Cancio

¿Te queda tiempo libre para el baloncesto?

Bueno, el baloncesto lo llevas dentro, lo llevas metido en tus genes. Sí es verdad que como espectador es algo que no he podido compaginar siempre como hubiera querido porque las ocupaciones del día a día te van haciendo, en muchas casos, incompatible con los horarios y con los calendarios de las competiciones, pero bueno, lo sigo en la televisión o en las informaciones de prensa y, de alguna manera, estoy al tanto.

Comenzando por tus inicios en este deporte, ¿cómo se consigue en apenas dos años pasar de ser un alero en el Colegio San Viator a base del primer equipo del Real Madrid?

Todo el mundo dice que con mucho trabajo y tal, pues no, mucho trabajo no, se consigue como lo hacen todos los niños, disfrutando y jugando en un colegio. El único problema es que ahora hay muchos chavales que piensan que por decir que quieren ser alguien ya parece que entrenan con más profesionalidad o dedicación, entonces lo consideran un trabajo en lugar de una diversión, pero no es así. Toda la fase de formación de un deporte es pura diversión, y de esa diversión hay una parte que es entrenamiento. Algunas veces es entrenamiento duro y que cansa, y se percibe como un sacrificio, pero yo tuve la fortuna de no percibir jamás el entrenamiento como un sacrificio. Mi colegio dedicaba mucha atención al deporte, éramos grandísimos jugadores y formamos un grupo fantástico de compañeros. Recuerdo que con 15 añitos ganábamos al Madrid juvenil siendo un colegio de barrio. Allí se pusieron unos mimbres muy buenos para que los que salimos de aquel equipo y pudimos entrar en clubes como el Real Madrid, enseguida tuviéramos un cierto protagonismo. En mi caso tuve la fortuna de caer en manos de Lolo Sainz, que me enseñó muchísimo y me reubicó del puesto de alero o de 2 en el que jugaba, al puesto específicamente de base. Me dijo: “Aleros como tú habrá muchos y más altos, sin embargo bases como tú habrá muy pocos”. Y por eso es por lo que tengo que estarle muy agradecido. Y luego, aquel año hubo una especie de pequeña debacle en el equipo nacional, que se quedó muy mal en el Europeo del 71, y eso me abrió las puertas ya que había destacado muchísimo en la selección juvenil y en la selección júnior. Díaz Miguel me llevó al equipo nacional y Pedro Ferrándiz me llevó al Madrid, yo de hecho jugué antes en la selección nacional que en el Real Madrid.

Llegas al Real Madrid con tan solo 16 años. ¿Cómo te acoplaste al equipo y cómo te acogieron tus compañeros?

Me acogieron muy bien y me acoplé con reserva. Yo sabía que tenía delante a Vicente Ramos y Carmelo Cabrera, que eran los dos bases titulares de la selección nacional. Tenía 16 años cuando empecé a entrenar con ellos y jugar de forma aislada. Entrenaba prácticamente todos los días. A mí eso me supuso un reto, un aprendizaje enorme. Yo era un crío que en menos de un año había salido del colegio y de repente me encontraba entrenando con los grandes ídolos del baloncesto nacional. Eso es un privilegio, es como si a un estudiante de Bioquímica le pusieran en la misma clase con Ramón y Cajal. Tuve la fortuna, primero de tener las cualidades y haber desarrollado el instinto en el colegio, y segundo de tener un grupo de compañeros que me ofrecieron lo mejor de ellos, no solamente en el aspecto deportivo, que eso lógicamente es inevitable porque copias y aprendes, sino en la parcela humana, ya que las afinidades técnicas se logran porque existen también afinidades emocionales, y aquel equipo eran un equipo redondo en ese sentido.

Foto interior 2. Autor Raúl Cancio

Foto interior 2. Autor Raúl Cancio

¿Qué aprendiste de Vicente Ramos y Carmelo Cabrera?

Yo creo que cuando llegué siendo un crío, Vicente Ramos era la seguridad, la sobriedad, ese base que todo el mundo necesita para dar empaque al equipo. En cambio, Carmelo Cabrera siempre fue un representante de la genialidad más absoluta. Lo que buscó Lolo Sainz en mí es que yo llegué al Madrid siendo más Carmelo Cabrera, era un base muy anotador y que metía la mitad de los puntos de los equipos en los que jugaba. Era un base con cierta espectacularidad, muy vertical, pero Lolo Sainz pensó que me podía transmitir también ese dominio del juego y de la visión general que tenía Vicente Ramos. Tanto Lolo como Pedro Ferrándiz quisieron aunar esos dos extremos de cómo veía el base el baloncesto desde la visión de Carmelo Cabrera y desde la visión de Vicente Ramos.

