Si tuviera que definir a Sergi Llull con una sola palabra elegiría MADRIDISTA. Y mira que es difícil resumir a esta persona, a este profesional del baloncesto con una única palabra. Porque Llull es puro sentimiento, sus emociones van por delante de su enorme talento, de su extraordinaria capacidad física, de su depurada técnica y de su propio baloncesto. Y es MADRIDISTA.
No quiero centrarme en el extenso palmarés o récords que ostenta en las ya 18 temporadas que lleva jugando en el Real Madrid (el que más en toda la historia del club, junto con Rafael Rullán) si no en lo que me ha marcado de él como aficionado blanco en todo este tiempo.
10 de mayo de 2007. Un jovencísimo de 19 años, Sergi Llull, cumplía su sueño de firmar un contrato profesional con el Real Madrid, casi a las puertas de los play-off de la liga de la temporada 2007-08. Justo una semana después, el 17 de mayo, debutaba oficialmente con la camiseta blanca en el primer partido del cruce de play-off de
cuartos de final frente al Pamesa Valencia. En apenas dos minutos no consiguió lanzar a canasta, pero si le dio tiempo para dar su primera asistencia, ni más ni menos que a otro mago blanco, Louis Bullock. Victoria por 84-81.
Desde ese mismo día supe que se trataba de un jugador especial, de un fichaje ilusionante, de alguien que podía marcar una época en el Real Madrid. Su desparpajo, su velocidad y, sobre todo, sus ganas por aprender y por hacerlo bien me ganaron desde el principio. He leído en La Galerna a Melchor Miralles contar en una entrevista
de Andrés Torres lo que le dijo Joan Plaza, entrenador por entonces del Real Madrid: “Melchor, quiero a este tío. Esta temporada va a jugar los minutos de la basura, pero la que viene lo va a reventar. Te lo garantizo. Lo necesitamos y lo quiero ya para que se empape del Real Madrid, que vea todos los días a Felipe, el capitano, y que esté aquí con el equipo”. Y Sergi diciéndole a Melchor Miralles: “Buah, me voy a dejar aquí la
vida, la vida”. Y tanto.
El Real Madrid conquistaría esa Liga asaltando el Palau en el tercer partido de la serie final. Su trigésima, con la presencia aún testimonial de Llull que, sonriente y como mandan los cánones portaba la copa de campeón a su llegada con el equipo a Madrid. Para más adelante quedarían el corte de redes y los selfis. En ese mismo año 2007
pero ya formando parte de la siguiente temporada, el 11 de octubre, los Toronto Raptors de José Manuel Calderón y Jorge Garbajosa visitaban el Palacio de los Deportes. Probablemente ese fue uno de los primeros grandes partidos de Llull, que aportó 17 puntos en la primera victoria del Real Madrid frente a un equipo de la NBA
(104-103)
Con Joan Plaza y Ettore Messina se fue forjando el Llull que finalmente explotaría con Pablo Laso. Como él mismo señala en cada entrevista aprendió de Raúl López, Kerem Tunceri, Pepe Sánchez y Pablo Prigioni… Y con el “Chacho” se compenetró a la perfección. Buena muestra es la final de Copa de 2014 en Málaga. Restan 8:8
segundos. Oleson es objeto de falta por parte de Bourousis cuando entra a canasta y anota un 2+1 que coloca al Barcelona un punto arriba en el marcador. El “Chacho” recibe tras saque de línea de fondo y al haberse agotado los tiempos muertos le toca improvisar. Sube el balón muy bien defendido, pero es capaz de atraerse a la defensa
azulgrana, se levanta y, desde el aire, gira sus ojos para ver, con esa visión periférica que solo él tiene, a Sergi Llull que espera en la esquina derecha del ataque blanco, un pelín delante de la línea triple. Sergi recibe el balón, se eleva en suspensión… ¡Y anota!.
Yo escucho “tri…tri…tri…tri…tri…tri…tri…tri…tri…tri…tripleeeeeeeeee de Llulllllllll” en la voz emocionada de mi admirado Carlos Sánchez Blas, al que voy escuchando en la radio de mi coche. No fue triple, pero si una canasta de dos histórica que le dio al Real Madrid una Copa imposible.
