Cuántas veces hemos oído a entrenador que acaba de perder un partido justificarse porque el otro equipo “me hizo un «zonón» los cuarenta minutos”. Casi siempre se habla de la defensa en zona de modo peyorativo y parece que ha quedado relegada solo para las pachangas, ya que cada vez son menos los equipos, profesionales y de cantera, que la utilizan.
Es verdad que siempre ha predominado la defensa individual respecto a la zona y aunque, desde hace años, se ha intentado cambiar la terminología y pasar a denominarla defensa de espacios, ha dejado de estar presente en el reportorio defensivo de los equipos. ¿Cuál es el motivo de este cambio de tendencia? Muchos entrenadores, incluido Jasikevicius, creen que sus jugadores no están tan concentrados e intensos si defienden en zona. Esa falta de intensidad es una de las principales justificaciones para decantarse por la defensa individual.
El problema es que se ha interpretado que poner una zona es sinónimo de cerrar las proximidades del aro y dejar tirar al rival. Eso puede pasar en algunos casos y, por eso, se ha menospreciado este tipo de defensa. Había equipos que la utilizaban en infantiles y cadetes ante la incapacidad de los rivales para anotar de media y larga distancia, permitiéndoles los tiros. Eso provocó que se viese la defensa en zona como algo negativo, pero no tiene por qué ser siempre así.
Las defensas en zona pueden aportar multitud de variantes defensivas, desde una 2-3 a una 1-3-1, en las que presionar las esquinas y saltar a hacer 2c1 o tratar de evitar que el rival meta balones interiores ante su supuesta superioridad. Para no perder la intensidad defensiva es fundamental que el jugador con balón sea defendido como si estuviese en individual, hay que apretarle para que no esté cómodo y pueda tomar buenas decisiones como pasar y tirar con facilidad. Algo que, como señalábamos antes, se permite, en ciertas categorías, ante el escaso porcentaje rival.
La efectividad de la defensa en zona se ve también reducida por la falta de comunicación de los defensores. Parece que a los jugadores les cuesta hablar y para que haya una buena organización defensiva es elemental que exista una buena comunicación, informando de los posibles cortes y de quién sale al balón en cada momento. Cualquier despiste puede ser fácilmente castigado por el ataque con una canasta fácil.
Decíamos al principio que algunos entrenadores argumentaban la derrota debido a que el rival le había defendido en zona y pagaban así su frustración ante la imposibilidad de saber atacarla. Muchas veces, el principal problema es que no se entrena cómo defenderla y, por lo tanto, tampoco se trabaja el saber atacarla. Si eso se une que muchos equipos tienen problemas de circulación de balón y de colocación, se produce un colapso ofensivo que dificulta anotar. Por ese motivo, es importantísimo que el ataque aproveche la línea de fondo y ocupe bien los espacios si quiere generar ventajas.
La intensidad defensiva no depende del tipo de defensa, si no de las indicaciones que demos como entrenadores y de la actitud de los jugadores, ya que los hay que defienden en individual y lo hacen flotando al jugador con balón. No hay, por tanto, que menospreciar la defensa en zona porque se trata de un buen recurso para cualquier momento del partido cuando pretendemos cambiar el ritmo o ajustar ciertos aspectos del juego, que no se estaban consiguiendo en individual.
Por Víctor Escandón Prada
Periodista deportivo y entrenador superior de baloncesto
Gabinete técnico JGBasket
Publicado el: 22 Mar 2022 a las 19:05