Mientras que en los setenta solo perdéis en España la liga 77/78 contra el Joventut, en Europa mantenéis una gran rivalidad con el Pallacanestro Varese, que curiosamente juega todas las finales de la Copa de Europa de esa década. ¿Cómo eran los enfrentamientos contra aquel equipazo?

Eran durísimos para nosotros. Es verdad que teníamos una liga relativamente cómoda, nosotros sabíamos que si no nos equivocábamos íbamos a ganar en España, pero a veces había cosas, como la liga aquella famosa donde se destapó que el árbitro, un tal Vidal, había sido sobornado por dos personas que le pagaron un dinero para que nos hiciera perder el partido contra el Cotonificio, pero vamos a olvidar esa historia. El Madrid sabía que si hacía bien las cosas iba a ganar la liga. Sin embargo en Europa, no solamente Varese, aunque en esa década fue Varese, también el TSKA de Moscú era un grandísimo equipo y todavía siempre había algún equipo yugoslavo que quería asomar la cabeza un poquito, aunque todavía no había grandes clubes que estuvieran siempre hasta que aparecieron el Bosna, Partizán y la Jugoplastika, ni había griegos. Italia estaba casi 40 años por delante de nosotros en todo, socialmente, deportivamente, culturalmente, políticamente, era otro país, un país europeo y nosotros no lo éramos todavía. Entonces nos costaba mucho porque los mejores americanos de aquellos años venían siempre a Italia, donde pagaban más, y luego Italia tenía esa tradición de un gran país que España, recién salido de la posguerra y todavía dentro la dictadura, pues no teníamos, pero bueno, poquito a poco fuimos trabajando y, como siempre digo yo, si tu compites con buenos, entrenas con buenos y te mueves entre buenos, acabas mejorando. Ganamos dos finales y realmente podíamos haber ganado más, pero claro, eran partidos que muchas veces se decidían por muy pocos puntos, no obedecía a una superioridad extrema de un equipo sobre otro, sino que había años mejores para unos y peores para otros. De hecho, yo debuté un año en el que ganamos la Copa de Europa.

El Bosna Sarajevo aparece como equipo alternativo a la supremacía del Real Madrid, Varese y TSKA, ganando la Copa de Europa 78/79 con un jugadorazo, Delibasic, gran amigo tuyo. ¿Qué nos puedes contar de Mirza que no se haya dicho ya?

Pues muy poco. Yo creo que Mirza, al margen de ser uno de los jugadores más grandes que ha habido en este continente, era un individuo que encajaba perfectamente en ese criterio de equipo donde lo emocional acompañaba siempre a lo técnico. Nuestro gran secreto es que éramos un equipo muy uniforme con aspiraciones muy similares y donde todos estábamos como a un mismo nivel, no había grandísimas figuras y luego jugadores de relleno, había titulares y reservas, pero todo el mundo tenía como unas aspiraciones muy equivalentes, y Mirza fue uno más, si bien él venía de un baloncesto que era tan clásico y tan superior como era el yugoslavo, que con un país de 20 millones era capaz de hacerle frente a la Unión Soviética. Para mí, hasta los veinte años, ha sido el jugador que mejor he visto jugar en mi vida. Es verdad que después de esa edad no era el jugador más disciplinado del mundo, tenía más de genio que de trabajador y, aunque seguía siendo un grandísimo jugador, perdió esa superioridad que te dan las hormonas sobre una técnica. Yo jugué con él en el campeonato de Europa juvenil y júnior, y ver jugar a Mirza con 17 años era asombroso. Yo jugué antes con él en la selección europea que en el Real Madrid. Para mí fue un privilegio jugar con él, pero lo que fue un privilegio fue poder disfrutar de una persona tan redonda y tan buena.

Se acopló perfectamente al equipo, incluso creo que le enseñasteis a jugar al mus.

Bueno, él aprendió de todos. Los balcánicos son muy listos. Mirza era un individuo muy listo y que le gustaba el equipo en el que había caído. Yo creo que Mirza tenía que haber sido jugador nuestro mucho antes, aunque lógicamente eso era más un deseo nuestro que una realidad, pero a mí me hubiera gustado que Mirza se hubiera podido retirar con nosotros y hubiera permanecido en el club, pero en fin, la vida es impredecible y nos lleva muchas veces por derroteros que no podemos imaginar.