Dos años antes, en 2012, un excelso Llull era la pieza fundamental de un Real Madrid que reconquistaba la Copa del Rey tras 19 años de sequía. Sería el primer título de los 22 que acabaría conquistando Pablo Laso. Llull anotó 23 puntos y fue nombrado MVP.
Victoria rotunda frente al Barcelona por 91-74, ni más ni menos que en el Palau Sant Jordi.
También pondría su granito de arena para conseguir la temporada perfecta (2014-15), en la que el Real Madrid logró los cinco títulos disputados, siendo además MVP tanto en la Supercopa como en el play-off final de la Liga. Tan bien lo hizo que, una vez más, la dichosa NBA le tanteó. Los Houston Rockets no paraban de espiar y ofrecerle contratos cada vez más atractivos, sin embargo, Llull prefirió firmar un contrato de renovación con el Real Madrid hasta el verano de 2021 y comentaba: “Es un día muy feliz por renovar con el club que amo. Hay muchos niños que sueñan con jugar en la NBA, el mío era jugar en el Real Madrid y quiero seguir cumpliendo ese sueño”. La verdad es que no necesitaba nada más, pero con esa decisión y esas declaraciones acabó por ganarse de por vida a toda la afición madridista. 28 de febrero de 2016. Partido de la liga regular de la ACB en la Fonteta de Valencia.
Diop anota una “bomba” que coloca el marcador en 94-92 para su equipo a falta de 1:3 segundos, ante la algarabía de todo el pabellón. Felipe Reyes saca rápidamente de fondo a un Llull que recibe pegado a la banda izquierda de su campo, toma impulso y lanza una de sus “mandarinas” que se aloja en el aro del Valencia Basket para que el Real Madrid se lleve la victoria por 94-95. Años después esta canasta sería elegida
como la mejor de la década por la ACB.
En 2016 fueron los Thunder el equipo NBA que visitó Madrid. Y fue como si Llull quisiera demostrarles lo que valía. Y lo hizo en un final apoteósico, de esos que suele protagonizar. El Real Madrid, que llegó a ir perdiendo hasta por 22 puntos, supo reaccionar para ponerse a tan solo 5 a falta de 5 segundos. Entonces, Nocioni fue
objeto de falta al intentar un lanzamiento triple. El “Chapu” anotó los dos primeros tiros libres y tiró a fallar el tercero. El rebote lo capturó Hunter, que encontró a Llull para que el de Mahón, que jugó uno de los mejores partidos de su carrera, anotara un triple que forzaba la prórroga. El Real Madrid acabaría venciendo por 142 a 137, con 22 puntos de Sergi.
También Llull ha sido protagonista de la aparición un nuevo cántico antimadridista, la cantinela del Era campo atrás. Fue en la Copa de 2017 celebrada en Vitoria. La escena fue la siguiente. Partido de cuartos de final. Morabanc Andorra vencía por 83-86 y el Real Madrid disponía de la última posesión del partido, con 14 segundos por jugar. Llull sube el balón preparando el último ataque. Está defendido por Schreiner. Va realizando cambios de dirección, buscando un bloqueo de Randolph y en uno de ellos pisa con su pie izquierdo la línea central del campo. Yo, en directo, sinceramente no aprecié nada, como Hierrezuelo, uno de los tres colegiados que se encontraba a escasos tres o cuatro metros de la jugada, con buena visión, y como creo que la mayoría del resto del pabellón. Pero si se visualiza la jugada repetida por televisión se aprecia claramente que, en efecto, Llull pisa la línea. Pero entonces no existía el Instant Replay La jugada finalizaría con un “triplazo” de Randolph que forzaba una prórroga que finalmente se llevaría el Real Madrid por 99-91. En semifinales Llull sería de nuevo protagonista. Pero esta vez deportivamente, al forzar otra prórroga ante el anfitrión Baskonia, con dos canastas de dos y un triple que igualaban una contienda en la que el Real Madrid perdía de 8 a tres minutos para el final. De nuevo victoria por 103-99. En la final, Randolph primero, Ayón después y, como no, Sergi Llull al final, con
dos triples de los suyos y una bandeja tras robo, fueron los mejores blancos en la victoria por 97-95. Nuevo título y nuevo el galardón de MVP para Llull.
