Era un secreto a voces. El Barça no contaba con Navarro para el nuevo proyecto y él no quería retirarse, pero las circunstancias han propiciado que uno de los mejores jugadores de la historia del baloncesto español tenga que irse por la puerta de atrás, anunciando su decisión en pleno verano y sin poder despedirse, donde se merece, en una cancha de baloncesto.
Bien es cierto que su aportación había ido bajando a marchas forzadas en los últimos años, debido en gran parte a sus problemas físicos, siendo muy cuestionado y convirtiéndose en el centro de las críticas en unas últimas temporadas aciagas para el Barça en cuanto a juego y resultados. La “Bomba” se había convertido en un incordio para sus entrenadores, un referente en horas bajas, que como apuntó su ex entrenador, Georgios Bartzokas, “era un problema, porque cuando un jugador como Navarro está cerca del final, los entrenadores tienen un problema. Los equipos con jugadores que lo tienen que dejar y no lo entienden tienen un problema”.
Un jugador con el talento y la relevancia de Navarro no se merecía estar continuamente en el disparadero. Por eso, aunque el quisiese seguir jugando un año más, su club, después de firmarle el verano pasado un contrato por diez años, para que cuando lo dejase pasase a forma parte de la estructura del Barça, ha hecho todo lo posible para que colgase las botas. Lo que parecía tan idílico, se ha convertido en un brindis al sol, ya que, en verdad, no sabían cómo hacer para que no continuase este año en la plantilla.
Lo más triste no es su retirada, si no el no haber podido disfrutar de ella y que cada partido se convirtiese en un homenaje, como le pasó a Andrés Iniesta o, en la NBA, a Kobe Bryant. Tras caer en semifinales de la ACB contra Baskonia, el propio Navarro señalaba que tenía ganas de seguir una temporada más, porque “no quiero irme así, con esta derrota”. Pero se tuvo que ir. Lo más curioso es que su último partido antes de anunciar su retirada fue la fiesta que montaron los hermanos Gasol, en el que los amigos de Marc y Pau se enfrentaron en un duelo benéfico, en el que Navarro fue motivo de “conflicto” al ser elegido el primero del draft por el mediano de los hermanos, quitándole la posibilidad a Pau de contar con su mejor amigo, aunque al final, Juanki disputó una parte con cada uno.
Navarro pasó 20 temporadas en el Barça, tras debutar un 23 de noviembre de 1997 y tener un paso fugaz de un año por Memphis. Dos lustros plagados de éxitos en los que consiguió, vistiendo la camiseta azulgrana: ocho Ligas, siete Copas del Rey, cinco Supercopas, dos Euroligas y una Copa Korac. A lo que hay que sumar su envidiable palmarés con la selección española, artífice de aquel oro en el Mundial júnior de Lisboa, tras derrotar a Estados Unidos, que fue la base de los años más gloriosos del baloncesto español, logrando el Mundial de 2006, dos platas y un bronce en los Juegos Olímpicos y seis podios en Europeos: dos oros, dos platas y dos bronces.
Para el recuerdo, más allá de los títulos, quedará ese talento, esa inteligencia y esa creatividad con las que deslumbró al mundo entero, siendo capaz, a pesar de no contar con un físico portentoso, de desesperar a cualquier rival a base de triples o de canastas imposibles, gracias a su arma secreta: la bomba. ¡Gracias por tanto!
Por Víctor Escandón Prada
Periodista deportivo y entrenador superior de baloncesto
Gabinete comunicación JGBasket
Fotos: ACB Photo