Ya que estamos repasando la historia de la Copa de Europa, ¿qué sistema de competición te gusta más, la final a partido único, como era antiguamente, o como está ahora con la Final Four?

Yo no jugué ninguna Final Four, todas las finales las jugué a partido único. A mí me parece que hacerte aspirante a una final le da a ese partido un empaque mayor que la Final Four. También es verdad que tres jornadas, desde el punto de vista publicitario,  hace que haya más baloncesto. Sí echo un poco de menos el concepto que había antes de enfrentamiento directo, y fíjate que yo soy partidario de las ligas, pero creo que a partir de que quedan 8 equipos, la eliminatoria a doble partido teniendo en cuenta la diferencia de puntos en ambos partidos, es decir, yo juego en tu campo, me sacas 10 puntos y tengo que remontarlos en el encuentro de vuelta, tiene una emoción añadida enorme. A mí estos sistemas de playoffs donde tú ya juegas un partido y si te ganan de 10 te dejas llevar, no me acaban de gustar. Yo creo que en una final o un enfrentamiento por eliminatoria, cada minuto es muy importante, y esa suma de minutos es lo que da el resultado final, y sumando los dos partidos se engloba el resultado último que define la eliminatoria, pero ahora parece que todo lo que es grupo y liga cobra más repercusión. Y luego la final, que es lo que realmente me has preguntado, a mí me gustaría que tuviera solamente dos equipos, pero entiendo que es más comercial que tenga cuatro u ocho, como la Copa que se hace en España, que fue un descubrimiento fantástico para reavivar una competición que se quedaba un poco pequeña con una final de dos.

Fuiste el líder del Real Madrid. ¿Qué papel jugabas en el acoplamiento de los jóvenes que iban entrando en el equipo?

Nadie nos decía cuál era tu papel. Aquel Madrid era como una especie de escuela filosófica donde tú entrabas y aportabas todo lo que tenías deportivamente, pero a la vez te empapabas de lo que era la filosofía del club y de lo que hacía cada uno. Entonces, en función de tus capacidades, tú ibas asumiendo una serie de roles y de tareas porque la gente te daba una capacidad superior en determinadas parcelas. Yo nunca quise ser el líder ni tener una participación especial en algo, lo tenías porque el día a día va marcando a quién le apetece comprometerse y a quién no, quién vale y quién no vale, y a mí me tocó heredar lo que era el espíritu de un equipo donde todo el mundo daba lo mejor que tenía y lo ponía a disposición de todos los demás. Muchos de los que dicen: “Había gente que mandaba mucho”, bueno, mandaba porque en cualquier grupo humano se jerarquiza de forma natural. Hay gente que manda no porque quiera mandar, sino porque se implica más en las tareas, se compromete, intenta ayudar, intenta tener una visión más corporativa, y hay otros que no, que dicen: “Yo voy a salvar mi parcela”, a esos jugadores no les vas a poner al frente de lo que es el espíritu de un colectivo porque ellos van exclusivamente a salvar lo suyo, aunque luego puedan aportarlo al beneficio de todos. Por lo tanto, ¿yo he sido líder? Sí, he sido líder en el Madrid, he sido líder en la selección durante muchísimos años. Lo único que hice fue ver lo que hacían aquellos jugadores con los que yo crecí tanto en el Madrid como en la selección, y ponerlo a disposición de mis compañeros en los años en los que lógicamente yo atesoraba una capacidad técnica posiblemente superior a la de muchos de los que venían, y además era más veterano por edad. En definitiva, era mejor y más experto, pues entonces es que ese es tu papel, esa es tu tarea. No me gustaban los jóvenes que querían ser jóvenes toda la vida, es al revés, el joven tiene que dejar de ser joven lo antes posible porque esa es la manera de que el equipo siga siendo joven, cuando los viejos en realidad son jóvenes. Yo a cualquier chaval que llegaba le decía: “No pienses que vienes a un sitio cómodo porque haya cinco titulares que somos muy buenos”. No, los cinco titulares que somos muy buenos estamos aquí para que vosotros nos quitéis el puesto, y eso solo puede suceder si tú te aplicas, si tú entrenas, si tú de alguna manera eres ambicioso y quieres dar lo mejor de ti. Y eso es lo que yo he querido transmitir en el baloncesto y en casi todas las cosas en las que he estado.

