Un artículo de Javier Balmaseda | Fotos Miguel Ángel Forniés

Walter Berry. Miguel Ángel Forniés

Walter Berry. Miguel Ángel Forniés

En el día en que Walter Berry cumple 60 años hablamos con dos de las personas que mejor lo conocieron durante su único año en la ACB, cuando formó parte del Atlético Madrid Villalba en la temporada 90/91.

Walter Berry era un ala-pívot de 2,05 metros de altura que se formó en la Universidad St. John’s. Fue elegido en el puesto 14 del Draft del 86 por Portland Trail Blazers, pero no tuvo suerte en la NBA y puso rumbo a Europa, a pesar de que era un jugador con un enorme potencial por entonces (14 puntos por partido en la mejor liga del mundo). A comienzos de los noventa recibió la llamada de Jesús Gil y decidió fichar por el
Atlético Madrid Villalba, que estaba entrenado por Clifford Luyk. Sin embargo, los rojiblancos no tuvieron un buen comienzo de temporada y Luyk fue destituido en octubre de 1990. Su sustituto sería Tim Shea, que se convirtió en una de las personas que mejor conocieron a Berry durante su temporada en España. Además de haber entrevistado a Tim, hemos hablado con Antón Soler, que fue compañero de Walter durante aquel año y que recuerda, con todo lujo de detalles, algunas historias vividas junto al estadounidense. Walter Berry fue una de las estrellas de la ACB aquella temporada, de hecho acabó siendo el máximo anotador de la competición con 33 puntos por partido, con actuaciones para el recuerdo como la que se marcó en su debut frente al Real Madrid con 52 puntos el 7 de octubre de 1990.

 

Os dejamos con Tim Shea y Antón Soler para conocer mejor cómo fue el año en España de Walter Berry.

Tim Shea. Foto Miguel Ángel Forniés

Tim Shea. Foto Miguel Ángel Forniés

TIM SHEA
Un día después de comer, cuando estaba en Lisboa entrenando al Benfica, estaba sentado en mi mesa de trabajo preparando los entrenamientos y me llegó una llamada telefónica. Al otro lado del teléfono estaba el señor Jesús Gil: “¿Es usted Tim Shea? ¿Sabes quién soy?”. Mi respuesta fue: “Sí, es Jesús Gil. Me dijeron que a lo mejor me llamaría”. Él me dijo: “Me han dicho que tú eres un entrenador con huevos” (risas). Lo primero que  hice fue tocarme los huevos diciendo que sí. Jesús Gil: “Quiero que vengas a Madrid porque aquí tengo a uno de la ‘Casa Blanca’ que no puede con este americano de New York”. Acababan de echar a Clifford Luyk. El equipo estaba en las penúltimas posiciones cuando yo llegué. Los jugadores estaban un poco desanimados, habían  perdido varios partidos seguidos, entre ellos, el que jugaron contra el Real Madrid, pero al final quedamos sextos en la liga. Nos eliminó el Joventut en playoffs, que luego fue el campeón. Fue una temporada estupenda. También nos clasificamos para la Copa Korac, aunque yo después me fui de allí porque Jesús Gil también se fue.

A Jesús Gil le gustaba mucho Walter, y Walter lo sabía. Walter Berry era mucho Walter Berry. Clifford Luyk no podía con él. Pedía cosas como llevar a su mujer en los viajes, y Clifford le dejaba hacer de todo. Cuando yo
llegué había una desconexión entre los jugadores nacionales y Walter.
Entonces hice amistad con Quique Ruiz Paz, que era el capitán del equipo, y también con Antón Soler. A través de ellos, por un lado, y por otro lado con Walter Berry (iba a comer con él, a tomar un vino, a comer pizza o al
McDonald’s), intentamos arreglar las cosas. Walter y yo hablamos, y empezamos a conocernos. Él podía haber sido mucho más difícil, pero empezó a comprometerse y a ser un poco más fácil. Y los jugadores nacionales empezaron a apreciarlo.

