Foto Miguel Ángel Fornies | Texto Javier Balmaseda
Hoy, día en que Mirza Delibasic cumpliría 70 años, sacamos a la luz algunas de las genialidades con las que el bosnio deleitaba a sus entrenadores y compañeros en los entrenamientos.
El gran secreto del éxito del Real Madrid de comienzos de los años ochenta residía en ser un equipo muy uniforme, donde todos estaban a un mismo nivel y lo emocional acompañaba siempre a lo técnico. No había grandísimas figuras frente a jugadores de relleno. Lógicamente había titulares y reservas, pero todo el mundo tenía unas aspiraciones muy equivalentes. En este sentido, Mirza Delibasic, al margen de ser uno de los jugadores más grandes que ha habido en este continente, era un individuo que encajaba perfectamente en ese criterio. El bosnio, que venía de ser un jugador absolutamente consagrado tanto con su equipo, el Bosna de Sarajevo, como con la selección yugoslava, se incorporó al conjunto blanco en la temporada 1981/82, justo antes de disputar el Mundial de Clubes. Al llegar a la capital de España, Delibasic, que vivía solo porque su familia permaneció en Bosnia, se integró a las mil maravillas en su nuevo equipo. Como afirman muchos componentes de aquel Real Madrid: “Con Mirza era imposible llevarse mal”. Con él te dabas cuenta de que no tienes que valorar las apariencias ni tener ninguna idea preconcebida. José Manuel Beirán: “Cuando nos enfrentábamos contra él, estando en el Bosna Sarajevo, parecía un poco orgulloso y como si fuese a su bola. Pero cuando lo conocías te dabas cuenta de que era una persona excelente, un compañero fenomenal y un jugador de lo mejor que he conocido”.
Los comienzos de Delibasic en el Real Madrid coincidieron con una etapa donde los jugadores convivían tanto tiempo juntos que, por ejemplo, se reunían con cierta frecuencia para jugar al mus cuando salían de viaje. Mirza, un individuo muy listo y al que le gustaba mucho el equipo donde había recalado, aprendió a hablar castellano en seis meses y fue uno más en estas partidas. Incluso, acostumbraba a quedar con algunos amigos para continuar jugando cuando estaba en Madrid. Indio Díaz nos cuenta una anécdota relacionada con la afición de Delibasic por el juego y donde se demuestra además, su calidad humana: “Teníamos un utillero en el equipo que se llamaba Angelito, que venía a los entrenamiento en una moto que era un auténtico desastre, y llegaba muchos días tarde porque le dejaba tirado. Mirza, a quien le gustaba ir a jugar al casino, un día le dijo: ‘Si hoy gano te hago un regalo’. A los dos o tres días apareció una moto en la puerta del vestuario igual que la suya, pero totalmente nueva. Todos supimos entonces que había ganado en el casino y, cumpliendo su palabra, compró una moto a Angelito para que no llegase tarde a los entrenos”.
Los privilegiados que tuvieron la suerte de verlo jugar destacan que era un genio del baloncesto. @PepeKollins: “Yo lo vi siendo muy niño. Y como la memoria infantil es más dúctil, quizás eso hizo que se me quedara grabado. Veía los partidos junto a mi hermano mayor, que es del Barça, y recuerdo que me impresionaba cómo aquel hombre, cuando hacía el tiro en suspensión, se quedaba flotando en el aire, era como ver a un ángel. ¡Y con que sutileza lanzaba! Era un placer estético verle jugar. Para los que les guste también el fútbol diría que era como ver a Zidane bailar sobre un terreno de juego. En cualquier caso, mi agradecimiento eterno al genio de Tuzla por haberme conectado con el Real Madrid y con el baloncesto en general”.
Juan Antonio Corbalán: “Entre el baloncesto de Petrovic y el baloncesto de Delibasic, me quedo con el del Mirza. Era más jugador Delibasic, aunque fuera más eficaz Petrovic”.
Lolo Sainz ha visto hacer genialidades a muchos de sus jugadores: “Brabender era un tío que cuando jugaba parecía una taladradora, pum pum pum, pero en los entrenamientos hacía cosas inverosímiles. Clifford Luyk también”. Pero Lolo lo tiene claro. El que más le sorprendía en los entrenamientos era Mirza Delibasic: “Un día le cogí por banda y le dije: ‘Esto, también lo puedes hacer en los partidos’. Era un genio, un maestro del baloncesto. En los entrenamientos, cuando estábamos un poco más distendidos, hacía cosas inverosímiles. Y un día le dije: “Mira, Mirza, esto que estás haciendo me parece una bestialidad. Por qué no lo haces en los partidos”. Y se me quedó mirando con una cara como diciendo: ‘Porque me da vergüenza’. O una cosa así”.
