En el campeonato de las ausencias y de las sorpresas, España y Argentina pelearán merecidamente por su segundo Mundial. Dos selecciones que han demostrado carácter para saber sobreponerse a las adversidades, encontrando su mejor juego en los momentos decisivos de la competición.

La semifinal de los de Scariolo frente a Australia fue un auténtico partidazo, en el que no falta de nada: tensión, emoción, nervios, polémica y, por supuesto, baloncesto del bueno. Es cierto que España ha cambiado, no es la misma que en otros campeonatos aplastaba a sus rivales, pero ha sabido evolucionar y reconvertirse. La fe en el grupo y la pasión e intensidad con la que afrontan cada partido, les ha hecho llegar hasta donde han llegado y que los aficionados al baloncesto se identifiquen con ellos, gracias a su entrega, sin olvidarnos de su calidad, que, aunque muchos no lo crean, la tienen.

Estaba claro que los boomers eran una dura piedra de toque, con un juego muy físico y con un Mills en estado de gracia. Tras un primer cuarto de tanteo, despertó la bestia, el base australiano –32 puntos– anotaba, asistía y hacía jugar al equipo a su antojo, independientemente del defensor. España estaba atascada en ataque y su rival daba el primer aviso de romper el partido. Tocaba bajar el culo en defensa si se quería pelear por estar en la final y, a pesar de la falta de acierto ofensiva, llegaron vivos al descanso.

El paso por vestuarios tenía una consigna clara, que Marc mirase mucho más el aro. España no se podía permitir que su jugador de referencia llevase solo 4 puntos y salió bien de inicio, con un triple del mediano de los Gasol, que acabó con 33 puntos, pero fue un espejismo. Los australianos seguían a lo suyo y se marchaban en el marcador (39-50). Otro momento crítico resuelto gracias al trabajo defensivo.

La selección española llegaba, a pesar de todo, viva al último cuarto. España se acercaba, pero siempre le faltaba algo para empatar o ponerse por delante, cuando no era un tiro cómodo fallado, era un rebote ofensivo australiano, un despiste defensivo o una decisión rigurosa de los árbitros. Llegaban los minutos de la verdad y Scariolo quiso tirar de su quinteto de seguridad –Ricky, Llull, Rudy, Claver y Marc– para remontar los cinco puntos de desventaja que llevaban. Con una gran defensa y un parcial de 6-0, España consiguió lo que parecía imposible, volver a mandar en el marcador con solo ocho segundos por jugarse. Estaba claro que el ataque australiano iba a pasar por las manos de Mills, el base se fue directo al aro y sacó una más que rigurosa falta. Cuatro segundos y dos tiros libres para uno de los jugadores más letales del Mundial. Una oportunidad histórica para los boomers, pero quizá esa presión por lograr algo único, le hizo fallar el segundo lanzamiento. Prórroga.

España había conseguido algo impensable unos minutos antes y la inercia positiva con la que afrontaron el tiempo extra les permitió, tras un triple de Marc, coger una ligera ventaja (76-71), pero se esfumó en un abrir y cerrar de ojos. Cada punto se peleaba como si fuese una batalla y se celebraba como una victoria. Mills estaba vez si acertó desde el tiro libre, poniendo dos arriba a los suyos a falta de catorce segundos. De nuevo, tocaba tirar de épica. Una falta de Dellavedova a Marc, mandaba al pívot de Toronto a la línea, a este no le tembló el pulso y mandó el partido, otra vez, a la prórroga.

Era un partido de supervivencia. Bogut castigaba con una canasta, el enésimo rebote ofensivo australiano, pero ahí se acabaron las fuerzas de los boomers. Un parcial de 10-0 de los españoles, con dos triples de Llull, sentenciaron el partido y confirmaron la presencia de una brava España por segunda vez en la final de un Mundial.

El rival de España en la final será la Argentina de un descomunal Luis Scola –28 puntos y 13 rebotes– que se deshizo con claridad de una Francia, que fue la sombra de la que 48 horas antes había derrotado a Estados Unidos. Gobert, que había sido un dolor de muelas para los norteamericanos, pasó totalmente desapercibido. Además, la línea exterior compuesta por tres madridistas –Campazzo, Laprovittola y Deck– a la que sumar al baskonista, Vildoza, fue un auténtico quebradero de cabeza para los galos, que tendrán que conformarse por luchar por el bronce. La albiceleste, por el contrario, buscará en su tercera final, tras las de 1950 y 2002, su segundo cetro mundial.

 

Cuartos de final

Australia, 82–República Checa, 70

España, 90–Polonia, 78

Estados Unidos, 79–Francia, 89

Argentina, 97–Serbia, 87

 

Semifinales

Australia, 88–España, 95

Francia, 66–Argentina, 80

 

Por Víctor Escandón Prada
Periodista deportivo y entrenador superior de baloncesto
Gabinete técnico JGBasket

Foto: FIBA Photo

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