En la década de los ochenta os topáis con vuestra bestia negra en Europa, la Cibona Zagreb de Petrovic. ¿Ha sido Drazen el jugador más influyente que has visto sobre un equipo de baloncesto?

No, yo creo que ha sido el jugador más eficaz, el más influyente no. Creo que ha habido jugadores que han marcado la personalidad de un equipo más que Petrovic, como Dino Meneghin, pero sí es verdad que Petrovic era un jugador que, haciendo bien cuatro o cinco cosas, las hacía tan bien y era tan eficaz, que tenía una capacidad increíble para hacer canastas. Era un magnífico jugador. Sin embargo, yo entre el baloncesto de Petrovic y el baloncesto de Delibasic, era más jugador Delibasic, aunque fuera más eficaz Petrovic. Ya sucedía con un jugador de aquella época que era Kicanovic, que metía las canastas casi sin querer. Kicanovic era de la edad de Mirza y de la mía, y era una especie de Petrovic en cuanto a la eficacia, pero no tenía la belleza ni el baloncesto tan bien entendido que tenía Mirza. Pero entre los grandes de Europa siempre estará Petrovic.

¿Qué os paso esas dos temporadas (84/85 y 85/86) con la Cibona? Os ganaron los cinco partidos que jugasteis contra ellos en la Copa de Europa.

Es que eran muy buenos estos chicos, no nos pasó nada. El Madrid tuvo una época donde nos tuvimos que enfrentar al Varese. Hubo otra época donde nos tuvimos que pegar en muchas ocasiones con los rusos, y tuvimos otra época donde apareció la Jugoplastika en alguna ocasión, y ahí se formó un equipo en Zagreb que era muy bueno. De cualquier manera, trascendieron mucho porque fueron partidos muy señalados en la Copa de Europa los dos años que perdimos con ellos. Sin embargo, nosotros les ganamos una Copa Korac y una semifinal de uno de los torneos europeos que jugábamos, aunque también perdimos con ellos una Recopa en Bruselas. Ellos ganaron tres, nosotros dos, pero claro, un equipo que estaba desde el año 72 hasta el año 88 que yo me retiré, 16 años permanentemente en finales contra equipos distintos, teníamos que estar reconformándonos y adaptándonos para competir contra muchos adversarios. Ganamos, a lo mejor, un cincuenta por ciento y perdimos otro cincuenta por ciento.

Muchos de los americanos que iban pasando por el Real Madrid no conseguían estar más de dos o tres temporadas seguidas en el equipo. ¿Cuál de esos jugadores hubieses mantenido más tiempo?

Yo creo que Brian Jackson pudo haber estado más tiempo con nosotros, pero no estuvo más por un error de su agente, eso es muy gracioso, luego te lo contaré. Para mí, el jugador más decisivo que hemos tenido de los que yo he conocido fue Walter Szczerbiak, para mí ha sido el mejor. Los americanos que venían a Europa eran descartes de primera de los pocos equipos que había en la NBA, había solo 18 equipos, creo recordar. 18 multiplicado por 12 son 216, pues el 217 ya venía a Europa. Ahora mismo no es así, en Estados Unidos hay 30 equipos que multiplicado por 15 te da 450, pues el 451 viene a Europa. Por lo tanto, el nivel de los que venían entonces era infinitamente mejor, comparativamente, que el jugador que viene ahora. De hecho, ahora los jugadores son todos muy buenos, el baloncesto se ha igualado en todo el mundo, pero se ha igualado bajando la excelencia en muchos casos y subiendo mucho el nivel más bajo. Pero tú ahora mismo coges jugadores al azar de muchos equipos españoles y no los puedes diferenciar, son exactamente iguales. En aquella época no, los mejores jugadores americanos estaban en Italia y luego en España, Francia, Alemania, y era así, tú veías a un jugador y decías: “Este es bueno, pero en Alemania”. Y en España sucedía que Madrid, Barcelona y algunas veces Joventut teníamos los mejores, de vez en cuando aparecía también el CAI de Zaragoza, y así se iban llenando, por categorías. Yo creo que de todos los americanos que hemos tenido, Szczerbiak para mí sería el mejor. Luego, tanto Robinson como Jackson, y John Coughran, que la gente recuerda muy poco, pero que también fue un grandísimo jugador y nos hizo una tarea estupenda, son jugadores que podían haber estado un poquito más, más Jackson que Robinson. Yo creo que Robinson estuvo el tiempo que él quiso, de hecho se fue a Granollers porque le hicieron un contrato previo a su marcha y forzó su salida. Eso ha quedado así, parece que es que hubo mutuo acuerdo, no, él lo que hizo fue un contrato antes de que el Madrid pudiera contraofertar, y dijo que se iba y que nosotros éramos un equipo, no sé si dijo que éramos un equipo muy racista y que le tratábamos mal, forzó una situación muy mala. Y Jackson no siguió porque su agente se fue a Australia con McEnroe y se le olvidó renovar su contrato. Nosotros, como empezaba la liga y no teníamos el contrato firmado, tuvimos que fichar a Linton Townes, que fue su sucesor, y el día 3 o 4 de agosto Jackson se presentó en Madrid para empezar a entrenar y entonces fue cuando se le dijo que su agente no había dado señales de vida, por eso se fue Jackson del Madrid, si no seguro que hubiese jugado un par de años más con nosotros. A Jackson el Madrid lo quería, y él no pudo jugar porque su agente le abandonó, bueno, no le hizo caso, se fue a Australia con McEnroe y no fue capaz de contestar. Entonces no había móviles, se hacía todo por télex, que eran como unos telegramas oficiales que se hacían, y fue incapaz de contestar porque posiblemente era imposible comunicarse desde Australia con Madrid.

