Son muchas las similitudes que podemos encontrar entre la labor de un entrenador y la de un profesor. Cuando hace años empezaba a dar charlas a entrenadores siendo ya entonces profesor de secundaria, me gustaba transmitir al entrenador que su labor era más fácil, pues era de esperar “si lo hacía bien” que cuando entrara por la puerta de la cancha el niño se alegrará de verle y estuviera esperando con impaciencia, mientras que al profesor lo normal que le ocurriera es que el chaval no quisiera verle y se impacientara con su llegada…

Hoy, muchos años después, mi visión ha cambiado. Te dediques a lo que te dediques, la clave está en cómo lo haces más que en lo que haces. Y si tu trabajo tiene que ver con personas, el tema está en inspirar a esas personas y más si son jóvenes. A un entrenador o profesor le pasa lo mismo, la cuestión es similar.

Es motivante luchar contra tendencia y marcar pauta. Salirse del guion que marcan otros y marcar el tuyo propio.

Para motivar lo primero que hay que estar es motivado…y que una formación adecuada sustente tu motivación. Tener herramientas solidas a las que recurrir facilitará tu tarea. El aprendizaje continuo será tu aliado. Y aprender es más que saber.

Por qué no seducir a los jóvenes para que quieran aprender y crecer, para que quieran sacar provecho al tiempo que invierten, ya sea entrenando o acudiendo a un aula. Son muchas las horas que pasan con nosotros, que están a nuestro cargo. ¿Qué rendimiento queremos sacar a esas horas? Tanto en el baloncesto como en la escuela, el primer examen que deben aprobar es el “examen de la vida” y es por ello que les tenemos que formar para que eso ocurra. Pero insisto, para enseñar primero tenemos que haber aprendido. Para transmitir cosas de calidad
tenemos que haber primero invertido tiempo en nosotros, en aprender eso que marcará diferencia.

Por ello hay que dar tiempo a las cosas. La edad temprana es un gran enemigo de la experiencia, es obvio. Pero con frecuencia vemos que el joven maestro cree saberlo todo, cree estar en posesión de la verdad única. Nos puede pasar a todos, pero solo solemos darnos cuenta cuando nos alejamos de la juventud. La experiencia nos da la madurez que nos permite ver cosas que antes no veíamos, como es nuestra propia ignorancia pasada. “El maestro necesita tiempo”, necesita “cocinarse” a fuego lento, no hay otra forma.

Cuando empiezas a ser experto te das cuenta de las carencias de antes. Te sorprendes de debates ingenuos del pasado que se siguen dando por lógica en el presente entre aprendices.
Te avergüenzas seguramente de muchas cosas, pero aunque el pasado no tiene arreglo, el futuro es un lienzo en blanco y eso es más que suficiente para seguir remando.

Cuando empiezas es bueno usar modelos de referencia, personas que ya han recorrido caminos que tú ahora quieres empezar a andar. Acelerar tu proceso y evitan errores que si no escuchas vas a cometer, seguro. Ellos ya lo hicieron. Aprender de ellos es subirse a los hombros de un gigante.

Si quieres aportar a tus alumnos haz cosas como estas:

