Ya ha llovido desde que Wilton Norman Chamberlain jugara en la NBA y, por eso, muchos no le habrán visto jugar nunca y otros, ni siquiera, habrán oído hablar de él. Es el momento de recordar al hombre récord por excelencia. El único capaz de anotar 100 puntos –sí, 100 puntos en un partido– y por el que se cambiaron algunas normas en la liga norteamericana para evitar su monopolio cerca del aro.

Entre sus logros individuales, además de los 100 puntos anotados en un partido, hay que destacar, los 55 rebotes que capturó ante los Celtics, que le sirvieron para tener el mayor promedio reboteador en una temporada (27.2 rebotes en la 1960/61). Fue capaz de anotar más de 50 puntos en siete partidos seguidos, siendo, junto con Michael Jordan, el líder de anotación de la liga durante siete temporadas consecutivas. Lidera el  lograr un doble triple-doble (22 puntos, 25 rebotes y 21 asistencias). El último récord destacable es el de ser el máximo anotador, después de trece presencias, en un All-Star (42 puntos), a punto estuvo de quitárselo, en la última edición, Russell Westbrook, que anotó 41. Su único punto débil fue, quizá, el bajo porcentaje en tiros libres (51%) que registró a lo largo de sus catorce temporadas en la NBA.

El baloncesto no fue su primera opción. En sus inicios se dedicaba al atletismo, pero sus condiciones físicas (2,10 metros con sólo 15 años) le hicieron probar en el baloncesto. En el Instituto era imparable, promediando más de 50 puntos por partido, lo que hizo que todas las Universidad estadounidenses se lo rifasen. Chamberlain se decantó por Kansas y no pudo debutar hasta su segundo año –los estudiantes de primer año no podían jugar en la NCAA–, pero mientras tanto se entretenía practicando salto de altura. No defraudó en su debut en la liga universitaria y promedió casi 30 puntos y más de 18 rebotes.

En su tercer año guió a los Jayhawks a la gran final de la Final Four de la NCAA, pero, tras tres prórrogas, acabaron sucumbiendo ante North Carolina. Fue elegido mejor jugador y la NCAA ya se le quedaba pequeña. De ahí que decidiese dar el salto a la NBA y jugar contra los mejores. No pudo ser. Las normas impedían que un jugador formase parte de la NBA si no había cumplido cuatro años en la Universidad. Parecía un contratiempo para Wilt, pero tomó una decisión que probablemente marcó su carrera.

Con 2,16 y una asombrosa envergadura fichó por los Harlem Globetrotters, jugando de base. Ahí aprendió un repertorio de movimientos impensables para su altura (fintas, reversos, fadeaways, bandejas, ganchos…) y su condición de director de juego le permitió convertirse en un gran pasador, sobre todo en posiciones de espaldas al aro y que le valió para convertirse en el primer pívot en liderar el ranking de asistencias de la NBA (8.6 asistencias por partido). Un año en el que se divirtió jugando al baloncesto y aprendió un sinfín de recursos que no hubiese adquirido en ningún equipo NBA.

Era el momento de jugar con los mayores en la mejor liga del mundo. Todo estaba preparado para su debut –elegido en el puesto número 3 del draft– con los Philadelphia Warriors y no decepcionó a nadie. Los Knicks fueron los damnificados con 43 puntos y 28 rebotes. En su primera temporada fue Rookie del Año, MVP del All-Star Game y MVP de la temporada regular. Empezaba una nueva era, dominada por Chamberlain, un adelantado a su tiempo por sus condiciones físicas, pero para que el dominio no fuese tan flagrante, la NBA decidió cambiar las normas e instaurar los tres segundos en zona y la imposibilidad de tocar el balón en la vertical del aro.

Su gran momento y por el que siempre será recordado “The Big Dipper” fue el que vivió el 2 de marzo de 1962. Los mismos Knicks ante los que había debutado en la NBA fueron protagonistas involuntarios de su gran noche. Anotó 100 puntos, el mayor logró en la historia de la Liga y eso que, como él mismo reconoció, “había salido la noche antes”. Lo más parecido, desde entonces, fueron los 81 puntos que anotó Kobe Bryant a los Raptors en enero de 2006.

Wilt Chamberlain, cuatro veces nombrado MVP de la Liga, no pudo ratificar sus números en títulos para sus equipos –sólo dos anillos–. Su gran pesadilla fueron los Celtics de Bill Russell, que ganaron 11 campeonatos en 13 temporadas. En 1967, por fin fueron capaces de eliminar en la Final de Conferencia a su bestia negra y, aunque en las Finales de la NBA, no estuvo fino de cara al aro, promedió 28.7 rebotes por partido, lo que le valió a los 76ers hacerse con el ansiado anillo. Por fin, Chamberlain tenía su recompensa. No fue el único, en 1972, compartiendo vestuario con Jerry West, y a sus 36 años, consiguió su segundo título con los Lakers. En un año, en el que, por primera y única vez fue elegido MVP de las Finales (19.2 puntos y 23.2 rebotes).

Después de retirarse, practicó otros deportes (tenis, golf, fútbol americano, voleibol…), corrió maratones e, incluso, durante meses, se entrenó a conciencia para pelear contra Muhammad Ali por el título de los Pesos Pesados. Al final, no hubo combate. Como a lo largo de su carrera baloncestística, fuera de las canchas fue también un triunfador hasta su fallecimiento en 1999 a los 63 años de edad, se hizo multimillonario gracias el negocio inmobiliario en Los Ángeles, ayudó a diseñar coches (The Wilt Mobile), actuó con Schwarzenegger en Conan, el Destructor… Chamberlain ha dejado para siempre un legado imborrable y, en algunos casos, insuperable.

 

Por Víctor Escandón Prada
Periodista deportivo y entrenador superior de baloncesto
Gabinete comunicación JGBasket

Fotos: NBA

Publicada el: 16 Mar de 2015

 

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