Lolo Sainz es una leyenda con letras mayúsculas, uno de los mejores entrenadores de la historia, pero lo que muchos no saben es que también fue jugador y de los buenos. Nacido en Tetuán (Marruecos) en 1940, nada hacía presagiar que este portero de fútbol acabaría destacando en el baloncesto, aunque si hubiese sido por su padre, habría sido torero.
Como sucede en otros muchos casos, Lolo acabó destacando en el baloncesto a pesar de comenzar a practicarlo en la adolescencia. Con quince años probó suerte en el mundo de la canasta después de ver cómo su físico, alto y estilizado, no era el mejor para un portero. En la pequeña cancha de su colegio, el Ateneo Politécnico, ubicado en el barrio madrileño de Prosperidad, empezó su historia y pronto descubrió que había encontrado su sitio. Anotador nato, con buena mano, aunque, como él mismo reconoce, un poco “chupón”.
Sus hazañas no pasaron desapercibidas para el que sería su gran valedor, Pedro Ferrándiz, que lo fichó para el júnior del Real Madrid, donde recorrió todas las etapas hasta llegar al primer equipo, lo que le sirvió para crecer como jugador, como persona y a comprender la filosofía del club. Desde su llegada, Lolo se sintió arropado y encontró en Raimundo Saporta a su padre deportivo.
Con 19 años, en la temporada 1960-61 llegó a la primera plantilla después de un año memorable en el filial, el Hesperia, con el que logró alcanzar la final de la Copa de España, después de dejar en la cuneta al Aismalíbar y al Joventut de Badalona. El rival, el Real Madrid, que se impuso por 76-64, pero, a pesar de la derrota, esa temporada fue histórica y le valió a Lolo para dar el salto.
Su llegada coincidió con la de Emiliano, ambos ocupaban la misma posición, así que para que Lolo pudiese tener minutos, Ferrándiz le puso de base. Al principio, se le hizo un poco difícil adaptarse a la nueva situación, pasó de anotar treinta puntos por partido a ser el organizador y creador de juego, soltando rápido el balón para que fuesen Emiliano y Sevillano los que anotasen al contraataque. Pronto se adaptó y ese nuevo rol le sirvió para comprender y saber mucho más sobre el juego, aprovechando, posteriormente, esos conocimientos para ponerlos en práctica como entrenador.
Con Lolo Sainz a los mandos, el Real Madrid logró, después de dos finales perdidas consecutivas, su primera Copa de Europa en la temporada 1963-64, al remontar al Spartak Brno en el mítico frontón de Fiesta Alegre, donde se creaba un ambiente asfixiante para el rival y no solo por la presión del público, sino también por el insoportable calor y el humo provocado por el tabaco.
Fue el inicio de la época dorada del conjunto blanco, ganando tres de las siguientes cuatro Copas de Europa, teniendo Lolo el honor, como capitán del equipo, de alzar el título continental tras derrotar en la final de 1968, de nuevo, al Spartak Brno. Con solo 27 años y un palmarés envidiable –7 Ligas, 5 Copas de España, 4 Copas de Europa–, puso fin a su carrera. A un problema pulmonar que le tuvo apartado de las canchas un tiempo se sumó la llegada al equipo, en la siguiente temporada, de dos grandes bases como Vicente Ramos y Carmelo Cabrera.
Por Víctor Escandón Prada
Periodista deportivo y entrenador superior de baloncesto
Gabinete técnico JGBasket
Fotos: Real Madrid
Video: Magia del Basket
Realizado a partir del Homenaje a Lolo Sainz en la Universidad Europea de Madrid
Publicado el: 16 Dic 2020 a las 23:00