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Considerado uno de los mejores jugadores no estadounidenses de la historia del baloncesto, Manu ha sabido hacerse un hueco en San Antonio y dar otra dimensión al calificativo de “sexto hombre”. Idolatrado en Argentina al nivel, incluso, del Dios Maradona. Ginóbili, a sus 37 años, sigue impartiendo clases magistrales en cada partido.

Junto con Parker y Duncan forma uno de los tríos más letales de la mejor liga del Mundo. Trece temporadas, cuatro anillos y más de 1.000 partidos en la NBA avalan su éxito. A pesar de ir perdiendo explosividad en sus movimientos, su gran virtud cuando llegó a Estados Unidos, ha ido centrándose y perfeccionando otras facetas del juego. Lo que no ha perdido en todo este tiempo es su seña de identidad: sus penetraciones por la izquierda. A pesar de que todos saben que lo va a hacer e intentan frenarle, sigue siendo letal.

Los años pasan para todos y Manu no es una excepción. Su capacidad atlética ya no es la misma, pero ha conseguido reinventarse año tras año, manteniendo un buen porcentaje de tiro de media y larga distancia. Además, su manejo del balón le permite anotar canastas imposibles. Si a eso, le sumamos una gran visión de juego y la creatividad en los pases –apodado en su país Manudona– se convierte en un jugador difícil de defender y capaz de jugar, incluso, de base, que siempre vela por el bien colectivo, dejando a un lado las individualidades.

En el aspecto defensivo, si bien ha perdido la velocidad de piernas, lo que es un obstáculo para defender a jugadores más atléticos, lo compensa con inteligencia, competitividad y un gran conocimiento de los fundamentos defensivos. Su capacidad de anticipación y lectura del juego, le sitúan entre los mejores “ladrones” de la liga y le permiten sacar un importante número de faltas en ataque.

Ganador nato, triunfó en todos sus equipos, no cansándose de levantar títulos y acaparar galardones individuales. Pero en una vida deportiva casi inmaculada, hay un borrón. Ese que le impidió dirigir a la albiceleste a ser campeona del Mundo en 2002. Con un juego espectacular, habían logrado lo que parecía imposible, vencer a la todopoderosa Estados Unidos. Los norteamericanos, anfitriones, no habían perdido nunca (58 partidos y 10 años) desde que contaban con jugadores NBA. Eso no fue impedimento para que los argentinos les ganasen en la fase de grupos. Ver a Ginóbili y a Pepe Sánchez marear con su manejo de balón a las estrellas norteamericanas (Paul Pierce, Reggie Miller…) es uno de esos momentos que quedarán siempre en la retina del aficionado al basket.

Argentina caminaba con paso firme hacia la final, pero en semifinales ante Alemania, Ginóbili tuvo un traspié y su tobillo se dobló. Malas noticias para un país entero que había dejado apartado durante unos días el dichoso corralito. Manu quiso jugar y estar en la final, pero su pie no le dejó ser él. Algo más de diez minutos en cancha, en los que falló sus tres lanzamientos, mostrándose nervioso y precipitado. Todo lo contrario de lo frío y metódico que es. Su selección perdió en la prórroga, después de unas, más que criticables, decisiones arbitrales. Ser elegido en el quinteto titular no fue bálsamo para un jugador que quería dar una alegría a toda Argentina.

Esa lesión le condicionó también en su primer año en la NBA, ya que apenas pudo jugar los primeros meses. Aún así, se recuperó a tiempo para ayudar a su equipo en playoffs y conseguir su primer título en su año de rookie. Poco a poco fue creciendo en la franquicia texana y su regularidad ha marcado su carrera, alcanzando su mejor nivel en la temporada 2007/08 (19,5 puntos por partido).

Ginóbili ha conseguido algo insólito, que Argentina, un país históricamente futbolero, cambiase de deporte y se enganchase al baloncesto en cada competición. Después de la plata en el Mundial 2002, llegaría el mayor éxito de la selección de baloncesto, logrando el título de campeón olímpico en Atenas 2004 y llevándose el MVP de la competición. Con la vitola de favoritos llegaron al Mundial de Japón, pero se encontraron en semifinales con la que, a la postre, sería campeona, España. No pudieron conseguir medalla y perdieron ante Estados Unidos en la lucha por el tercer puesto. Un bronce que si conseguirían dos años después en los Juegos Olímpicos de Pekín ante Lituania. A pesar de no poder contar con Manu, que se volvió a lesionar su tobillo en la semifinal frente a los estadounidenses.

Su carácter le ha marcado durante toda su carrera, convirtiéndole en el mejor jugador argentino de todos los tiempos y un ídolo de la franquicia de San Antonio. Cuatro anillos y dos All-Star marcan la carrera de un jugador único que tiene que ir dosificándose por su edad, de ahí que renunciase a participar en el último Mundial. Es consciente de que su retirada está cada día más cerca. De momento, Messina ha aterrizado este verano en los Spurs y puede que Manu cierre el círculo coincidiendo con el entrenador que le hizo grande en Bolonia (Dos Copas de Italia, una Lega y una Euroliga). Esperemos que para eso y para ver colgada su camiseta con el número 20 en el AT&T Center pasen todavía algunas temporadas.

Ginóbili. Selección argentina

 

Por Víctor Escandón Prada
Periodista deportivo y entrenador superior de baloncesto
Gabinete comunicación JGBasket

Foto: FIBA

 

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