Ego, dinero, fama, poder…El mundo profesional, y más concretamente el entorno que lo rodea, seduce permanentemente con falsas esperanzas a los jugadores, por desgracia cada vez ocurre con mayor antelación, no es de extrañar casos en la etapa de High School en la que los jugadores tienen un poder ilimitado, poder que emplean para imponer sus intereses por encima de cualquier tipo de orden previamente establecido, desacreditando la autoridad de sus propios entrenadores.

A lo largo de la historia ha ocurrido, ocurre, y ocurrirá, es algo natural, lo que no termina de ser muy normal es esa tendencia a que todos los jugadores adopten esa mentalidad, independientemente de sus condiciones, su talento, o potencial. Todo el mundo quiere alcanzar ese plano en el que aparecen el dinero, la fama, o el poder, y para ello casi todo es válido. Y no debería ser así, echando una mirada al pasado nos encontramos con jugadores de perfil «bajo», que han conseguido su hueco en la historia de este deporte gracias a su infatigable ética de trabajo.

¿Para ayudar a mi equipo debo meter 30 puntos todas las noches?, ¿Para alcanzar dicha cifra debo realizar los tiros que sean necesarios?, ¿Para conseguir esa cantidad de puntos debo «reservarme» en otras facetas del juego?. Podríamos seguir con mil preguntas retóricas más pero el kit de la cuestión es hacer hincapié en la importancia que tienen en los equipos esa clase de jugadores que generalmente no aparecen en el foco principal de la acción, esos jugadores que conocen a la perfección su rol, y se adaptan a él por el bien del equipo. Jugadores que conociendo sus limitaciones no generan conflictos dentro del vestuario, aceptando limitaciones de minutos, de tiros, etc…Una de las figuras más representativas de esta clase de jugador es la de Steve Kerr, un base que asociamos a una de las mejores dinastías de la NBA, la de los Chicago Bulls de Michael Jordan.

Con una base académica forjada en las mejores instituciones del Líbano, su lugar de nacimiento, y Egipto, su infancia y adolescencia le permite adquirir una amplia base cultural. Hasta que su padre, el prestigioso profesor Malcolm Kerr, no es trasladado a la Universidad de UCLA, no se asienta en Estados Unidos, y es ahí donde empieza a tener un contacto más directo con el baloncesto. Gracias a su brillante expediente académico es reclutado por la Universidad de Arizona, no era un gran atleta, su físico distaba mucho de los grandes bases de la NCAA, no era alto, no tenía una gran capacidad de salto, y no era el más veloz del país. Sin embargo, inteligencia, y trabajo le convirtieron en básico en los esquemas de su entrenador, Lute Olson. En 1984 conoció la noticia del asesinato de su padre por parte de un miembro de la Yihad Islámica de Hezbolá en Beirut, un duro golpe que fue capaz de superar con una gran madurez. Los años transcurrían y su magnífica muñeca le aupaba a las portadas de los medios nacionales, en 1986 obtuvo la medalla de Oro en el Campeonato del Mundo celebrado en España.

La fama, la tentación de saltar a la NBA, y el dinero estaban tan cerca que muchos jugadores hubiesen sido incapaces de resistirlo, y cometiendo el error de sus vidas al precipitar esa importante decisión. El dinero nunca fue una preocupación para Kerr, de familia acomodada, su mayor preocupación era la de completar su etapa formativa en la NCAA. Al año siguiente, tuvo la desgracia de sufrir una lesión en la rodilla que le apartaría toda la temporada de las canchas. En su último año en Arizona, junto a Sean Elliott, alcanzaron la final four, y aunque no obtuvieron el campeonato, puso un broche de aro a una brillante carrera universitaria, siendo además el jugador con mejor % en lanzamiento de 3 puntos en una temporada de la historia de la NCAA (57,3%), record que aún permanece vigente. Su número 25 cuelga del pabellón de los Wildcats de Arizona en homenaje, y reconocimiento a su trayectoria.

