Era un secreto a voces. Pau Gasol llevaba desde el verano deshojando la margarita sobre su continuidad en el baloncesto y, al final, tomó la decisión: “me retiro”. Había cumplido el último de sus objetivos, jugar sus quintos Juegos Olímpicos, algo que parecía casi imposible cuando en 2019, las molestias en su pie no le dejaban saltar a las canchas.

Hubo que esperar más de dos años, desde su último partido en la NBA defendiendo la camiseta de los Milwaukee Bucks, para volver a verle en un partido oficial. Lo hacía en el equipo de su vida, el Barça, el que le vio crecer como jugador hasta convertirse en una estrella en ciernes antes de dar el salto a la NBA. Su regreso como azulgrana era una forma de probarse para llegar en las mejores condiciones a Tokio. Y la puesta a punto no pudo ser mejor. Ganó la Liga, pero no pudo conseguir la Euroliga, el título con el que poner la guinda a su gran palmarés.

La decisión de Pau no ha sido fácil, pero sí muy meditada. El pívot de Sant Boi quería retirarse jugando y ser él quien dijese “¡Hasta aquí!” y no una inoportuna lesión. Y eso, lo ha conseguido. Arropado por sus familiares, incluida su hija, que, indirectamente, ha influido y mucho en su elección final; amigos, ex compañeros y algunos de los entrenadores que han marcado su carrera. Más allá de las rivalidades, el mayor de los Gasol ha sido admirado tanto por rivales como por sus aficiones. La presencia de tres iconos madridistas como Rudy o Felipe Reyes, así lo evidencia.

Su trayectoria se puede cuantificar en números, pero más allá de eso, quedará para el recuerdo las grandes noches y, también, madrugadas que ha hecho vivir a todos los aficionados al baloncesto. Si Fernando Martín fue pionero en abrir las puertas de la NBA, Pau logró cotas insospechadas y, por qué no, en aquel momento, inalcanzables para un jugador español. Tardó solo una temporada en demostrar a los americanos, después de ser elegido en el número 3 del draft, todo su potencial –rookie del año con 17,6 puntos y 8,9 rebotes–. Después vendrían sus seis presencias en el All Star y dos anillos de campeón con los Lakers.

En su etapa en Los Ángeles conoció a su “otro hermano”, Kobe Bryant, fallecido en 2020. Muy emocionado, Pau no quiso dejar pasar la oportunidad de recordarle, confesando que “me gustaría verle aquí, porque Kobe me enseñó a ser un ganador”. Y tanto, su conexión guió a los angelinos a tres finales. Un logro que le ha servido para que su camiseta, con el dorsal 16, cuelgue del techo del pabellón junto con otras leyendas de los Lakers como, el ya mencionado, Kobe Bryant, Magic Johnson o Kareem Abdul-Jabbar, entre otros.

Nacido en 1980, dio sus primeros botes al balón en el colegio Llor de Sant Boi antes de pasar por el infantil y el cadete del CB Cornellà. Su altura –1,95 con 15 años–  no pasó desapercibida para el Barça, que lo fichó para su equipo júnior. Era un jugador espigado, bastante coordinado y con un gran manejo de balón, ya que jugaba de base, aunque físicamente aún estaba por hacer.

En el verano de 1999, llegaba el mayor éxito del baloncesto español hasta el momento. Los júniors se proclamaron campeones del mundo en Lisboa y Pau, presente en aquel equipo, ocupa un rol secundario, eclipsado por Raúl López, Juan Carlos Navarro o Germán Gabriel. Nadie podría imaginar entonces todo lo que estaba por llegar. Ese verano supuso un punto de inflexión para él.

Hasta ese momento, acusado un poco de vago, compaginaba sus estudios de medicina con los entrenamientos y muchos eran los que pensaban que, finalmente, si tuviese que decidir, acabase decantándose por su carrera universitaria. Su inteligencia dentro y fuera de la cancha, le hizo entender que si quería ser profesional, el talento no era suficiente y a ello, había que sumar el trabajo y la constancia. Y decidió dar el paso. Realizaba sesiones extra de técnica individual y, aunque no fuese muy aficionado al gimnasio, sabía que era imprescindible para codearse con los mejores.

Su esfuerzo tuvo recompensa y, de la mano de Aíto García Reneses, dio el salto al primer equipo en la temporada 2000-01, aunque ya había debutado el año anterior. Ese año fue el de su explosión, conquistando la Copa del Rey y la Liga, siendo MVP en ambos torneos. Sus actuaciones no pasaron desapercibidas para los ojeadores de la NBA y ahí, empezó su leyenda.

Después vendrían los éxitos individuales, con sus clubes y, por supuesto, con la selección. Esa “familia” que durante dos décadas ha hecho vibrar a todo un país con sus medallas casi torneo tras torneo. Se va el Pau jugador, dejando un legado espectacular, pero queda el más humano, ese que, a pesar de estar con una escayola en el pie, se paraba por la calle las veces que hiciese falta para firmar autógrafos o hacerse una foto con el que se la pidiese. Todo eso ha hecho que Gasol sea una leyenda, la gran leyenda del baloncesto español.

 

Por Víctor Escandón Prada
Periodista deportivo y entrenador superior de baloncesto
Gabinete técnico JGBasket

Foto: NBA Photo

 

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