La retirada de Kobe Bryant era la crónica de un final anunciado. La Mamba Negra, lastrado por las lesiones, llevaba una temporada aciaga en el tiro y sus Lakers, esos que ha defendido durante 20 temporadas, no carburaban. Era el momento de coger el toro por los cuernos y decir adiós. Un adiós que no por esperado ha causado conmoción en la NBA. Esa Liga tan dada a las estadísticas, que ve como se va el primer de los candidatos que sonó con fuerza como sustituto de Michael Jordan.
Y hablando de números, los que han marcado su carrera. En primer lugar, se ha convertido, de momento, si Duncan no decide jugar otro año más, en el jugador con más temporadas en una franquicia, nada menos que 20 años. Acabará su carrera con más de 1.300 partidos, pero antes hubo un día uno, el comienzo de una carrera plagada de éxitos y siempre bajo la sombra de Michael Jordan. Ése con el que todos le comparaban y al que él siempre se quiso parecer.
Ese día uno tuvo lugar en noviembre de 1996, pero antes, ese verano, sin haber cumplido los dieciocho años, decidió presentarse al draft, sin –lógicamente– previo paso por la Universidad. Fue elegido por Charlotte Hornets en el puesto 13, pero inmediatamente fue traspasado a los Lakers a cambio de Vlade Divac. Toda una declaración de intenciones por parte de la franquicia californiana. No tardó en cumplir las expectativas, ya que, en menos de seis meses, se proclamó campeón del concurso de mates en el All-Star, cuando todavía los concursos de mates levantaban el interés de los aficionados.
Phil Jackson, el maestro que había llevado a los Bulls de Jordan a conseguir seis anillos, se cruzó en su camino y con sus técnicas de meditación convenció a Kobe y los suyos para que le siguiesen en el camino que les llevó a la conquista de tres títulos consecutivos (2000, 2001 y 2002). Luego vinieron las discrepancias con Shaq, los 81 puntos a Toronto, los problemas con la justicia y el cambio de número en su camiseta. Un punto de inflexión en su vida para romper con el pasado y empezar de nuevo con el 24 a la espalda.
Parecía imposible, pero, a pesar de tener tres anillos, Bryant no había ganado nunca un MVP. En la temporada 2007-08 fue elegido el mejor jugador de la temporada regular, aunque no le sirvió para que su equipo se llevase el título. Si lo conseguirían las dos siguientes temporadas –acompañado por Pau Gasol y dirigido por Phil Jackson–, logrando hacerse, además, con el título de MVP de las Finales en las dos campañas.
Ahí empezó a gestarse el principio del fin, los puntos de Bryant y los consejos del maestro “Zen” ya no eran suficientes y los de púrpura y oro empezaron a resquebrajarse. Y así hasta hoy. Los años, pero, sobre todo, las lesiones empezaron a pasar factura a un Kobe (18 veces All-Star y 4 de ellas, MVP) que, tras mucho meditar, decidió, con una emotiva carta, anunciar su retirada al finalizar esta temporada.
Para poner el broche final a su brillante carrera, Kobe –esa estrella que mejoró su tiro de larga distancia viendo un documental en Discovery Channel sobre la forma de cazar de los guepardos– sueña con poder ganar su tercer oro olímpico con la selección estadounidense en Río de Janeiro, pero, sinceramente, está, por su nivel actual, lejos de poder pelear por estar entre los doce elegidos, aunque llevarle sería el reconocimiento a un jugador que ya es leyenda.
Una leyenda forjada a base de cifras estratosféricas tanto baloncestísticas como económicas. A lo largo de su carrera ha ganado más de 328 millones de dólares de salario, publicidad aparte. Sin ir más lejos, este año los Lakers le pagan 30,5 millones, tan sólo superado por el que firmó Michael Jordan en la temporada 1997-98 (33,1 millones). Kobe tendrá también el honor de retirarse como el tercer máximo anotador en la historia de la NBA, sólo superado por Kareem Abdul-Jabbar y Karl Malone.
Por Víctor Escandón Prada
Periodista deportivo y entrenador superior de baloncesto
Gabinete comunicación JGBasket
Foto: NBA Photo