Y la siguiente temporada, la 2017-18, nunca se le olvidará a Llull. El 9 de agosto, en un partido amistoso que enfrentaba a España contra Bélgica, en Tenerife, Llull caía lesionado en una jugada tonta e intranscendente. Intentando realizar una penetración a canasta, su rodilla derecha se le fue al apoyarla. Recuerdo escuchar por mi televisor los gritos de dolor de Sergi, que nos aterraron a todos. Efectivamente se confirmaron los peores pronósticos: rotura del ligamento cruzado anterior. Una gravísima lesión que le iba a tener fuera de las canchas casi toda la temporada. Un Llull que no dejó de trabajar y esforzarse para llevar a cabo una perfecta
recuperación de su rodilla. Recuerdo verle por Valdebebas, cuando ya podía salir del gimnasio, haciendo series como un loco junto a Juan Trapero por los exteriores del pabellón. Luego, en la pista anexa a la que trabajaban sus compañeros, realizando preparación física, primero sin balón y después ya con balón con el propio Trapero. Le recuerdo siempre sudando la gota gorda, dándolo todo, como siempre, sin quejarse, sufriendo por volver a ser él. Después llegarían las sesiones de tiro, bote y desplazamientos y, más tarde, los uno contra uno con Melwin Pantzer y Paco Redondo y, por fin, la integración con el grupo. Un trabajo serio, duro, bien planificado y mejor
ejecutado.
Tanto es así que el 25 de abril el Wizink Center se preparó para vivir una jornada histórica e inolvidable. El Real Madrid se enfrentaba al Panathinaikos en el tercer partido del cruce de play-off de la Euroleague, con 1-1 en la eliminatoria. Era el día señalado para la vuelta del “increíble” Llull. En cada asiento, una esponja gigante con la
mano de Llull. El Palacio sabía que iba a vivir una tarde especial y por eso se llenó, con una afición entregada al “23”. No se merecía menos. La primera emoción de la noche coincidió con la salida de los jugadores a la pista anunciada, como solo sabe hacer él, por Pedro Bonofiglio. Con el Wizink Center ya casi lleno llegó la hora de las presentaciones. Un emotivo video de Llull visionado por los videomarcadores da paso a la voz de Pedro: “¿Estamos todos?… Amigas y amigos… El Reaaaaaal Maaaaaadriiiiiiiiid!”. Y mientras suena El ojo del tigre de Survivor y se lanza fuego por algunos tubos, Pedro va presentando a todos los jugadores hasta que llega el último:
“con el 23… está con nosotros… ¡Sergi Lluuuuuullll, Lluuuuuullll, Lluuuuuullll!” coreado por todo el Palacio.
Partido muy duro y competido. Cuando restaban 2:45 para el final del primer cuarto, con 13-17 para los griegos, se produjo lo que todos estábamos esperando. Laso llama a Llull, que salta a la cancha, por fin, bajo un cántico coral de todo el Palacio: “¡Llull, Llull, Llull!” No tuvo suerte…, de momento. El partido fue un continuo vaivén de emociones y de alternativas en el marcador, pero lo mejor estaba destinado para el final. A unos cinco minutos para la conclusión, Llull, que lo había intentado hasta entonces sin éxito, logra su primera canasta en una entrada de las suyas por la derecha (64-61). El partido sigue muy igualado (64-63) y entonces surge la magia. El “increíble” anota un triple de los suyos y, casi consecutivamente, otro aún más complicado, mientras regresa a su
canasta con ese gesto de rabia y éxtasis tan característico suyo. Ni en el mejor de los guiones se podía haber escrito un momento como aquel. 70-63. Pero tanto Calathes como James querían sobrescribir otro guion e igualaron el encuentro. Menos mal que con los blancos jugaba otro mago que suele aparecer cuando más falta hace. Jaycee Carroll anotó un triple más adicional, que proporcionó la victoria al Real Madrid por 81-74. Una noche inolvidable.
Dos días después el Real Madrid remató la faena y se clasificó para la Final Four de Belgrado, donde se alzaría con su décima Copa de Europa. Felipe Reyes tuvo el bonito gesto de llamar a Sergi Llull para que, entre ambos, alzaran el trofeo al cielo que se imaginaba más allá del techo del pabellón. Una Copa que el equipo pudo ofrecer a
todo el madridismo en el Estadio Santiago Bernabéu, en prefecta comunión con el equipo de fútbol, que también había conquistado la decimotercera Copa de Europa, al derrotar en Kiev al Liverpool. Seguro que el madridista Llull disfrutó de lo lindo, como yo desde la grada.