Cuando yo llegué pensaba que había más problemas con él. En cambio, cuando le conocí me pareció un buen chico. Claro, era diferente porque había vivido en un barrio de New York, en la calle más o menos, pero era un  chico muy inteligente, simpático y con mucho talento. Sin embargo, no encajaba en el tipo de mentalidad de la NBA porque en Estados Unidos hay que ser un trabajador, estar con el grupo, etc. Y Walter era especial, zurdo y muy individualista. No había ningún problema con él en cuanto a los conceptos, solo que era muy diferente a las estrellas que yo había tenido antes, como por ejemplo Nate Davis. Walter no era el mejor trabajador, pero tampoco era el peor. Su mentalidad era que iba a mantenerse en forma, iba a jugar los partidos los domingos y no se iba a matar en los entrenamientos, que era lo que querían muchos entrenadores. Walter no era así. Un poco como Allen Iverson con su famosa rueda de prensa sobre los entrenamientos…

Supongo que hay dos historias que son interesantes. Lo más divertido es que Walter tenía muchísimas joyas, relojes, anillos de oro, etc. Él invertía en diamantes y los ponía dentro de su Rolex. Había tantos diamantes en su  reloj que no se podía ver la hora. Walter era muy desconfiado y, cuando entrenábamos, no se dejaba sus cosas importantes en el vestuario. Tenía una bolsa negra de piel bastante grande y, antes de empezar a entrenar, salía casi siempre el último del vestuario y montaba un poco este show. Se acercaba a mí, ponía todas sus joyas dentro de la bolsa, cerraba la cremallera y me presentaba su bolsa delante de todo el mundo. “Aquí están mis cosas”, decía, para que todos vieran que me había dado todos sus Rolex, oros y diamantes. Yo le decía: “Mira, Walter, un día te vas a dar la vuelta al final del entrenamiento y no voy a estar” (risas). Había mucho dinero en la bolsa…

Y la otra historia es en plan táctico. A mí siempre me gustaba tener dos o tres jugadas para los finales de los partidos apretados. Y empezamos a entrenar una cosa que era muy simple. Walter iba a manejar el balón para después, forzar un tiro o entrar a canasta. Pero Walter, a pesar de ser individualista, quería ganar, así que se le ocurrió una idea. Si no podía hacer esto porque la defensa se cerraba mucho sobre él, sacaba el balón a Carlos Gil para que hiciera los tiros al final de los partidos apretados. Y en algunos partidos funcionó. Carlos metió algunas canastas decisivas. Me acuerdo de una contra Zaragoza. Esta idea era de Walter, al igual que había hecho Michael Jordan con Steve Kerr cuando toda la defensa se cerraba sobre él.

Foto Miguel Ángel Forniés

Foto Miguel Ángel Forniés

ANTÓN SOLER

Cuando entró Gil y Gil se nos vino de sopetón, y eso conllevó muchos cambios, entre ellos, la incorporación de jugadores tipo Walter Berry, lo que antes podía ser impensable. De hecho Clifford contaba que en el ambiente del baloncesto, cuando se cruzó con algún conocido en el viaje donde los traía para España, la gente no daba crédito. Aquellos fichajes crearon una expectación bastante importante. No habíamos tenido por aquí estrellas de esa relevancia hasta ese momento. En ese momento fue un shock, digamos que fue una cosa sonada.

Walter era todo un personaje. Deportivamente lo que te puedo decir viendo los compañeros y rivales que he tenido durante tantos años, yo nunca había visto una facilidad en nadie para crear baloncesto, pero como de la nada. Walter no es que tuviera conceptos, Walter tenía instinto.

Cuando cogía la pelota se ponían en marcha una serie de recursos que yo entendía que eso era imposible que fuera por repetición, por ensayo, por conceptos, por técnica, por entrenamiento…, sino que en él era innato.
Además, tuvo fama de ser un jugador que absorbía casi todo el juego ofensivo, pero bueno, era su característica. Pero fíjate, acaparando gran parte de los tiros y todo esto, muy poquitas veces yo le vi tiros realmente forzados. No, no… por algún extraño misterio, los tiros que acababa sacándose de una manera u otra, eran buenos tiros,  entre comillas. Nunca forzaba demasiado la situación porque tenía recursos de sobra para que si una opción se le cerraba echar mano de la siguiente ocurrencia, hasta que conseguía un tiro, vamos a decirlo, lógico, y  sorprendentemente efectivo. Y además de todo esto, lo que a mí también me sorprendía era que desarrollaba todo esto con una elegancia que casi parecía un bailarín, nada forzado, nada brusco, o sea, todo elegancia y eficacia. Yo creo que en él, el jugar al baloncesto, sobre todo ofensivamente, era instintivo.

