“Cambio medalla por jugador de baloncesto”. Ese puede ser un buen resumen de lo que debe quedar impregnado en un ambiente ambicioso y competitivo cuando entrenamos con jóvenes y sobre todo cuando iniciamos una temporada que será larga.

Un apoyo estadístico es que en Badalona “La Penya” ha proporcionado en veinticinco años el mayor número de jugadores profesionales a la ACB, justo en el mismo margen de tiempo que llevaban sin ganar ni una sola vez el campeonato de España Junior.

No renunciamos ni mucho menos a ganar; adoramos ganar y siempre intentamos hacerlo de tal manera de que todo lo que viva el jugador le valga para su futuro deportivo. El entrenador tiene que entender y saber que todo lo que planifique para la pretemporada debe ser una parte pequeña pero muy importante de lo que nos espera al final, o más allá del final.

Si consigues tener mejores jugadores, ganarás más partidos que si pretendes rentabilizar los que ya tienes.

Obviamente, el primer análisis del entrenador viene circundado por los ingredientes que tiene para poder cocinar: edad, nivel, realidad del entorno, etc. Después, manejar las artes adecuadas para controlar la diferencia sutil entre “al punto” y “quemado” es lo que diferencia sobre todo un excelente trabajo de cualquier otra cosa.

Los primeros entrenamientos suelen ser extenuantes para los jugadores en el aspecto físico, pero quisiera destacar la necesidad de que también lo sea en el aspecto psicológico. Es decir, el jugador debe usar la pretemporada sobre todo para “aprender a entrenar”. ¿Qué es esto exactamente?

Es urgente que el jugador entienda lo antes posible que entrenar no es venir un rato a cumplir su hora de “clase” mientras pasa su vida alrededor.
Tenemos que lograr que entienda y demostrarle que no habrá nada más emocionante, atractivo y gratificante que la hora del entrenamiento:
El jugador entrena, y entrenar es desear que llegue tu hora favorita del día para hacer lo que más te apetece con la gente que más te apetece estar.

Los jugadores que no entrenan bien lo hacen sobre todo por dos motivos. Primero porque no entienden qué está pasando y segundo porque aunque lo entendieran no están concentrados ni mentalizados para entrenar. Esos conceptos (entender, concentrado) deben estar presentes cada minuto de las primeras sesiones del año.

El jugador necesita aprender a ESCUCHAR y para ello el entrenador es una ayuda; no grita sin sentido o corrige tonterías, no te está persiguiendo ni retando, es un colaborador. Es de gran magnitud el hecho que un jugador escuche perfectamente y entienda lo antes posible qué queremos de él y corregirlo sobre la marcha.

Con estos dos logros tremendamente importantes y nada fáciles de conseguir como son la escucha y la comprensión podemos acercarnos lo antes posible a un concepto al que le damos la categoría de excelente: la anticipación.

Anticiparse es hacer que algo suceda antes de lo esperado, y eso a un jugador de baloncesto, que además cumpla con otros “talentos”, le da la vida. Ver lo que pasa antes que nadie y actuar en consecuencia es una manera de ser más rápido sin ser más veloz.
Llegar a este momento supone haber entendido de qué va esto de entrenar en serio.

Además de la corrección momentánea, el entrenamiento debe tener un orden lógico y correlativo. El jugador debe tener claro que los ejercicios no son actividades puntuales que se hacen durante un tiempo para luego pasar a otra cosa; y sobre todo, aunque jugar es lo más que más le apetece hacer y siempre debe hacerlo, entrenar no significa ir pasando de ejercicio en ejercicio para acabar jugando un rato al final.

El jugador debe darse cuenta de que cada cosa que hace tiene SENTIDO.
No solo hay una manera de hacer las cosas sino que además hay un motivo.
Los ejercicios se hacen por algo y para algo, y el entrenador no es un “profe” que viene a dar su hora de clase.

Mantener la concentración durante todo el entrenamiento del sentido de la sesión y además corregir detalles individuales constantemente requieren un esfuerzo mental tremendo sobre todo en estas fechas, pero entrenar estos aspectos psicológicos nos proporcionara en un futuro no muy lejano entrenamientos eficientes.

Tocando por encima el aspecto técnico-táctico, estas primeras semanas las utilizamos para sentar bases, como en cualquier equipo de cualquier categoría. En el caso que nos ocupa donde tenemos jugadores jóvenes, la mejor manera de aprender a jugar a baloncesto es el juego por conceptos.

Debemos invertir tiempo en entrenar aspectos de espacio y timing pero siempre con una enorme carga de fundamentos individuales.
Aprender a discernir cuál es la mejor opción y llevarla a cabo de manera rentable.

En defensa pasa algo parecido donde la postura de cada jugador en cada momento y la posición donde quiera colocarse en función del balón son recursos necesarios que nos guían a construir una buena defensa.

Por último, en cuanto a fechas, un buen momento para comenzar a entrenar podría ser tres o cuatro semanas antes del primer partido amistoso o cinco o seis antes del primer partido de competición. El motivo de jugar amistosos tardíos no es otro que asentar ideas y conceptos en el equipo y llevarlos a cabo.

Si planteamos partidos muy pronto, corremos el riesgo de que por razones evidentes las cosas no saldrán como se espera, lo cual es muy peligroso porque darle margen al jugador para que haga lo que él cree que es necesario para ganar, y encima gane, generará una idea de eficacia equivocada y cortoplacista que nos traerá sobre todo un retraso de varios días para volver a inculcar y convencer de cuál es la manera adecuada.

 

Por Juanki Rivero.
Entrenador superior baloncesto. Entrenador Movistar Estudiantes, Colegio San Agustín. Madrid
Colaborador JGBasket

Publicada el: 27 agosto 2013 18:00 pm

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