Cuando se habla de los Bulls de los seis anillos, todos los focos apuntan a Michael Jordan, pero no hay que olvidar que gran artífice de ese logro y parte fundamental fue Scottie Pippen. Un jugador que siempre se mantuvo en un segundo plano y formó un tándem letal con Jordan, que llegó a reconocer que esos títulos “no los hubiese ganado sin Scottie, lo considero el mejor compañero de  equipo de la historia”.

A pesar de los números en la cancha, llegó un momento en el que el alero de Arkansas no se sintió lo suficientemente valorado por la directiva de Chicago y más cuando fue el encargado de sostener a la franquicia y llevarla a los playoff tras la primera retirada de Jordan. Su sueldo no se correspondía con el status que tenía en la NBA, pero el problema venía de atrás, del contrato que firmó en 1991 por siete temporadas.

Procedente de una familia muy humilde, Scottie era el menor de 12 hermanos y vio, cuando era pequeño, como su padre se quedó en silla de ruedas. Un duro golpe que se unió al que había sufrido años atrás cuando uno de sus hermanos quedó parapléjico. Para tratar de olvidar el drama familiar se pasaba horas jugando al baloncesto en el patio de casa de su abuela, tratando de emular a su ídolo, Julius Erving.

En el instituto jugaba de base, tenía talento y era un gran atleta, pero su 1.80 de estatura hizo que pasase desapercibido para las universidades y ninguna le ofreció una beca deportiva. Así que Pippen acabó en la Universidad Central de Arkansas como utillero del equipo y aunque le dejaban entrenarse con ellos, no había hueco para él. Eso no impidió que siguiese machándose y trabajando duro, lo que, al final, tendría su recompensa.

Debido a los malos resultados académicos, varios jugadores tuvieron que abandonar el equipo, dejando espacio para Pippen, que acabó convenciendo al entrenador para que le diese una oportunidad. Dejó buenas sensaciones, pero su altura seguía siendo su principal obstáculo para triunfar, pero eso cambió de un verano a otro, creció diez centímetros y aumentó su masa muscular en el gimnasio. Se había transformado completamente. Sus números empezaron a crecer y su superioridad física era abrumadora, lo que hizo que muchos ojeadores de la NBA se acercasen a verle a pesar de jugar en la NAIA, un torneo menor en comparación con la NCAA.

En el draft de 1987 fue elegido en el número cinco por Seattle, pero los Bulls ya habían llegado a un acuerdo con los Sonics para que fuese traspasado a Chicago. Ahí empezó su leyenda. Poco a poco fue ganándose la confianza del entrenador y mejorando sus números hasta hacerse, en su tercera temporada, con un puesto fijo en el quinteto titular. Después de lograr su primer anillo y aunque le quedaban todavía dos años más de contrato, Pippen quiso renegociarlo y pidió un aumento.

Los Bulls aceptaron y le ofrecieron 18 millones de dólares por siete años, convirtiéndole en uno de los jugadores mejor pagados de la NBA (casi 2,8 millones de dólares el primer año) acercándose mucho a lo que cobraba Jordan (3,2 millones de dólares). Muchos se lo desaconsejaron dada su larga duración, pero Pippen, ante el temor de sufrir una lesión que le produjese una pronta retirada, quiso amarrar su futuro y el de su familia, una decisión que, como se pudo comprobar posteriormente, fue precipitada y errónea.

Con el paso de los años, la NBA se revalorizó y aumentó su popularidad, las televisiones pagaban más y los límites salariales de las franquicias no paraban de crecer. Eso hizo que el contrato de Pippen quedase desactualizado. En la temporada 1997-98 era solo el sexto jugador mejor pagado de los Bulls, por detrás de Jordan –cuyo salario era de 33 millones de dólares–, Harper, Kukoc, Rodman y Longley, no se encontraba ni entre los cien primeros de toda la NBA. Ese hecho, junto con los continuos rumores de traspaso, provocó su enfado e hizo que se declarase en rebeldía, echándole un pulso a la directiva y esperando a que pasase el verano para operarse, perdiéndose 35 partidos de la temporada regular, lo que le valió para que Jordan en The Last Dance le calificase de “egoísta”.

Durante la ceremonia de entrega del quinto anillo, su discurso sonaba a despedida y días después se reafirmó al señalar que no creía que volviese a vestir la camiseta de los Bulls y que quería ser traspasado, unas palabras que sorprendieron a sus compañeros y a Phil Jackson, que no entendían que en ese momento tomase dicha decisión. Las semanas fueron pasando y las aguas volvieron a su cauce, asumió su última temporada en Chicago como un reto, tratando de dar lo mejor de sí, ganando su sexto título, y demostrando estar totalmente recuperado para firmar un suculento contrato el curso siguiente, el del lockout.

Los Bulls aquí se que le hicieron un favor a Pippen, ya que mediante la fórmula de sign and trade, le firmaron como agente libre para después traspasarlo a los Rockets, lo que le permitió lograr un contrato muy superior, en total 67 millones de dólares por cinco temporadas. Un solo año duró en Houston antes de su traspaso a Portland a cambio de Stacey Augmon, Kelvin Cato, Ed Gray, Carlos Rogers, Brian Shaw y Walt Williams. Los Blazers querían un jugador veterano que les diese el salto de calidad definitivo para optar al título, juntándole con jugadores de la talla de Rasheed Wallace, Sabonis, Steve Smith o Detlef Schrempf. A punto estuvieron de conseguirlo, pero acabaron cayendo en la final de conferencia por un ajustado 4-3 frente a los Lakers dirigidos por Phil Jackson y liderados por Kobe y O’Neal. Las tres siguientes temporadas, Portland se clasificaría también para los playoff, cayendo en todas en primera ronda.

Con 38 años y como agente libre, la retirada parecía cerca, pero su excompañero, John Paxson, General Manager de los Bulls en sustitución de Jerry Krause, quiso recompensar la carrera de Pippen ofreciéndole un contrato de 10 millones de dólares por dos temporadas para poder retirarse en Chicago y cerrar así el círculo, aunque la realidad fue bien distinta, ya que, finalmente, solo jugó 23 partidos en una única temporada.

Al final de su carrera, Pippen logró cobrar acorde a su status en la NBA, pero sus sueldos más altos no se correspondieron precisamente con sus mejores temporadas, esas que ofreció en los Bulls y que le sirvieron para convertirse en uno de los mejores de la historia. Bien es cierto que si su contrato en aquella época no hubiese estado desfasado, probablemente, Chicago no hubiese podido rodear a Jordan y Scottie de jugadores de talento con los que lograron el segundo three–peat.

 

Por Víctor Escandón Prada
Periodista deportivo y entrenador superior de baloncesto
Gabinete técnico JGBasket

Foto: NBA Photo

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