  • “Pásalos la bola y deja que la jueguen”. Es un símil deportivo de dar responsabilidad y aceptar el error. A todos nos gusta que nos den protagonismo. A todos nos gusta sentirnos que se nos da opciones de decidir y que se nos respeta la decisión. Pero esto debe ir unido a la asunción del error como parte del juego, sin recriminaciones ni
    pasando facturas innecesarias que lastran el crecimiento. Cuantas veces “pasamos la bola” y nada más hacerlo ya la estamos pidiendo y si nos nos la devuelven nos quedamos atónitos viendo como otro se la juega, como si solo nosotros tuviéramos ese derecho a ello. La experiencia se obtiene obrando, actuando, equivocándose y
    asumiendo las consecuencias de los actos.
  • Cree en los alumnos, para que ellos puedan creer en sí mismos. Todos tenemos miedos e inseguridades. A unos se nos nota, otros lo disimulan más. Cuando alguien a nuestro alrededor nos da valor ocurren cosas mágicas. La confianza que nos regalan otros nos acerca a nuestra propia seguridad y cuando aparece la seguridad aparecerá
    la vulnerabilidad que te hace no dudar en levantar la mano para decir “no lo sé” y que no pase nada…o pase mucho.
  • Transmite ilusión, la ilusión es contagiosa. Influimos en los que nos rodean con nuestras actitudes y emociones. ¿Qué tipo de influjo queremos regalar? ¿Queremos sumar o restar? ¿Queremos vivir en abundancia o escasez
  • Transmite que el proyecto que tienes con ellos es grande. “No ha proyecto pequeño si tú lo haces grande”. Las cosas tienen el valor que tú las quieras dar. Cuando hay propósito, cuando hay foco, cuando hay destino…hay camino.
  • Sorpréndelos para que no sepan lo que hoy les espera, pero que sospechen que será algo especial, porque ayer lo fue y mañana también lo será. A todos nos gusta que nos sorprendan. La vida con estímulos y un poco (o mucho) azúcar es más dulce.
  • Exige, pero dalos. Aprieta, pero suelta. Pero para ello tienes que ser el primero en exigirse, en hacer tu trabajo. Cuando dices pero antes haces es más fácil que otros escuchen tus palabras.
  • Demuéstrales confianza, no des por hecho que te mienten y engañan, da por hecho lo contrario y que solo ellos lo pierdan con sus actos. ¿Por qué cuando cuidamos un examen parece muchas veces que estamos rodeado de delincuentes potenciales? O en el mundo del deporte, ¿por qué cuando falta un jugador a entrenar me está mintiendo en el motivo? Déjales que prueben la hermosura de la confianza. Pero hazles ver que hay cosas que se tienen de mucho valor que si no se cuidan se pierden.
  • Transmite que para que existan los viernes por la tarde tienen que existir los lunes por la mañana y que todo es importante. Y que entre medias hay muchos momentos para aprender, disfrutar, compartir y practicar la atención plena, vivir el presente, sentir la vida. Una vida esperando que llegue el fin de semana es una vida desperdiciada. Una vida mirando solo al futuro o recordando el pasa es una vida a medias. Demos motivos
    a los que nos rodean para sacar jugo a ese momento que están viviendo con nosotros.
  • Da, da y vuelve a dar. La vida te devuelve, pues se necesita equilibrio. Pero no des para recibir, eso es distinto. Das porque qué otra cosa ibas a hacer…El equilibrio lo encontrarás al final de tu vida de maestro de muchos y aprendiz de todos.
  • Cuando alguien se lo merezca menos estate atento de darle más. Cuando todo va bien
    es fácil unirse a la causa. Los galones se ganan en batallas difíciles. Ese joven que no quiere a lo mejor sí quiere, pero no sabe como. Tal vez simplemente esté esperando tu hombro en el que apoyarse.
  • No busques tener razón, busca el para y las razones aparecerán. Siempre que hay un ganador hay perdedores. ¿Por qué luchar si podemos todos ir de la mano?
  • Abandona el ego. Eso te permitirá discernir más fácil si lo que hacer lo haces por ellos o por tí.

Esto son solo algunas píldoras, pero pienso que son aplicables tanto en el aula como en la pista. Si las aplica el maestro, considero que será más fácil que cuando abramos la puerta de clase veamos caras que sonríen, que esperaban nuestra llegada. No es fácil, pero las cosas que merecen la pena nunca fueron fáciles. Las altas cimas solo las ascendieron los valientes.

Los economistas, al igual que los psicólogos, saben muy bien que las personas funcionamos por incentivos y un gran incentivo es dar respuesta a nuestras necesidades. Esta herramienta es fundamental para un maestro y para un entrenador, si la saben usar. Deben fijarse en las necesidades que quieren cubrir las personas que tienen delante, pero también pueden mostrar a estas personas el camino hacia necesidades de las que no son conscientes. Por ejemplo, a todos nos gusta aprender, pero ¿somos conscientes siempre de ello?

“Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante”. Jaime Gil de Biedma

Por Juan José Hernández Liras
Profesor de Economía
Entrenador Superior de Baloncesto
Experto universitario en entrenamiento deportivo

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