No hubo revancha. Francia se colgó el bronce ante una Lituania a la que la precipitación en los últimos minutos le pasó factura. Un partido con sabor a final, ya que los franceses, con España en el horizonte de cuartos, hubiesen firmado antes del campeonato pelear por una medalla, mientras que en el caso lituano el escollo insalvable en su parte del cuadro era Estados Unidos.
En la reedición de la pasada final del Europeo, los actuales campeones, a los que, no hay que olvidar, les faltaban sus dos mejores jugadores (Noah y Parker), no pagaron en exceso el esfuerzo de su semifinal ante Serbia. Es incomprensible que un Mundial en el que ha habido tantas jornadas de descanso, en la lucha por el tercer puesto, uno de los contendientes tuviese menos de veinticuatro horas para recuperarse.
En un partido eterno por la sucesión de faltas en el último minuto, Batum y Diaw cogieron el timón ofensivo francés, mientras que Heurtel, que tenía la difícil misión de sustituir al base campeón de la NBA, dirigió magistralmente a su equipo. Al contrario de lo que le pasó a Lituania que, en el momento más importante, vagaba sin rumbo por la pista, con Pocius, ejerciendo de base y perdiendo un balón vital al tardar más de ocho segundos en pasar el medio campo. Sólo Valanciunas parecía estar al nivel exigido y casi fue suficiente, pero esta Francia, que funciona como un verdadero equipo, ya ha demostrado que no se rinde. Un metal merecidísimo.
Por su parte, la FEB no ha parado, desde el miércoles, de recibir currículum de candidatos para el banquillo español. Los medios de comunicación se posicionan del lado de sus favoritos y son muchos los nombres que salen a la palestra, pero la decisión final estará en manos de Sáez, el mismo que puso a Orenga y quitó a los anteriores. El culebrón no ha hecho más que comenzar.
Por Víctor Escandón Prada
Periodista deportivo y entrenador superior de baloncesto
Analista Mundial 2014 para JGBasket
Foto: FIBA