¿Cómo fue su adaptación cuando llegó?

Bueno, no sé si adaptó en todo el año. Él, ciertamente, era un jugador que tenía su caché, venía con ese aura. Lo que pasa que en el fondo, dentro de todas sus excentricidades, yo lo percibía como un tipo noble, un buen tipo.
Dentro de toda la parafernalia que le rodeaba, siempre fue un tipo cordial, muy sonriente, muy afable, con un comportamiento tirando a apocado, o sea, no era nada estridente en su persona. Era estridente en el sentido de que, por ejemplo, se te podía presentar en el vestuario con un visón de tres cuartos y… adivina qué llevaba debajo. Pues se quitaba el visón y aparecía debajo una camiseta de tirantes de butanero, una cosa un poco estridente.
Y sus rarezas, sus pertenencias… El Rolex fue famoso porque, aparte del precio del artículo, le había incorporado no sé cuántas piedras… Y lo curioso es que cuando no podía dejar la riñonera a alguien, como pasaba cuando se la dejaba a Tim Shea, se le veía entrenando con la riñonera en la mano, o sea, verle hacer abdominales, que en el caso de Berry consistían en una ligera elevación de hombros, eso para él eran abdominales, con la riñonera, mariconera en la mano pues era realmente una imagen bastante
extraña. No sé lo que llevaba aparte del Rolex, allí brillaba todo, pero un joyerío bastante importante, y cadenas… Y no los soltaba ni al sol ni a la sombra. Ya te digo, abdominales testimoniales, pero claro, qué le exiges a un jugador que puede hacer lo que quiera. Los horarios a lo mejor eran un poco dispersos, costumbres a lo mejor… era muy amigo del ocio, con una vida un poco particular a su ritmo, pero luego se te metía en la cancha y te lo esculpía mil por mil. ¿Y qué conceptos le explicas? Si él, ya te digo, jugaba porque yo creo que había nacido para esto.

Los entrenamientos eran un poco testimoniales para él, ¿no?

Sí, porque claro… Los americanos en general ya sabes, hay algún tipo de Educación Física… ellos están muy poco acostumbrados a salir de la pista de basket. Todo lo que fuera una pista de atletismo, un campo de fútbol no les entrenaba en la cabeza. Ellos trabajaban, que yo tenga entendido, todas sus condiciones pero a base de pista, pista, pista, basket, basket a tope. Incluso, recuerdo años atrás, Greg Stewart, que en paz descanse, allí en las montañas de Badalona no daba crédito, la cara que ponía el pobre era de asombro total. No estaban acostumbrados a subir y bajar por la montaña, y Berry, pues otro tanto. Yo, de anécdotas suyas, recuerdo el chascarrillo este de sus pertenencias, los visones con los que se presentaba, sabía que también era una figura
también relevante en el ocio nocturno de Madrid. Se comentaba también alguna cosa de que… bueno, cierto desorden, entre comillas. También, supongo que no debería ser fácil adaptarse a un sitio tan distinto. Quieras
que no Villalba, pues era un pueblo que no creo que le ofreciera el ambiente al que podía estar acostumbrado.

¿Vivía en Villalba?

Vivía en Villalba, en un sitio que creo que se llamaba Parquelagos, un chalet de alto standing con vistas a un lago. Y lo que sí se comentó en aquella época es que el dueño del chalet estuvo a punto de… publicar el estado en el que quedó el inmueble, por lo estridente de la situación.

Nunca coincidía con el equipo en ningún tema de cenas o… Y mira que era un equipo con un ambiente que salíamos a cenar pues prácticamente después de cada partido. Siempre llevaba una vida aparte. Su ambiente, yo
creo que estaba más en la gran ciudad que en Villalba.

