Sergio Scariolo está hecho de otra pasta. Lejos de las canchas, cuando cambia el chándal por la americana, su discurso sereno sigue resultando igual de convincente para sus interlocutores. Tocaba hablar de sus experiencias y bajo el título “Las enseñanzas del deporte en equipo” repasó lo que le ha aportado a su vida cotidiana y su trayectoria como entrenador, de la que tiene claro que “el aprendizaje ha de seguir diariamente porque cuando dejas de aprender y de molestarte por hacerlo empieza tu cuesta abajo”.
En cuanto al entrenador ideal, el seleccionador español reconoce que no hay muchos secretos. Hay gente que piensa que con ser un buen gestor de grupos basta, pero “para mí es tan importante tener un alto nivel de conocimientos como la gestión de los jugadores”. Y va más allá al afirmar que “no me sentiría cómodo si llegase a los partidos sin saber que hacen los rivales”. Lo que tiene claro es que saberlo todo no implica “sobrecargar a los jugadores con información porque no es bueno para ellos. Hay que transmitirles sólo lo imprescindible”.
La preparación del partido se encuentra entre sus obsesiones. Hay que llegar “bien preparado, con el rival estudiado y con diferentes opciones”. Para ello, si puede contar con la participación de sus jugadores, mejor, porque así ellos también se implican. Eso sí, el preparar a conciencia cada partido no te asegura el éxito, ya que los rivales “también se preparan y pueden hacer cosas nuevas que no hayamos estudiado. Por eso, es bueno tener varios planes alternativos”.
“Credibilidad, lealtad y responsabilidad”. Sus claves para guiar al grupo por el buen camino. Scariolo es consciente de que en la selección española ha tenido que ganarse la credibilidad de los jugadores, simplemente por el hecho de que “algunos han sido entrenados por los mejores entrenadores de la historia y yo tengo que estar a la altura de sus experiencias y exigencias”. Lo que le ha llevado a planteárselo como “un desafío fuerte y una motivación tremenda”.
En cuanto a la lealtad hacia los jugadores, “pueden confiar en que lo que me digan en una conversación privada no saldrá de allí sin su permiso”. Hay que tener “una relación sana y de confianza”. El técnico italiano es un hombre de palabra, “si la doy, va a misa”, aunque, a veces, le haya creado más de un rompedero de cabeza y haya tenido que recular por el bien del equipo.
Sin ir más lejos, en su primer año como seleccionador español en 2009, “quería que Navarro, Rudy, Pau y Marc jugasen juntos de titulares”. Era una decisión arriesgada que conllevaba algún que otro retoque en el posicionamiento ofensivo y defensivo. El infortunio hizo que Pau se rompiese un dedo en los primeros entrenamientos y no volviese con el grupo hasta el primer choque del Europeo. Scariolo siguió con su plan y la primera fase fue un desastre, clasificándose casi de milagro. Era el momento de rectificar, “aunque había dado mi palabra tuve que cambiar el planteamiento porque mi labor era ayudarles a ser campeones”. Habló con Marc para decirle que su rol volvería a ser el de suplente de su hermano y, aunque lo aceptó, “le costó porque es mucho más emocional que racional”. De ahí que ahora se entienda algo más la rajada, tras la derrota en ese campeonato ante Turquía, del mediano de los Gasol, cuando, refiriéndose a Llull en la última jugada afirmó que “Pasan estas cosas cuando teniendo a Pau en el campo, se la juega el chico que acaba de llegar”. Al final, la sangre no llegó al río y España pudo sumar su primer campeonato de Europa.
El seleccionador español, que ha guiado al combinado nacional a conseguir tres Europeos y una medalla de plata en los Juegos de Londres, no duda al afirmar que “no se puede confundir respetar a los jugadores con no decirles el mensaje con claridad, aunque sea para corregirles”. Eso sí, aconseja que la corrección “sea focalizada en un error o un aspecto concreto y no generalizada, porque puede crear conflictos innecesarios”. Los jugadores han de sentirse libres para decir lo que piensan en cada momento y para conseguirlo “hay que crear un clima de confianza en el que para poder hablar, lo primero que hay que hacer es saber escuchar”.
La responsabilidad hacia uno mismo y hacia los demás resulta fundamental en la convivencia en grupo. Lo que uno hace, el lenguaje no verbal, al final, “es lo que más impacta al resto”. Si se cuenta con jugadores que ellos mismos son ejemplos para el resto, eso “facilita mucho la labor del entrenador”. Por ejemplo, Pau Gasol “es tremendo a la hora de enfatizar en la preparación y en la recuperación”. Si los compañeros ven que “con el talento que tiene llega media hora antes para calentar y después de acabar el entrenamiento se queda una hora con el fisio, poco tengo que decirles”, reconoce. Por otro lado, Llull es otro ejemplo de esfuerzo y compromiso, “casi te olvidas de que está porque no crea ni un problema y entrena como un cabrón siempre, aunque esté lesionado”.
Scariolo tendrá que poner en práctica todas estas vivencias si quiere que España vuelva a colgarse una nueva medalla, el próximo verano, en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.
Por Víctor Escandón Prada
Periodista deportivo y entrenador superior de baloncesto
Gabinete comunicación JGBasket