Tu última temporada en el Real Madrid fue la 87/88, en la que ganas la Copa Korac derrotando a la Cibona en la final. Al parecer, Petrovic ya estaba fichado desde finales del 86. ¿Comentabais algo sobre su posible fichaje?

No, vamos de hecho yo ni lo sabía. Todo el mundo hablaba, pero yo creo que en nuestro equipo nadie lo sabía, bueno, yo creo que no estaba fichado, otra cosa es que se dijera o alguien lo hubiera podido apalabrar.

¿Qué recuerdas de esta final contra la Cibona? Hiciste un partidazo en el decisivo encuentro de vuelta en Zagreb.

Aquella fue una final donde nosotros jugamos de una manera extraordinaria. El partido de Madrid jugamos bien, ganamos de 10 o 11 puntos, creo, y luego jugamos allí con un ambiente terrible, pero por fortuna después de perder de 17 puntos empatamos el partido. Sí, jugué muy bien. Yo creo que en aquel partido fui decisivo porque tuvimos que arriesgar y yo asumí un poco esa responsabilidad. Arriesgué más en las entradas, en los tiros, y las cosas salieron bien y pudimos remontar esos 17 puntos y al final perdimos solo por 1 punto. Aquello fue para mí una despedida enorme porque fue mi último partido internacional con el Madrid.

Forum Filatélico Valladolid. Temporada 1990-91. Foto interior 4. Autor Miguel Ángel Forniés

Centrándonos ahora en lo que fue tu trayectoria con la selección española, Antonio Díaz Miguel te convoca en el preolímpico del 72 y disputas esos Juegos Olímpicos en Múnich. ¿Qué recuerdas de aquello?

Yo estaba debajo de la canasta en la famosa final de los 3 segundos. Los españoles por entonces, cuando íbamos a los Juegos Olímpicos, estábamos más pendientes de dónde nos íbamos a sentar en los partidos buenos que de nuestra competición, que sabíamos que se acababa por la mañana de ese día en el mejor de los casos, a veces mucho antes. El baloncesto español estaba cambiando de una generación de muy de la posguerra, muy acostumbrada a ese concepto de con salir a competir ya es suficiente. El gran reto de aquel baloncesto eran los Preeuropeos y los Preolímpicos. Si tú eras capaz de ganarlos el premio era jugar un Europeo y una Olimpiada. Por lo tanto, cambiar eso tampoco fue fácil. Recuerdo que cuando llegamos los más jóvenes, en una ocasión se me ocurrió decir que me gustaría aspirar a quedar entre las medallas, pues Díaz Miguel me regañaba y me decía: “No te das cuenta que si ponemos el listón muy alto, si decimos de quedar cuartos y quedamos sextos, la gente piensa en fracaso. Si nosotros decimos de quedar octavos y quedamos sextos, la gente piensa en éxito”. Pero yo le decía a Antonio que eso es como engañarte, si tú te haces cómodo en aspiraciones nunca vas a llegar a lo mejor que tú puedas dar, tenemos que exigirnos. Tuvimos la fortuna de que en ese equipo nacional acabó entrando toda la generación de Roseto, con Epi y compañía, que fueron los que ya empezaron a decir: “Yo no he venido aquí para quedar décimo u octavo”. Y eso fue cambiando el equipo. Eso también nos permitió jugar cada vez más partidos con buenos y, por lo tanto, nuestro nivel fue subiendo. Además, en la preparación Antonio nos tenía siempre entrenando contra cubanos, rusos, yugoslavos, americanos, es decir, hacíamos unas preparaciones muy buenas. Nos ponían a competir contra los mejores y, como te he dicho antes, los que compiten contra los mejores acaban estando entre ellos.