Pero ya te digo que, dentro de todo esto y siendo una estrella como era, yo destacaría que entraba en el vestuario y todo era como buen feeling, un tipo sonriente, un tipo afable, cordial, nunca le vi enfuscado en ningún
sentido, o sea, un tipo tranquilo. Ningún problema, nada conflictivo. Ni siquiera se le veía con aires de ningún tipo, ¿sabes?, quiero decir ni endiosado, ni creído, simplemente iba, hacía. Y luego, llegaba la hora de
partido y lo que podías hacer es, no te voy a decir mirarlo, pero casi porque la verdad es que era un máquina.

Hemos tenido jugadores de todos los tipos, pero si tuviera que decir un jugador completo, que jugara por instinto, con clase, con elegancia y con eficacia, todo eso junto… Es que era inexplicable, o sea, no sabías cómo lo hacía, es decir, lo difícil lo hacía facilísimo. Para mí fue único.

Foto Miguel Ángel Forniés

El otro americano del equipo era Shelton Jones.

Yo lo que recuerdo de Shelton es que si Berry era un tipo afable, pausado,
que parecía que no le afectaba nada y tal, Shelton me dio la impresión siempre de que era el eterno adolescente, como un niño chico. Siempre estaba feliz, siempre estaba contento, siempre estaba por los aires (risas).
También muy buena actitud, la verdad es que se tienen buenos recuerdos de ese año. Nos dejaron en Europa  prácticamente ellos dos y luego con la ayuda de los que vinieron. Fue una muy buena clasificación. Pero un poco enrarecido porque claro, nos sorprendió todo, porque de la sobriedad de ir a un equipo estándar de aquella época a que viniera Jesús Gil, con sus Mama Chicho, con sus tal… Nos llevaba a su despacho de Madrid cuando conversaba con Mendoza y tal y cual, a Los Ángel de San Rafael, así con sus collares, sus cadenas, su Mercedes tuneado… Era todo un personaje. Todo aquello, pues no es que se nos viniera…, pero vamos, era una situación bastante extraña. Al final, pues de una manera u otra resultó un éxito. A Jesús Gil, pues claro, yo lo conocía de la televisión, podía ser también muy estridente. Recuerdo, por ejemplo, que estando allí en su despacho comentaba con Mendoza y cuando colgaba decía: “El cabrón este del pelo blanco” y cosas así, o sea, era de ese porte, ya se le conocía, era bastante irreverente. Pero lo que sí que me sorprendió al cien por cien de Gil es que era un tío que, como pocos, he visto yo trabajar, o sea, era currante, pero como de 26 horas al día. No paraba, no paraba, y con una capacidad para llevarlo todo también asombrosa. Me sorprendió su capacidad de trabajo. Era un tío muy trabajador.

Walter Berry nació el 14 de mayo de 1964 en Harlem, Nueva York.

Escrito por Javier Balmaseda
Colaborador JGBasket

Fotos Miguel Ángel Forniés

 

MIGUEL ÁNGEL FORNIÉS nació en Badalona el 18 de septiembre de 1952. Estudió en los Salesianos Badalona y en el Colegió Badalonés. Servicio Militar en Campo Soto, Cádiz.

Fotoperiodista de Devoción. Colaboró con Eco Badalonés, 5Todo Baloncesto. Desde 1981 con Nuevo Basket como fotógrafo. Primer fotoperiodista en viajar a ver y fotografiar partidos de la NBA en 1984. Europeo de 1973, cinco Mundiales Júnior (de 1983 a 1999). Quince meses trabajando, viviendo y jugando a baloncesto en Argelia (Sidi Bel Abbès).

Mundial de España 1986, Mundial de Argentina en 1990. JJOO de Barcelona 1992 como adjunto del jefe de prensa de baloncesto. Ha escrito dos libros, Crónica de un viaje alucinante (en 2009) y Memorias Vividas (en 2015). Durante 19 temporadas (1996-2014) responsable de prensa del Club Joventut Badalona.

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