Después de reflexionar sobre la temporada que ha terminado y analizar los aciertos y errores que hemos cometido como entrenadores, llega el momento de mirar al futuro y empezar a planificar el año que viene. La experiencia es clave a la hora de realizar un primer esbozo de lo que queremos para nuestro equipo, pero eso no, muchas veces, no es suficiente.
En la mayoría de los sitios en los que entrenamos, antes de irnos de vacaciones, ya nos han informado del equipo que llevaremos la temporada que viene y ahora qué hacemos. Lo primero, si llevamos tiempo en el club o colegio, lo más normal es que nos den el equipo nos den, conozcamos a la mayoría de los jugadores. Es importante, aparte de los criterios que haya de juego y las pautas, dictadas por el coordinador, que rijan la planificación colectiva, charlar con el anterior entrenador y ver qué objetivos se han cumplido, cómo han evolucionado los jugadores y cuáles son los mayores déficits que ve al equipo.
En el caso de que repitamos con el mismo equipo que el año anterior, algo que se supone que deberíamos saber cuando empezamos a trabajar con ellos. De esta manera, la planificación sería a dos años, por lo que sería continuar con el trabajo empezado, haciendo una reflexión sobre lo qué hemos hecho y si se ha conseguido realizar lo estipulado. Por último, se puede dar el caso de que lleguemos nuevos a un club y no conozcamos ni a los jugadores ni al equipo.
Independientemente de cualquiera de los casos, hay que saber qué edades entrenamos y tener claro que los jugadores tienen que tener unos conceptos básicos para poder seguir evolucionando y creciendo individualmente para lograrlo, posteriormente, en equipo. Es inconcebible que haya jugadores que lleven cuatro años entrenando dos o tres días por semana y no sepan botar, pasar o tirar.
¿Cuál es, por tanto, el problema? Pues, lógicamente, no todos los jugadores tienen la misma capacidad de aprendizaje y hay que tener más paciencia con unos que con otros, pero no solo eso, muchas veces los entrenadores queremos que nuestro equipo aprenda mucho en un año y no nos damos cuenta de que la calidad es mejor que la cantidad.
Si a algún jugador le cuesta más que a otros aprender algún concepto, hay que corregirle todas las veces que haga falta hasta que lo haga bien y eso no significa que retrasemos a los demás. Por ejemplo, mientras uno trabaja los cambios por delante, el resto pueden avanzar haciendo cambios por la espalda. Lo que no tendría sentido es que un jugador que no sabe botar con la izquierda para no demorar la planificación, le ponemos a hacer cambios por la espalda o entre las piernas.
Cuando nos pongamos en verano a ver qué queremos hacer con nuestro futuro equipo, tenemos que conocerlo un poco y tener en cuenta una serie de pautas esenciales como la edad, la condición física, los años que llevan jugando, los conocimientos que tienen, a qué quiere el club que juguemos… A partir de aquí, ya tenemos una buena base para empezar a elaborar nuestra planificación.
Por Víctor Escandón Prada
Periodista deportivo y entrenador superior de baloncesto
Gabinete comunicación JGBasket