Los éxitos con la selección española llegaron a partir de los ochenta. Cuartos en el Mundial de Colombia en el 82 derrotando por primera vez a Estados Unidos en partido oficial. Un año después, quedáis subcampeones de Europa en Nantes. Y en el 84 conseguís la mítica medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. ¿Cuál fue el torneo en el que mejor jugasteis?

Desde el año 80 España estaba llamando a la puerta. En el 79 perdimos un partido contra Italia por una canasta que metieron diez segundos después de acabar, entonces el baloncesto no era tan serio como realmente es ahora. Aquel equipo, por muy poquito, fue quedándose fuera de las medallas, a veces no siempre por méritos de los otros, sino porque en el deporte siempre hay una serie de intangibles que te hacen perder o ganar teniendo los mismos méritos. Bueno, pues desde el 80 al 82 cuartos, y ganamos por primera vez en partido oficial a Estados Unidos, que tenían un magnífico equipo, y fue la primera vez que nosotros nos dimos cuenta de que si hacíamos las cosas muy bien y los otros no estaban muy espabilados, teníamos nuestras posibilidades. Y aquel día fue uno de los días grandes, jugamos prácticamente todos muy bien y con una defensa en zona a la que los jugadores americanos, algunos muy jóvenes, no estaban muy habituados. Después de eso, en el Europeo del 83, ganamos una semifinal a la Unión Soviética, que eran un equipazo, y nos dio la primera medalla que fue una locura para nosotros. Y en la final íbamos ganando en el descanso, pero al final perdimos contra Italia que también tenía un equipo excepcional. El baloncesto italiano era donde nosotros nos mirábamos siempre. Y luego en el 84 llegamos a un campeonato olímpico después de haber jugado un preolímpico que, en mi opinión, es donde mejor baloncesto ha hecho la selección nacional desde que yo jugué hasta que me retiré, y hasta el año 2000 en que estos chavales jugaron el mundial aquel. En el Europeo del 83 y en el preolímpico en el año 84 es donde mejor creo que jugamos. Y luego es verdad que en los Juegos Olímpicos estábamos realmente muy cansados porque llevábamos una preparación desde principios de abril a principios de agosto, realmente estábamos al límite, si nos meten 15 o 20 días más puede que no hubiéramos llegado a la final, éramos un equipo que estaba ya muy sobrepasado, pero sin embargo eso nos permitió tocar los mejores momentos del baloncesto vividos hasta esa fecha. Después, yo salí del equipo y, aunque pensaba que todavía se iba a lograr medalla en el siguiente Europeo, el hecho es que aquel equipo prácticamente se muere en Los Ángeles y entramos en un bache de unos diez u once años que fueron muy malos, salvo una medalla de bronce que se obtiene en Roma en un Europeo en el 91. Bueno, lo que quiero decir es que nuestro equipo ya estaba hecho, estaba maduro con esa generación de los júnior de Roseto y luego con la incorporación de dos jugadores que no pertenecían a grandes generaciones, que fueron decisivos para mí, como fue Nacho Solozábal  y un jugador al que todo el mundo quiero que recuerden, que fue Juanito de la Cruz, un pívot que hasta que Fernando Romay y luego Fernando Martín pudieron adquirir un poco de experiencia, fue el que aguantó toda esa transición cogiendo un equipo donde Rullán y Santillana ya lo estaban dejando. Él se hizo nuestro pívot de referencia hasta la llegada de Romay y luego de Martín.

¿Cómo eran los entrenamientos de Lolo Sainz y Antonio Díaz Miguel?