Steve Kerr no daba el perfil de jugador para la NBA, sin embargo su prodigiosa muñeca, y su asentada cabeza le permitieron ser seleccionados en el número 50 por Phoenix Suns, franquicia de Arizona, donde era una institución. Durante sus primeros cinco años en la NBA tan sólo fue titular en 29 ocasiones entre sus etapas de Phoenix, Cleveland, y Orlando. Hasta su llegada a Chicago en la temporada 93/94 su rol se limitaba a jugar minutos residuales. De la mano de Phil Jackson sus minutos en pista se doblaron respecto a la media de su carrera, estar en la dinastía de Jordan le puso en el radar de millones de espectadores. Su aportación al equipo saliendo del banquillo era clave, la inteligencia, y su capacidad de dirección de juego permitió que los Bulls fuesen un equipo prácticamente imbatible, en la retina de todos quedará el mítico tiempo muerto en el que Michael Jordan decidió confiar en su muñeca para obtener el anillo en 1997.

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Tres anillos con los Bulls y el reconocimiento unánime de la NBA al perfil de jugador que era le supuso una última oportunidad para seguir ganando títulos, Greg Popovich, un entrenador que es de los pocos en la NBA con capacidad para seleccionar cuidadosamente sus fichajes, puso sus ojos en él. De nuevo, saliendo del banquillo, aún con los minutos restringidos, afinó más que nunca su muñeca, letal desde la larga distancia, la estructura liderada por Tim Duncan, y David Robinson, le permitió obtener su cuarto anillo. Tras un breve paso por Portland, y tras 14 años en la NBA decidió jugar su última temporada de nuevo con los Spurs, no había mejor forma de finalizar una carrera que con su quinto anillo de campeón. Tras 910 partidos como profesional, y 128 de playoff, tan sólo 30 de ellos como titular, la figura de Steve Kerr será recordada y añorada dentro de los vestuarios NBA. Con un comportamiento ejemplar, su educación, y calidad como jugador saliendo del banquillo le hace ser merecedor de un puesto en el Hall of Fame, y aunque ese reconocimiento puede que no

llegue jamás, su figura debe servir de ejemplo para muchos jóvenes jugadores.
Cuando colgó las botas el trabajo no tardó en llegarle, y es que al año siguiente obtuvo el puesto de analista en las retransmisiones de TNT, aunque era brillante en las retransmisiones, el nuevo grupo de inversores que adquirió los Phoenix Suns en 2004 le ofrecieron la posibilidad de participar en el paquete accionarial junto a inversores como Jerry Colangelo, en 2007 tuvo que abandonar definitivamente su posición como analista para ser el General Manager, y Presidente de operaciones de la franquicia de Arizona. Aceptó el reto, y bajo su mandato tuvo que adoptar medidas complicadas para reconstruir la franquicia. En 2010 finalizó su etapa en los despachos de los Suns, retomando de nuevo su faceta de analista.

Su capacidad de analizar va más allá de lo puramente deportivo, sus opiniones sobre el último lockout en la NBA apuntan buenas maneras para tomar en serio una posible candidatura en el futuro como comisionado de la NBA, quizás sea un sueño, una utopía, pero os dejo unas interesantes reflexiones que hizo en torno al límite de edad para entrar en la NBA, y la obligatoriedad o no de pasar por la NCAA, y la importancia que tiene esa institución en el desarrollo no sólo de jugadores, sino también de personas.

The Case for the 20-Year-Old Age Limit in the NBA
It’s not just personal experience — it’s common sense
By Steve Kerr on May 8, 2012

¿Un actor secundario puede convertirse en leyenda?. La figura de Steve Kerr demuestra que es posible, en el deporte colectivo las capacidades individuales no suelen servir para obtener éxitos si no las pones al servicio del equipo.

 

Por Alex Senra del Cerro
Entrenador superior baloncesto
Area de contenidos JGBasket

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