Se habla tanto sobre qué ejercicios son los más adecuados para realizar con nuestros jugadores, de qué tipo de sistemas, y filosofía debemos implantar, qué metodología seguir para alcanzar todos los objetivos propuestos, y en ocasiones se nos olvida una de las partes más importantes, la figura del entrenador, y la enorme responsabilidad que tiene para hacer funcionar todo ello.

Cuántas veces hemos echado la culpa a nuestros jugadores cuando los objetivos esperados para un entrenamiento no se han alcanzado, seguro que es algo que nos suena familiar, pero si nos paramos a reflexionar, ¿Qué parte de culpa hemos tenido nosotros como entrenadores?. La autocrítica debería ser una pieza fundamental en nuestro día a día, y en ocasiones esa falta de objetividad nos conduce a la frustración, a no saber entender el porqué de las cosas. No vamos a entrar a valorar qué metodologías son más efectivas, dado que todas son perfectamente válidas si se emplean correctamente, pero si vamos a lanzar algunas ideas que nos puedan ayudar a no arruinar nuestros entrenamientos.

Uno de los principales errores en los que solemos caer es el de llevar a la pista los problemas que podamos tener fuera de ella, siendo los jugadores, sin responsabilidad alguna, los que «paguen» por ello. El estado anímico que podamos transmitir es básico puesto que los jugadores deberían ver nuestra figura como la de un líder. No podemos descargar nuestros enfados, y preocupaciones, laborables, sentimentales, o de cualquier otro tipo, sobre ellos. Debemos usar ese tiempo con nuestros jugadores como desconexión de todo eso, dedicándonos en cuerpo y alma al deporte que tanto amamos.

Otro gran fallo que generalmente suele arruinar nuestros entrenamientos es el «rencor postpartido». Obcecarnos en lo mal que lo han podido hacer nuestros jugadores, y no ser capaces de pasar página nos puede conducir a generar una situación perjudicial a nivel de dinámica de grupo, siendo el día a día un verdadero infierno. Exigir al jugador no implica «maltratarlo» psicológicamente, especialmente tras las derrotas el equipo necesita esa motivación, no exenta de la crítica objetiva necesaria, para volver a reactivarse. Hemos conseguido vencer la tentación de hablar en caliente justo después del partido, no arruinemos nuestro entrenamiento del día siguiente.

Pensar en el «yo» antes que en el colectivo, mis jugadores no están a la altura, qué voy a esperar de esta gente, no me merezco esta plantilla, cómo me gustaría tener ese tipo de jugador, etc…son frases que alguna vez han salido de nuestras bocas, y la consecuencia directa es la de entrar en una espiral de autocomplacencia en el que el fracaso está justificado, con lo que nos dejamos llevar por la dinámica negativa del propio entrenamiento. Debemos eliminar de nuestra mente ese tipo de pensamientos, dado que no nos conducen a ningún lado.

Otro de los puntos críticos que nos pueden arruinar un entrenamiento es el de la imagen que transmitimos a nuestro equipo, la falta de seriedad es sinónimo de falta de respeto, y abarcamos desde los retrasos injustificados, y repetitivos, a la ausencia de un plan coherente de trabajo (ni tan siquiera disponer de un plan de trabajo para el entrenamiento supone tal nivel de irresponsabilidad…), al uso del móvil durante los entrenamientos, etc… Todo ello puede derivar en una «anarquía» que no se pueda reconducir. La aplicación de una serie de normas, si las hubiese, también debe ser igual para todos los jugadores, incluyéndose la figura del entrenador.

Todos estos puntos llevan implícito la palabra respeto, y es que,
¿Cómo vamos a llevar a cabo un buen entrenamiento si faltamos continuamente el respeto a nuestros jugadores?, éstos pueden entender que algún día salga «torcido», pero si nuestra actitud persiste en el tiempo supone un grave peligro para la dinámica de grupo.

El tipo de comunicación que vamos a emplear con nuestros jugadores es básico para el devenir de un buen entrenamiento.

Una relación en la que los jugadores vean seriedad en la figura del entrenador favorecerá la cohesión del propio grupo, esa cohesión ya supone un paso muy importante para que la dinámica del entrenamiento sea la adecuada, y se puedan alcanzar metas comunes para el grupo.

 

Por Alex Senra del Cerro
Entrenador superior de baloncesto y Diplomado en Magisterio Educación Física
Gabinete técnico JGBasket

Foto JGBasket. Gabriel Alemany

Publicada el: 4 marzo 2013 14:59 pm

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