Desde el punto de vista pedagógico me gustaba mucho Lolo, era un entrenador que te hacía unos entrenamientos muy divertidos y donde tú estabas siempre como en una situación de partido, ya lo hacía Pedro Ferrándiz también. En el Madrid entrenábamos muy divertido y muy estimulante, con mucha competición, tanto 1×1, 2×2, 3×3 y 5×5. Y luego, una cosa muy buena de Antonio, que tenía entrenamientos mucho más aburridos, es que tenía una metodología, un estudio del detalle, una finura en la observación que le hizo también especial, y que a nosotros nos hizo mejorar mucho porque fuimos la primera generación del baloncesto español que empezamos a regirnos por la idea de cometer pocos errores. Yo me acuerdo que insistía siempre a todos los jugadores en lo siguiente: “Si nos ganan, que nos ganen, pero que no sea porque nosotros hacemos muchos errores”. No podíamos perder balones, no podíamos hacer malos tiros, no podíamos no cerrar bien el rebote, no podíamos no defender, y esos son los detalles en los que hacía un especial hincapié Antonio Díaz Miguel, sobre todo en el concepto de la pérdida de balones y en el concepto de los tiros. El baloncesto español era muy bueno, pero un baloncesto muy intuitivo, muy de chaval de colegio. Tú veías un pase y lo arriesgabas, y al final jugabas mejor que los polacos, pero perdías, y perdías porque no tenías metodología para poder jugar y eso lo fue dando, poco a poco, Antonio Díaz Miguel con esos entrenamientos basados en el detalle.

¿Quién era mejor tirador, Brian Jackson o Mirza Delibasic?

Jackson era un tirador muy eficaz y muy heterodoxo, era un jugador capaz de tirar de cerca y de lejos. Sin embargo, como tiro, como excelencia en el tiro, yo creo que he visto muy pocos como Mirza Delibasic. Mirza era capaz de levantarse sobre dos o tres botes y meter canastas desde tres puntos y desde mucho más allá de tres puntos, tiraba bien de cerca, de lejos, para atrás, para adelante. Yo he visto muy pocos tiradores como Delibasic, aunque posiblemente Petrovic fuera uno de ellos y Kicanovic fuera otro. Pero eso no quita para que Jackson haya sido uno de los mejores americanos que hemos tenido. Además tenía una cosa muy buena, su juego era muy desenfadado, parecía no ser consciente de la trascendencia de los minutos que se estaban jugando. Yo, a lo mejor, como base estaba preocupado porque veía que quedaban dos o tres minutos y teníamos a lo mejor seis o siete posesiones y seis puntos de diferencia en el marcador, y yo contaba todo eso, pero Jackson jugaba exactamente igual al final que al principio.

Juan Antonio Corbalán. Foto interior 3. Autor Miguel Ángel Forniés

Las diferencias entre el baloncesto de nuestra época y el baloncesto actual (pregunta de Juan Domingo De la Cruz).

Juanito, un abrazo muy fuerte. No sabes lo que me alegra escucharte. Tú sabes que soy un gran admirador de tu labor en el equipo nacional, como acabo de comentar, y además ya me hubiera gustado que hubieras podido estar en el Madrid algunos años porque creo que has sido de los jugadores que, en menos tiempo y sin haber nacido en España, más diste a la gloria del baloncesto español. Hubo un año que estuvo a punto de fichar por el Real Madrid, pero bueno, no pudo ser, y lo importante en estas cosas es que Juanito fuera feliz. Yo creo que él lo ha sido y ha disfrutado mucho del baloncesto.

En cuanto a tu pregunta, creo que Juan es de mi edad o un año más. Los jugadores de nuestra época tuvimos que aprender un poquito por instinto, cada uno en un colegio, en un campo, en la calle. Tú ibas haciendo como una serie de acumulación de conocimientos de otros jugadores, de figuras, y jugando y jugando llegabas a un determinado nivel. Esto era bueno por un lado y malo por otro. Los jugadores actuales, desde muy jóvenes, acaban entrando en escuelas que trabajan con una metodología muy similar, y eso supone que el jugador malo, que en muchos casos había en nuestra época, ya no existe, ya casi todos los jugadores juegan al baloncesto muy decentemente. Sin embargo, muchos de ellos han perdido esa chispa, esa creatividad que te da un poco el hacerte a ti mismo o el hacerte en ambientes que no sean muy homogéneos, por eso en nuestra época había muchos malos, pero de repente aparecía un figurón. Y ahora mismo los jugadores son todos mejores y son jugadores menos diferenciados. En nuestra época, cuando pasaba esa etapa de formación y llegabas al baloncesto profesional enseguida te adjudicaban un papel, y te decían: “Tú eres base, tú eres anotador y tú eres reboteador”. Y no había mucho más. El base era base, el alero era uno que se las tiraba todas, estuviera como estuviera, y el pívot era uno al que se le decía que cogiera los rebotes y dale enseguida el balón al enano y olvídate hasta el siguiente rebote, era algo así. Ahora no, ahora mismo los jugadores son todos más polivalentes, juegan en todas las posiciones y parece que el baloncesto es más vistoso. Pero yo creo que hay muchos jugadores actuales que han perdido mucha eficacia por no tener esa especificidad que, en nuestro caso, creo que era excesiva. Un abrazo muy fuerte, Juanito.