En la siguiente temporada, 2018-19, la Final Four se celebró en Vitoria. En la primera semifinal el Real Madrid se enfrentó al CSKA. Partido igualadísimo que los blancos perdieron muy al final por 90-95 en unos últimos minutos mal gestionados y peor jugados, con un Llull al que no le salieron las cosas. Al día siguiente puede apreciar, en la atención a los medios de los jugadores del Real Madrid en su entrenamiento previo al partido de consolación, sus caras de decepción, el abatimiento en sus estados de ánimo, su tristeza reflejada en su manera de hablarnos. No se me olvida el silencio, solo roto por los botes de algunos balones, que reflejaba una enorme tristeza. Y la sinceridad de un abatido Llull.
Pero el baloncesto rápidamente te ofrece nuevas oportunidades. Segundo partido del play-off final de la Liga de esa misma temporada en el WiZink Center (con 1-0 del Real Madrid frente al Barcelona) Tras un partido dominado por los azulgranas, se llega con ventaja azulgrana de 5 puntos a 23 segundos del final (72-77) El Barcelona agota los 5 segundos reglamentarios para sacar de banda y la posesión pasa a los blancos. Rudy busca rápido a Llull, quien es objeto de falta por parte de Oriola. Convierte los dos tiros libres (74-77) y se produce una falta rápida sobre Heurtel, al que no le tiembla la mano desde la línea de personal (74-79 a 21 segundos). Se necesita un ataque rápido. Así lo entiende Randolph, que se levanta de tres y encesta (77-79 a 16 segundos) El Real Madrid solo deja consumir un segundo para realizar falta sobre Claver, que va a la línea de tiros libres. Falla el primer tiro libre y anota el segundo (77-80 a 15 segundos) La prórroga se encontraba a tiro de tres. Llull coge el balón, atraviesa todo el campo y es objeto de falta, casi en el momento en que se iba a levantar para intentar un triple.
Dispone de dos tiros libres a 9 segundos del final. Hay que anotar, seguro, el primero. Lo convierte Llull, tras tocar el balón el aro, el tablero y entrar (78-80). ¿Qué hace con el segundo, lo tira a fallar para intentar capturar el rebote o lo anota y se intenta recuperar el balón en esos 9 segundos? Estoy prácticamente seguro de que lo intentó convertir, porque el balón realizó la misma secuencia que en el anterior tiro libre, pero
esta vez salió despedido. No lo capturan ni Thompkins, ni Deck, ni Smits, ni Singleton, aunque éste lo llega a palmear. Pero mira por donde, el más listo de la clase, que estaba situado tras la línea de triple, corre por la línea de fondo para capturar el balón.
Es Rudy, perseguido por Pangos. Bota para salir de la zona y hace un cambio mano a mano con Llull, que se levanta desde la esquina como para lanzar un triple, pero nos deja a todos atónitos. Porque no sé aún cómo, pero ve a Carroll situado en la línea de triple, a 45 grados más o menos del lado contrario del ataque blanco y le pasa el balón desde el aire. Jaycee ve venir hacia él a Claver, pero lo evita con una finta para dejarle pasar, se levanta y, con esa técnica perfecta marca de la casa, anota un triple. 81-80. El intento desesperado de Hanga llega a tocar aro, pero no entra. Y se desata la locura.
Llull transformado. Carroll, sin soltar el balón, arrollado por sus compañeros. Randolph riéndose. Saltos, más saltos, carreras… Creo que todos éramos conscientes en la grada que aquél triple (tras la mágica asistencia de Llull) suponía una Liga, aunque quedara aún un partido más por ganar.
La mañana siguiente acudí a Valdebebas. Podéis imaginaros las caras de cansancio y de felicidad de todos los jugadores, de todo el staff, de todos los empleados. Realizaron un entrenamiento de recuperación y un exultante Edy Tavares atendió a los pocos medios que nos encontrábamos allí: “la mayoría de nosotros no ha podido dormir. Yo lo hice como a las cuatro de la mañana, por la adrenalina que recorría mi cuerpo…Todavía no me creo que Jaycce metiera ese tiro… Se siente algo especial. Si persigues una cosa siempre lo puedes conseguir”. En el segundo partido del Palau el Real Madrid conquistaría esa Liga.