Un joven de apenas quince años llamado Marcos Carbonell, perteneciente a las categorías inferiores del Real Madrid, acostumbraba a presenciar los entrenamientos del primer equipo, entre otros motivos, porque allí estaba el bosnio para deleitarle día tras día con sus habilidades: “Ha sido el mejor jugador de baloncesto que he visto en mi vida”. Y no es para menos, ya que Delibasic y Corbalán solían apostar las cervezas de después de cada entrenamiento mediante una peculiar manera de meter canasta. Marcos Carbonell: “Se ponían detrás del tablero y tenían que tirar la pelota por encima de una barra paralela al suelo que unía las otras dos que sujetaban el tablero y la canasta. El reto consistía en que el balón tenía que dar un bote en el suelo y entrar a canasta. Imagínate quien ganaba siempre, Mirza. Era una pasada. Eso yo no lo vi jamás hacer a nadie más. Corbalán le decía que era un genio. Nos dejaba a todos con la boca abierta”. Lolo Sainz puntualiza: “Sí, sí. Eso lo hacen mucho los grandes jugadores. Cuando terminaba el entrenamiento, Mirza le decía a Corbalán o al otro: “¿A que no haces tú esto? Y hacía, pum, y tiraba por detrás del tablero. Había unos piques sanos”.
Delibasic adquirió pronto mucho peso en el día a día del grupo, no tanto porque fuera muy bueno, sino porque realmente se implicaba en la parcela más emocional; esta característica le hizo formar parte enseguida del grupo de jugadores que por historia más podían tirar del Real Madrid. Mirza enseguida supo que vino para mantener el nivel de un equipo como el Madrid, que estaba haciendo un cambio generacional y donde él se sentía muy comprometido y muy importante. No obstante, a Corbalán le supo a poco las dos temporadas que el bosnio estuvo con ellos: “Creo que Mirza tenía que haber sido jugador nuestro mucho antes, aunque lógicamente, eso era más un deseo nuestro que una realidad, porque tenía un magnífico equipo como era el Bosna Sarajevo, pero me hubiese gustado que se hubiera podido retirar con nosotros. Para mí fue un privilegio jugar con él, pero mucho más disfrutar de una persona tan redonda, tan buena”.
Mirza Delibasic solo permaneció dos años en el Real Madrid, al que consiguió devolver a lo más alto del baloncesto nacional, ganado la liga 1981/82 con un excepcional encuentro en el último y decisivo partido contra el gran rival, el Barcelona y en el Palau Blaugrana. A pesar del poco tiempo del que se pudo disfrutar de Mirza en España, muy pocos jugadores han dejado un recuerdo tan grande y tantos amigos como él en el Real Madrid, su último equipo como profesional, pues al poco de fichar por el Indesit de Caserta (en el verano de 1983), entrenado por su amigo Bogdan Tanjevic, sufrió un derrame cerebral que le hizo abandonar el baloncesto. El 8 de diciembre del 2001 fallecía en Sarajevo, ciudad que no abandonó en ningún momento, ni siquiera durante la guerra de los Balcanes. Tenía tan solo 47 años y una vida por delante. Diciembre, un mes negro para la historia del Real Madrid de baloncesto…
Mirza Delibašić (Nació en Tuzla el 9 de enero de 1954 y falleció en Sarajevo el 8 de diciembre de 2001) fue un jugador de baloncesto bosnio que jugó en la selección de Yugoslavia. Jugaba en la posición de escolta. Es recordado por ser un genio jugando al baloncesto siendo un maravilloso pasador y un grandísimo tirador.
Un artículo de Javier Balmaseda.
Colaborador JGBasket
Fotos Miguel Ángel Forniés nació en Badalona el 18 de septiembre de 1952. Estudió en los Salesianos Badalona y en el Colegió Badalonés. Servicio Militar en Campo Soto, Cádiz.
Fotoperiodista de Devoción. Colaboró con Eco Badalonés, 5Todo Baloncesto. Desde 1981 con Nuevo Basket como fotógrafo. Primer fotoperiodista en viajar a ver y fotografiar partidos de la NBA en 1984. Europeo de 1973, cinco Mundiales Júnior (de 1983 a 1999). Quince meses trabajando, viviendo y jugando a baloncesto en Argelia (Sidi Bel Abbès).
Mundial de España 1986, Mundial de Argentina en 1990. JJOO de Barcelona 1992 como adjunto del jefe de prensa de baloncesto. Ha escrito dos libros, Crónica de un viaje alucinante (en 2009) y Memorias Vividas (en 2015). Durante 19 temporadas (1996-2014) responsable de prensa del Club Joventut Badalona.