Foto inteior 4. Autor Miguel Ángel Forniés

He tenido la suerte de convivir contigo 16 años en el Real Madrid. Mi pregunta. Nuestro equipo de los años ochenta, después de ganar la final de la Copa de Europa en Berlín, ¿tú crees que tendríamos algo que hacer en esta liga actual? Te digo en los ochenta porque ya teníamos un preparador físico y mejor condición física que en los setenta (pregunta de Rafa Rullán).

Gracias Rafita. Claramente hay una diferencia entre los setenta y los ochenta. Desde la entrada de Paco López, nuestro equipo se hizo claramente más profesional del deporte dentro de la especificidad en el baloncesto que teníamos. Es muy difícil echar para atrás 40 años y decir: “Podríamos”. Yo lo que sí te digo es que cuando veo jugar a muchos de los bases que veo jugar ahora, yo con 20 años no me considero, ni muchísimo menos, inferior a los bases que veo ahora. Y yo creo que aquel equipo que teníamos en los ochenta, tanto en el Madrid como en la selección, éramos tan buenos, tan buenos, lo digo dos veces, que podríamos haber jugado ahora en cualquier equipo porque naturalmente tendríamos unas cualidades que se hubieran equiparado a las cualidades que tienen ahora los jugadores. Yo no creo que ahora haya un pívot con un juego de cerca del aro con las dos manos como tú tenías, no creo que haya bases más rápidos de lo que podía ser José Llorente, Solozábal o yo mismo, y no se puede tirar mejor de lo que tiraba Mirza Delibasic o de lo que tiraba Wayne Brabender, se puede tirar igual, pero no mejor. Yo no creo que los jugadores actuales tengan la preparación física que teníamos nosotros, vamos, me apuesto el cuello. Creo que ahora mismo hay muy pocos jugadores que hagan 1000 metros en menos de 3 minutos como hacíamos nosotros, no hay muchos jugadores que puedan correr 400 metros en menos de 50 segundos como corría José Llorente, estoy absolutamente seguro. Nosotros no podemos quitarle la gloria a los chavales que están ahora, pero eso no hace para que no podamos reconocer nuestros méritos y propagar a todo el mundo que teníamos un equipazo como ha habido muy pocos en esta historia del baloncesto español.

Darte las gracias por la entrevista y por todos los años que nos has dado de baloncesto.

Yo os lo agradezco a vosotros por acordaros de un baloncesto que creo que fue muy importante y también porque creo que hacéis un gran favor a la historia. Recuperar la historia es muy importante para recordar a muchos jugadores que, con el paso de los años, quedan difuminados por las grandes estrellas.

Javier Balmaseda y Juan Antonio Corbalán.Foto interior. Archivo Javier Balmaseda

Javier Balmaseda y Juan Antonio Corbalán.
Foto interior. Archivo Javier Balmaseda

Por Javier Balmaseda.
Colaborador JGBasket

Foto portada Javier Balmaseda.
Fotos artículos Raúl Cancio, Miguel Ángel Fornies.

MIGUEL ÁNGEL FORNIÉS nació en Badalona el 18 de septiembre de 1952. Estudió en los Salesianos Badalona y en el Colegió Badalonés. Servicio Militar en Campo Soto, Cádiz.

Fotoperiodista de Devoción. Colaboró con Eco Badalonés, 5Todo Baloncesto. Desde 1981 con Nuevo Basket como fotógrafo. Primer fotoperiodista en viajar a ver y fotografiar partidos de la NBA en 1984. Europeo de 1973, cinco Mundiales Júnior (de 1983 a 1999). Quince meses trabajando, viviendo y jugando a baloncesto en Argelia (Sidi Bel Abbès).

Mundial de España 1986, Mundial de Argentina en 1990. JJOO de Barcelona 1992 como adjunto del jefe de prensa de baloncesto. Ha escrito dos libros, Crónica de un viaje alucinante (en 2009) y Memorias Vividas (en 2015). Durante 19 temporadas (1996-2014) responsable de prensa del Club Joventut Badalona.

Entrevista publicada originalmente en planetacb, agosto 2022.

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