Tras un par de temporadas un tanto atípicas para todos, con la pandemia del COVID de por medio, y más aún para Llull, con múltiples problemas musculares y su rodilla que le volvía a dar guerra, se llega a la Supercopa de 2021. En un escenario de infausto recuerdo para él, pues fue en Tenerife donde cayó lesionado de gravedad, Llull retoma la sensación del éxito. En la final disputada frente al Barcelona el Real Madrid muestra su ADN ganador para remontar hasta 19 puntos y acabar venciendo 88-83 con un claro protagonista: Sergi Llull. El “23” se echa al equipo encima y juega como el Llull de siempre. Anota 24 puntos y es nombrado MVP. Y tiene el honor de recibir el trofeo como capitán tras la marcha de Felipe Reyes. Recuerdo que se me saltaban unas lágrimas frente al televisor viendo cómo Llull se derrumbaba llorando en una esquina del pabellón al no poder contener tantas emociones juntas. Los abrazos con Rudy, con Laso y con el resto del equipo eran los abrazos que le queríamos dar en ese momento todos los madridistas.
21 de mayo de 2023. Zalgirio Arena de Kaunas. Final de la Euroleague 2023. Esta vez la viví desde la grada junto a los aproximadamente 300 aficionados desplazados desde Madrid. Y de nuevo el Real Madrid sacando ese ADN blanco que solo los madridistas podemos entender, remontando 6 puntos en poco más de dos minutos. Chus Mateo elige una defensa zonal 2-3 perfectamente ejecutada por Tavares, Hezonja, Causeur, “Chacho” y Llull, que se les atraganta a los griegos del Olympiakos. Y en ataque minutos estelares del “Chacho”, que anota un triple y una penetración a canasta, para ser objeto de falta personal restando tan solo 12:7 segundos. Tiempo muerto de Chus Mateo, que le pregunta a Llull: “Sergi, ¿la quieres tú?” Un Llull que no había anotado un solo punto en el partido… Desde la grada expectación máxima. Causeur pone el balón en juego desde la banda derecha del ataque blanco, justo enfrente de donde nos encontrábamos el grueso de la afición madridista. Recibe Llull, se desplaza hacia el centro del ataque, vuelve para utilizar el bloqueo de Tavares y desde justo la esquina izquierda de la zona griega se eleva con esa característica suspensión suya y lanza un tiro con la mano del larguísimo Fall delante de él. El balón se eleva al cielo y cae con una nieve que creo soplamos toda la afición blanca desde lo alto del pabellón para que cayera dentro del aro del Olympiakos. En los tres segundos que faltaban Sloukas intentó un lanzamiento a la desesperada que rebotó en el aro madridista. Victoria por 79-78. Alegría desbordada en la pista y en la grada. “Es la canasta de mi vida, de mi carrera. Esta le pasa por la derecha a la de Málaga (final de Copa de 2014). Aquella fue más cerca del final, pero esta es para ganar una Euroliga, algo increíble”. El que es increíble es Llull, que tuvo el maravilloso gesto de capitán de acercarse a la zona de aficionados madridistas para ofrecernos la copa.
Llull me ha demostrado que no solo tiene un talento innato para el baloncesto, que sabe leer cada jugada, que penetra a canasta con una visión y una fuerza solo propias de él, que tiene un tiro en suspensión difícil de superar y que, como todo genio, es genuino por haber implantado las “mandarinas”. Pero es que además es un ejemplo
para todos. De lucha, de sacrificio, de trabajo, de darlo todo por el equipo. Un perfecto capitán. Y un MADRIDISTA. El pasado 11 de enero el WiZink Center le rendía un cariñoso y sentido homenaje por haberse convertido en el jugador qué más partidos ha disputado con la camiseta blanca (1.047) Todavía me duelen las manos de aplaudirle, pero tengo que cuidármelas porque estoy seguro de que aún tendré muchísimas más ocasiones para repetirlo.
Texto y fotos. Juan Carlos García
Juan Carlos García.
Colaborador JGBasket